Jueves, 28 de Marzo 2024

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- “Bolarditis”

Por: Jaime García Elías

- “Bolarditis”

- “Bolarditis”

Con los bolardos, instalados inicialmente en las calles “tranquilizadas” del primer cuadro de Guadalajara con la sana intención de que cumplieran una función práctica y ornamental al mismo tiempo, y luego se convirtieron en una plaga, pasó lo mismo que con otras modas impuestas a capricho de los gobernantes, a instancias de sus nunca bien ponderados asesores (“no hay nada tan peligroso como un tonto con iniciativa… y con poder”)… y, muy a su pesar, por cuenta del ciudadano que paga impuestos.

-II-

Ahora, cuando “el supremo Gobierno, que no se equivoca nunca” –Pito Pérez dixit– tuvo a bien atiborrar la ciudad de esos elementos, para descubrir que no siempre fue lo más pertinente, y que si bien es posible que hayan evitado muchos accidentes también es evidente que han ocasionado unos cuantos; ahora, decíamos, viene a saberse que los dichosos bolardos fueron instalados por doquier, “sin un criterio rector”; es decir, a la buena de Dios; a la trompa talega, pues.

La historia no es nueva…

Administraciones hubo, por ejemplo, que decidieron, a partir de criterios esteticistas, retirar los enjarres que cubrían las fachadas de cantera de varios edificios públicos. El de la Catedral de Guadalajara fue uno de los casos más emblemáticos. Al paso del tiempo se dieron cuenta de que la cantera es muy vulnerable al medio ambiente… y que quienes le aplicaban enjarres no andaban tan perdidos.

En administraciones recientes les dio por hacer “peatonales” algunas calles del primer cuadro, y de sustituir los pavimentos de asfalto o de concreto, por adoquines. Recién instalados, en efecto, daban el gatazo. Pero el descuido de paseantes y vecinos y la negligencia de la propia autoridad, repercutieron en que al rato estuvieran deformes, la mayoría, y llenos de cochambre, la totalidad.

Otro casi similar fue, so pretexto de reforestar a la ciudad, la colocación de alamillos a Dios dar en las banquetas. A la vuelta de pocos años vino a saberse algo que ningún botánico, en su momento, tuvo la atingencia de advertir a quienes tuvieron la ocurrencia de adquirirlos y disponer su plantación masiva: que se trataba de una especie impropia para las peculiaridades climatológicas de Guadalajara.

-III-

El caso es que quienes se empeñan en dejar huella de su paso por el Gobierno de la ciudad, aplican a raja-tabla la norma de “Mi gusto es, y quién me lo quitará”… aunque luego se descubra que esa huella parece más de herradura que de zapato.

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