Ya se volvió muletilla: las elecciones del próximo 6 de junio en México, serán “las más importantes de la historia”…Lo dice el Gobierno que, sin expresarlo abiertamente, ha dado a la jornada el rango de plebiscito, al plantear a los ciudadanos la disyuntiva de revalidar, con el poder de su voto, las supuestas bondades de su cacareada “Cuarta Transformación”… o volver a los aciagos tiempos -supuestamente superados por obra y gracia de los resultados de los comicios federales de 2018- en que la corrupción y la incompetencia de los gobernantes eran la regla; (“no como ahora”, pues). Lo dicen las autoridades electorales, considerando la proliferación de partidos y coaliciones, y la cantidad de “suspirantes” por el titipuchal de cargos públicos a disputarse en esta edición de la lotería política. Lo dicen, ¡por supuesto!, los propios candidatos, enfrascados en la consabida feria de promesas de tiempos mejores en materia de salud, seguridad, economía y educación para los votantes.-II-Más allá de los incidentes, irregularidades, atropellos, chapuzas, conexos y derivados, al parecer inevitables en todos los procesos electorales, el que está en curso ha tenido una lamentable peculiaridad. Según todos los indicios, se ha contaminado con la violencia convertida, ex aequo con la pandemia de coronavirus, en el signo por excelencia de los tiempos que corren…Solo durante los 10 primeros días del mes en curso -según nota de “Milenio”- se registraron 11 ataques contra candidatos y funcionarios electorales, con saldo de dos personas fallecidas, seis heridas, y dos más privadas de su libertad. Entre el 4 de marzo y el 30 de abril, 12 candidatos de elección popular habían sido asesinados. Varios más fueron blanco de atentados parcialmente fallidos, ya que dejaron muertos o heridos entre sus acompañantes. La empresa Etellekt -según la misma fuente- reportaba “poco más de ocho agresiones por día” entre septiembre y abril, para un gran total de 443 víctimas; 79 de las cuales, fatales.-III-Independientemente de que el fenómeno puede interpretarse como indicio de que la ambición, los intereses personales y de grupo y las complicidades que suelen acompañar la disputa de los puestos públicos han rebasado los niveles aceptables en toda contienda civilizada, la impunidad de la generalidad de los delitos cometidos so pretexto de la misma, parece corroborar la sospecha de que las únicas leyes plenamente vigentes en este bendito país son la de la gravedad… y la de la selva. (Y la primera, quién sabe…).jagelias@gmail.com
