Viernes, 29 de Marzo 2024
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- Brutalidad policiaca

Por: Jaime García Elías

- Brutalidad policiaca

- Brutalidad policiaca

1) Es posible que la muerte de George Floyd, en Minneapolis, que ha generado violentas manifestaciones en decenas de ciudades estadounidenses y de todo el mundo, se sancione con una penalidad severa -tanto cuanto la ley establezca- para el policía que se la causó por obra y (des)gracia de la brutalidad con que lo inmovilizó contra el piso, y en menor medida para sus colegas que, pudiendo hacerlo, nada hicieron para evitarlo, aunque el detenido no oponía ninguna resistencia…

2) Es probable que la muerte de Giovanni López, en Ixtlahuacán de los Membrillos, que dio pie a una marcha de protesta ayer por la tarde en Guadalajara, a raíz de una golpiza por parte de varios policías, se esclarezca, primero, y se penalice después, aplicando “todo el peso de la ley” a “quien resulte responsable”…

3) Es seguro que ni Floyd ni López serán las últimas víctimas del exceso de fuerza aplicado por los “guardianes del orden” en el cumplimiento de su difícil y delicada misión social.

-II-

En teoría, los policías, en todos los países del mundo “civilizado”, al encarnar la “fuerza pública” de que los gobiernos deben disponer para preservar el orden e inhibir delitos o perseguir delincuentes, deben aplicar la fuerza estrictamente necesaria para contrarrestar el desorden o el peligro al que se enfrentan. Disponen, supuestamente, del adiestramiento, las estrategias, las herramientas (cachiporras, gases, esposas…) y el armamento adecuados y suficientes para ello.

En las recientes manifestaciones en Estados Unidos por la muerte de Floyd, tan censurables como la brutalidad del policía que, ya en el piso, le puso la rodilla en el cuello para inmovilizarlo, desdeñando sus quejas (“no puedo respirar”), han sido tanto la saña con que los gendarmes golpeaban a manifestantes caídos, como la furia y aun la cobardía de éstos, al agredir por la espalda, valiéndose incluso de palos y tubos, a los gendarmes que trataban de contenerlos.

-III-

Es probable que ni el de Floyd, en Minneapolis, ni el de Giovanni, en Ixtlahuacán de los Membrillos, puedan calificarse como asesinatos, porque difícilmente podrá probarse que quienes les causaron la muerte tuvieron esa intención. En todo caso, son homicidios que como tales deben juzgarse y sancionarse para que la sociedad se sienta protegida... y para que sus protectores se cuiden de no rebasar la casi imperceptible frontera entre resguardar el orden público y descargar su ira -comprensible y todo- con un ciudadano que casi siempre está en desventaja.

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