Viernes, 29 de Marzo 2024
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- Congruencia/necedad

Por: Jaime García Elías

- Congruencia/necedad

- Congruencia/necedad


De entrada, distingamos: congruencia es una cosa; necedad, otra. La primera, por ser virtud, es encomiable; la segunda, por ser vicio, condenable.

Antes de aplicar lo anterior al mensaje dominical del Presidente López Obrador, vale consignar una anécdota que refiere Richard Dawkins en “El Espejismo de Dios”. Al cabo de la conferencia de un biólogo celular estadounidense, en la Universidad de Oxford, sobre el aparato de Golgi (un orgánulo microscópico del interior de las células), un prestigioso científico de la universidad anfitriona se dirigió al conferencista en estos términos:

–Mi querido colega, deseo darle las gracias. He estado en un error durante 15 años.

-II-

Cicerón, cien años Antes de Cristo, escribió que “Errar es propio de cualquier hombre, pero sólo del ignorante perseverar en el error”. De hecho, la vida suele regalarnos oportunidades de enmendar, de rectificar… pero los necios no sólo las desperdician: además, las desprecian.

Si fue lamentable que en el referido mensaje dominical del Presidente López Obrador no hubiera –como se esperaba, como se deseaba— propuestas viables para propiciar la deseable recuperación económica tras el brutal mazazo que va a significar la actual contingencia del coronavirus, es doblemente lamentable, es penoso que ayer, en “La Mañanera”, refrendara su convicción de que el apoyo del Estado a empresas privadas, cuyo anuncio se esperaba como parte de las medidas pertinentes para levantar de la lona al país, conduciría, de manera inevitable, a socializar las pérdidas privadas; algo intrínsecamente inmoral porque sólo propiciaría –según él— el repunte de la corrupción que, según uno de los estribillos más socorridos de su discurso, ya se ha erradicado del país.

-III-

El 85% de la economía mexicana depende de las empresas privadas, y la gran mayoría de ellas son medianas y pequeñas. No todas tienen capacidad para resistir la presente parálisis por mucho tiempo. Más allá de la petición presidencial y de la buena disposición empresarial por preservar el empleo, las quiebras, los cierres de negocios y el despido de trabajadores resultarán inevitables. En la medida en que eso suceda, se desplomará la recaudación fiscal… Llegados a ese punto, tanto los programas asistencialistas gubernamentales como la inversión pública ponderados en el monólogo dominical como la panacea que, más allá de la mortandad que cause el coronavirus, salvará a México de la ruina económica que ya se vislumbra, dejarán al Presidente colgado de la brocha de los buenos deseos, porque la maldita realidad habrá hecho la travesura de quitarle la escalera.

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