Viernes, 29 de Marzo 2024
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- Al bolsillo

Por: Jaime García Elías

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Se dice, para explicar -que no justificar- la resistencia de los automovilistas a no utilizar el teléfono celular mientras manejan, que “pocas cosas hay tan difíciles como modificar patrones de conducta”...

No es exacto. Abundan los botones de muestra al respecto. Uno de ellos: el uso del cinturón de seguridad, contemplado en la Ley y Reglamento de Tránsito desde mucho antes de que se volviera un hábito, fue letra muerta… hasta que un titular de la Secretaría de Vialidad dio la orden de aplicar la norma a rajatabla. A partir de que se decidió infraccionar, sin contemplaciones, a los conductores reacios a acatarla, la totalidad de los automovilistas, en un santiamén, hicieron un hábito del uso del adminículo, con la consiguiente disminución en el número de víctimas a raíz de accidentes viales.

-II-

Otro ejemplo de que los patrones de conducta pueden modificarse en el corto plazo y con relativa facilidad tiene que ver con los mismos teléfonos celulares… Su uso es relativamente reciente; se les ha convertido en herramienta básica, esencial en la vida moderna; prueba de ello, los corrillos -de jóvenes, sobre todo- en que cada uno “chatea” en su aparato… e ignora a quienes lo acompañan; (surrealista y cotidiano espectáculo que da la razón a quien sostiene que el celular “nos acerca a quienes están lejos… y nos aleja de quienes están cerca”).

La prohibición de utilizar el teléfono celular mientras se maneja se basa en argumentos serios; concretamente, datos como los siguientes (EL INFORMADOR, V-16-18, p. 1-A):

1.- Siete de cada 10 accidentes viales son causados por distracciones al atender el teléfono celular.

2.- Contestar una llamada incrementa hasta cinco veces la posibilidad de sufrir un accidente.

3.- Cuatro de cada 10 conductores usan el teléfono celular mientras están al volante.

-III-

Polémicas y todo, las fotoinfracciones, a partir de que comenzaron a aplicarse en la Zona Metropolitana de Guadalajara, han repercutido en que la mayoría de los automovilistas respeten los límites de velocidad, si no por convicción, sí por temor a la sanción… Así pues, considerando que uno de los órganos más sensibles del ser humano es el bolsillo, la conclusión cae por su propio peso: es imperativo que, como sucedió cuando se trataba de los cinturones de seguridad, la Secretaría de Movilidad aplique operativos sistemáticos al efecto de que, como han aprendido que el alcohol y la gasolina no se mezclan, los automovilistas aprendan ahora que el volante y el celular tampoco.

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