Viernes, 29 de Marzo 2024

Rodrigo Murray, su pasión es el teatro

El actor llega a Guadalajara con el monólogo “50 de cien”, todos los viernes de junio en el Conjunto de Artes Escénicas

Por: El Informador

Rodrigo Murray se emociona con la posibilidad de compartir su amor por el teatro ante los tapatíos. EL INFORMADOR/Archivo

Rodrigo Murray se emociona con la posibilidad de compartir su amor por el teatro ante los tapatíos. EL INFORMADOR/Archivo

Para Rodrigo Murray el teatro lo es todo, es una terapia, una representación de sí mismo. “Si todo el mundo fuera al teatro, éste sería otro planeta. No estoy hablando bien del teatro porque yo sea actor, pero sí es un evento humano donde pasan un montón de cosas que no te lo permite la televisión, el cine o estar pegado a una pantalla todo el día. En el teatro te desprendes de ti y te vas, si está bien hecho te conmueve, te puedes morir de la risa o llorar”.

El histrión, hijo del actor Guillermo Murray, vivió la pasión por el teatro desde los nueve años cuando se subió a un escenario y ya no se bajó. “Yo no puedo pasar seis meses sin hacer teatro, es como una droga y soy adicto para siempre, me casé con el teatro y tengo estas dos amantes que son el cine y la televisión. A mí el teatro me fascina, a veces llego mormado o cansado, con dolor de todo, hago la función y me quiero ir por una chela y unos tacos, parece que no me pasó nada. Es una sensación terapéutica, me permite como personaje generar otras cosas que habitan en mí y que no debo sacar en la vida real, para eso está la ficción, y la ficción también en el espectador, porque ahí es donde liberamos un montón de cosas”.

El actor, quien cumplirá 40 años en escena, recuerda que sus primeros montajes fueron “La Carpa” de Vicente Leñero, luego “Dios” de Woody Allen y a partir de ahí ya no paró, de hecho, hace un mes estaba en cuatro obras al mismo tiempo.

“Me gusta mucho mi trabajo y la creación de personajes, me gusta mucho utilizar la imaginación y pensar ser otro en algún momento. En la Edad Media me hubieran quemado en leña verde, en el siglo XVII me hubieran metido al manicomio por tener la necesidad de ser otro constantemente. Y ese proceso de tratar de ponerte en los zapatos del otro —no importa en el proyecto en el que estés— es un proceso personal, no importa si la película cuesta dos millones de dólares o $200 pesos. Yo me dedico a construir vidas que no son las mías, la mía la conozco y representarte a ti mismo es imposible y seguramente te va a salir mal, pero me fascina meterme a escudriñar en la de otros, no necesariamente que hayan vivido o que estén vivos”.

Su papá, su mayor crítico

Cuando Rodrigo se vio en la disyuntiva de decidir a qué se quería dedicar, si ser ginecobstetra o actor, pensó que como histrión tendría varias posibilidades de ser médico y así pasó. “Mi padre es actor y mi madre, ginecobstetra, muchas veces ella tuvo que estar de guardia o atendiendo partos. Entonces, ella mandaba a mi padre por nosotros a la escuela y luego él nos metía a un foro, o al teatro y ahí nos quedábamos tardes enteras, como que sí se inclinó mi gusto desde ahí”.

“Yo me debatí entre la medicina y la actuación. Y decidí ser actor porque siéndolo, sería medico muchas veces y curiosamente así lo ha sido. Cuando yo se lo dije a mi padre, evidentemente me apoyó, sería como incongruente que me dijera que no, pero me pidió que estudiara y terminé en la Facultad de Filosofía y Letras, estudié Literatura Dramática y tuve muchos cursos de perfeccionamiento y tanto me gustó la escuela que no salí nunca de ahí, como egresado me puse a dar clases y lo sigo haciendo”.

Señala que siempre que su padre acude a verlo al teatro u otras actividades escénicas, el nerviosismo está muy latente. “Cuando yo decidí ser actor, mi padre fue como un maestro, y un día nos volvimos colegas. Pero siempre tengo miedo (en los shows), cuando va mi padre estoy muy nervioso y cuando va junto con mi madre, peor. La crítica de un padre a un hijo no tiene que ser de menosprecio, él siempre fue muy claro y las cosas que me dijo me ayudaron, si no veía algo que estuviera bien hecho, era durísimo y devastador, tenía una argumentación poderosísima para decirlo, porque si no, ¿qué chiste?, ¿para qué eres papá?”.

Estará los viernes de junio en el CAE

Todos los viernes de junio en punto de las 21:00 horas, Rodrigo Murray se presentará en el Conjunto de Artes Escénicas (CAE) con el monólogo “50 de Cien” donde literalmente toma el papel de un libro en soledad haciendo referencia al aniversario del texto “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez. Aquí, “Ciende”, su personaje, confiesa sus sentimientos, lo que le duele, lo que goza, las peripecias que ha pasado desde que le salieron sus primeras líneas; cómo fue editado, premiado y sus sentimientos al ser leído.

¿Y cuál es la relación que guarda Rodrigo como actor y lector con respecto a la obra de García Márquez? “Debo de confesar que ‘Cien años de soledad’ no es la novela que más me gusta de él, me gusta mucho ‘Crónica de una muerte anunciada’. A mí me encanta el realismo mágico, pero no tanto, a veces me empalago y termino por no estar y creo que hay una maestro de tras de ‘Cien años de soledad’ que se llama ‘Pedro Páramo’. Y mi relación con García Márquez como lector, siempre fue buena, no hay nada que me disguste. Tiene una carrera espléndida de periodista, de cronista, de novelista. Lo que me gusta de él es que explica cosas complicadas de forma muy simple y cierra ideas con frases contundentes”.

Murray que tuvo la oportunidad de conocerlo en dos ocasiones. “La primera fue cuando él y mi padre escribieron unos guiones cinematográficos y los presentaron con seudónimo, cuando se presentaron los premios, se abrieron los seudónimos y el primer lugar fue para García Márquez y el segundo para mi padre. De ahí empezaron a tener una amistad más o menos seguida, yo estaba chiquito todavía. Mi papá decía que un segundo lugar no estaba mal cuando el primero era Gabriel”.

En otra ocasión, ya Rodrigo con amplia trayectoria en la actuación, estaba haciendo “12 Hombres en Pugna” cuando Gabo acudió a develar la placa de las 100 representaciones. “Ahí estuvimos cotorreando, evidentemente no me conocía, pero se acordaba muy bien de mi padre. Era un hombre dicharachero, muy vivaz y con gran sentido del humor, siempre con una idea importante”. 

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