Desde la infancia, Ricardo Yibrail Sánchez García encontró en el ballet un lenguaje para expresar emociones que no cabían en las palabras. Hoy, el bailarín tapatío forma parte de la compañía del Teatro Nacional de Serbia, en Novi Sad, tras un recorrido que lo llevó de una academia local a escenarios europeos donde la disciplina y la pasión se entrelazan con cada movimiento.Su historia comenzó con un gesto sencillo: encender el televisor y detenerse en los programas culturales del canal C7. “Yo no recuerdo bien, pero mis papás me dicen que cuando era chiquito, prendía la televisión y ponía el canal de la cultura. Me la pasaba escuchando ópera y ballet, y les dije a mis papás que quería hacer lo mismo”, recuerda en entrevista con EL INFORMADOR.No pasaron muchos años para que ese entusiasmo infantil se transformara en acción pues a los nueve años comenzó a tomar clases de danza, imitando lo que había visto desde su cama, saltando y repitiendo movimientos que apenas comprendía.Aunque sus primeros pasos fueron en una escuela pequeña, el cambio decisivo llegó a los 14 años, cuando ingresó a la Academia de Danza Doris Topete, en Guadalajara.Para Sánchez, ese fue el verdadero inicio de su formación profesional. “Con ella me cambió el semblante de algo más profesional, porque nos comenzó a llevar a concursos. Yo llegué en ceros, pero avancé muchísimo en tres años”, explica.La escuela de Topete es reconocida como una cantera de talentos que han brillado dentro y fuera de México, incluido el propio Isaac Hernández. En su momento, Sánchez no lo sabía, pero después descubrió que compartía esa raíz formativa con grandes figuras. “Cuando hablaba con la maestra Doris, yo no sabía que Isaac había estado en esta escuela y cuando me enteré fue muy sorprendente. No nada más ha sido él, también muchos bailarines de la compañía de Jalisco o maestros que hoy tienen sus academias estuvieron con Doris. Creo que fue una oportunidad muy grande haber estado en sus manos”.Topete no sólo le enseñó disciplina y técnica, sino que también le transmitió confianza en sus propias capacidades. Para Ricardo, regresar a visitarla es “como volver a casa”, un recordatorio de los cimientos sobre los que construyó su carrera.El salto internacional se dio en 2018, durante una competencia en Lecce, Italia. Allí, Sánchez obtuvo una beca completa para estudiar en la Escuela de Danza Húngara.“En la ceremonia me ofrecieron la beca al 100%. Desde un inicio era lo que quería: no sólo ganar medallas, sino una oportunidad fuera. La maestra me dijo que era una buena oportunidad, pero que tenía que estar preparado para no extrañar a México”.Ese cambio no fue sencillo. La emoción inicial se transformó pronto en nostalgia por su país, su familia y sus raíces. Sin embargo, encontró apoyo en sus maestros y compañeros, quienes lo alentaron a mantener el enfoque. “Me decían que, si quería regresarme, lo hiciera; pero si quería seguir adelante, me enfocara. Y yo me enfoqué en lo mío”.El ambiente europeo le mostró una forma distinta de vivir el arte con salas de teatro siempre llenas, público atento y un rigor académico que contrastaba con lo que había conocido en México. “A lo mejor los maestros húngaros eran un poco más duros, más fríos, pero creo que es por la disciplina. Nunca recibí mal trato, al contrario, aprendí mucho de mis compañeros extranjeros y de ver cómo trabajaban”.Tras tres años en la escuela, se graduó en 2021, en plena pandemia. En aquel momento no tenía asegurado un futuro laboral y pensó en regresar a México. Pero el destino le jugó a favor pues su director, Sárközi Gyula, lo invitó a unirse a su compañía.“Ese día, después de mi graduación, me dijo que le gustaba mi trabajo y me ofreció quedarme. Fue mi primer empleo y un cambio todavía más grande pues ya no era la escuela, sino trabajar de verdad, con la responsabilidad de no fallar porque había riesgo de perder el puesto”. Durante seis años permaneció en Hungría, primero como estudiante y luego como profesional.En 2024, Sánchez dio un nuevo paso al incorporarse al Teatro Nacional de Serbia, en Novi Sad. Allí ha encontrado un ritmo intenso de ensayos y funciones semanales. “Todo en Serbia es un teatro, entonces es ir, trabajar, ensayar y dar función casi cada semana. Eso sí me gusta mucho, porque aprendo todo el repertorio del ballet del teatro y las oportunidades llegan rápidamente”.Ese esfuerzo comienza a rendir frutos, actualmente ensaya un rol de solista en “La bella durmiente”, lo que podría significar un ascenso en la compañía. “Me están ensayando un rol de solista para ver cómo me voy a comportar. Creo que también he sentido ese cambio en mí mismo de a lo que voy: si quiero ser primer bailarín o solista, las oportunidades van llegando poco a poco”.Aunque en su formación exploró otros estilos de danza, Sánchez tiene clara su predilección por el ballet clásico. “Es lo que me gusta más, la expresividad, lo clásico que es el movimiento. Creo que han sido muchos años de dedicación y el ballet es perfección, cada día es ver en qué puedo mejorar”. No obstante, en su actual compañía ha tenido contacto con propuestas neoclásicas y contemporáneas que enriquecen su experiencia, sin alejarlo de la técnica académica.Más allá de la técnica, su motivación está en lo que transmite al público. “Yo lo siento como una proyección, salir y que el público pueda sentir el arte a través de mí. A veces creo que la gente no va mucho a ver baile y no se da cuenta que puede transmitir muchas cosas: emociones, sentimientos, alegría, pero también una forma artística de ver el cuerpo y el movimiento”.Los planes de Sánchez incluyen regresar a Hungría, ahora como parte de la Ópera Nacional, además de cursar una maestría en danza. A largo plazo, su anhelo es volver a México para impulsar nuevos talentos, tal como lo hizo su maestra Doris Topete.“Siento que en México hay mucho talento. En un futuro lejano, cuando termine mi carrera de bailarín, me gustaría hacer algo semejante a lo que hace Doris. Crecer la cultura en el país”.