Jalisco

Vive el otoño entre las calles de Guadalajara

La luz suave y cálida transforma el paisaje urbano, ofreciendo escenas dignas de postal

En las calles de Guadalajara el otoño se instala despacio, se hace un hueco entre las calles y se convierte una presencia en sus vientos cada vez más fríos que despeinan los follajes de los árboles, y en la luz dorada que tiñe esquinas y desborda de colores los atardeceres. Es entonces cuando la ciudad se transforma en un escenario donde la tradición, el arte y la cultura se combinan en un ejercicio de vida y de memoria, una nueva temporada, un nuevo ciclo e infinidad de cosas por hacer

En estos meses, la Perla Tapatía parece recuperar su ritmo natural. No hay prisa en las calles del Centro Histórico, el aire es más liviano, las plazas se llenan de colores otoñales y la vida cotidiana adquiere un brillo especial. A medida que el clima se vuelve templado y los atardeceres se colorean de tonos ámbar, la ciudad despliega un mosaico de actividades, paisajes naturales y experiencias sensoriales que la convierten en un destino imperdible para quienes buscan viajar con propósito, redescubrir tradiciones y dejarse envolver por la belleza urbana y natural.

 

Tradición viva: La ciudad se viste de calaveras y papel picado

Pocas ciudades mexicanas viven el otoño con tanta intensidad simbólica como Guadalajara. Aquí, el Día de Muertos no es una fecha más: es un ritual colectivo que se manifiesta en parques, avenidas, plazas y hogares.

En el corazón de la ciudad, el Parque Morelos se transforma en un bazar de nostalgia con la tradicional Feria del Cartón y el Juguete. El aroma a papel, engrudo y pintura envuelve a los visitantes mientras recorren los puestos donde artesanos de varias generaciones venden calaveras de cartón, esqueletos articulados, juguetes tradicionales y figuras decorativas. Esta feria es mucho más que un mercado: es un espejo de la cultura popular tapatía, un recordatorio de que la identidad también se construye con las manos, y que año con año atrae a cientos de personas en un recorrido colorido, un mercado crepuscular.

Y como cada año, el clímax llega con el Desfile y Pabellón Cultural de Día de Muertos, que recorre la avenida Hidalgo desde Chapultepec hasta la Plaza Guadalajara. La ciudad entera se convierte en escenario: comparsas de catrinas, carrozas floridas y músicos llenan la calle de color y sonido. Es un homenaje colectivo a quienes ya no están, pero también una celebración de la vida, del arte y de la resistencia cultural con actividades para toda la familia, talleres, altares de muertos y gastronomía. La cita es el próximo 25 de octubre.

Parques y bosques: El otoño se vive también en la naturaleza

Guadalajara no se explica solo a través de sus calles y monumentos. Parte de su alma vive también en sus espacios naturales, donde el otoño adquiere un carácter contemplativo.

El Parque Los Colomos, en el poniente de la ciudad, es uno de esos lugares donde el tiempo parece detenerse. Sus caminos alfombrados de hojas secas, el canto de las aves y la calma de sus cuerpos de agua invitan a la pausa y a la introspección. Bajo la sombra de sus pinos y eucaliptos, los paseantes leen, meditan o simplemente observan el vaivén de las estaciones. El jardín japonés, con su arquitectura sobria y sus estanques, es un rincón perfecto para perderse en el silencio otoñal.

Un poco más allá, el Bosque de la Primavera despliega su inmensidad. Con más de 30 mil hectáreas de extensión, este pulmón verde ofrece senderos para caminatas, rutas ciclistas, áreas de observación de fauna y ríos de aguas termales que brotan en medio del paisaje. Sumergirse en ellas durante los días frescos de otoño es un placer casi ritual: el agua caliente que corre entre piedras volcánicas parece llevarse consigo el cansancio del cuerpo y del alma.

Atardeceres dorados: El lienzo perfecto para los amantes de la fotografía

Si hay un fenómeno que distingue a Guadalajara en otoño, es la luz. La posición del sol y la claridad del cielo en estos meses crean atardeceres espectaculares, con tonos dorados, naranjas y rosados que bañan la ciudad en una atmósfera mágica. 

Para los amantes de la fotografía -profesionales o aficionados-, esta es la temporada ideal para capturar la esencia de Guadalajara. La Catedral Metropolitana, con sus torres neogóticas recortadas contra el cielo encendido, parece una pintura viviente al caer la tarde. El Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento, una de las joyas del neogótico mexicano, adquiere una textura casi irreal bajo la luz dorada, que se filtra entre sus vitrales y resalta los detalles de su imponente fachada.

En Guadalajara el otoño se anda en bici, se camina entre altares y papel picado, se escuchan los tambores que acompañan el desfile, se huele el aroma a pan de muerto recién horneado, se siente el vapor de las aguas termales en la piel y se ve cómo la luz del atardecer convierte la piedra en oro. Es también un recordatorio de que el viaje no siempre implica movimiento: a veces basta con detenerse en una plaza, mirar el cielo y dejar que el otoño haga su magia.

CT

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