Viernes, 29 de Marzo 2024
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- Cadena perpetua

Por: Jaime García Elías

- Cadena perpetua

- Cadena perpetua

La semana pasada, al difundirse la noticia de que el “Chapo” Guzmán fue sentenciado a cadena perpetua y un poco más, un internauta condensó en diez palabras -como los buenos redactores de telegramas en Tiempos de María Canica- su opinión al respecto: “Un  criminal menos. Hoy el mundo es un poco mejor”.

¡Ojalá fuera cierto…!

-II-

El tristemente célebre narcotraficante; el enemigo público número uno; uno de los pocos mexicanos enlistados por Forbes entre los hombres más ricos del mundo (el gobierno norteamericano estimó, conservadoramente, en 12,666 millones de dólares las utilidades que obtuvo merced al oficio al que consagró su vida), dejó a la humanidad su testamento espiritual: su queja porque en la prisión de Nueva York en que estuvo recluido mientras se desarrollaba el proceso que desembocó en la condena señalada, se le torturó “las 24 horas del día durante 30 meses”; su reproche porque “Estados Unidos no es mejor que otros países corruptos a los que no respeta”… Ninguna palabra, en cambio, sobre los crímenes que cometió (en el proceso se aludió a 26 personas, por lo menos, eliminadas “porque eran una amenaza para su cartel”), ni a los daños a la salud y a la economía de cientos -o muy probablemente miles- de adictos a las drogas que suministraba.

Desde antes de su extradición para ser juzgado en Nueva York, el “Chapo” ya no operaba. Sin embargo, ni su captura ni el desenlace de la historia fueron ningún “golpe mortal al narcotráfico”, como solían decir, ingenuamente, algunos periódicos mexicanos. La delincuencia organizada, en todas sus variantes -drogas, secuestros, extorsiones, robos, “huachicoleo”...- siguió operando como si nada. Si cayeron unos, surgieron otros, ipso facto.

El esquema de complicidades enriqueció -o benefició, al menos- a infinidad de personajes notorios: desde funcionarios gubernamentales de todos los niveles que cerraban un ojo con respecto a sus actividades ilícitas o les daban protección para realizarlas impunemente, hasta empresarios que participaron en el blanqueo de capitales.

-III-

Sería sensacional si hubiera el menor indicio de que todas esas prácticas delincuenciales o corruptas fueran, desde la semana pasada, cosa del pasado. Sería de celebrarse que hubiera, al menos, señales de que algunos hampones o sus cómplices hubieran escarmentado en cabeza ajena. Lo más probable, empero, es que, aun con el “Chapo” condenado a pasar el resto de su vida encerrado en una celda espantosa, hoy haya más criminales… y el mundo sea peor que la semana pasada.

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