Jalisco

¿Cuál es el mercado techado más grande de Hispanoamérica?

El Mercado de Libertad o San Juan de Dios tiene una extensión de 25 mil metros cuadrados y alrededor de cuatro mil nuevos locales

Guadalajara no puede entenderse sin su mercado emblema: El Mercado San Juan de Dios. Aquí un breve recuento de este tradicional inmueble en el centro de la capital de Jalisco. 

Entre los cientos de corredores, pasadizos y escondites del Mercado Libertad o San Juan de Dios, palpita el corazón de Guadalajara: fundado al margen del río que lleva el mismo nombre, afluente que dio vida a la capital tapatía, ha sido el hogar de miles de personas que han abrazado la tradición y memoria del mercado techado más grande de Hispanoamérica, el cual aún conserva su identidad, pese a todos los desastres y dificultades que ha enfrentado a lo largo de su vasta historia.

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“Aquí fue nuestro jardín, aquí fue todo. Me hicieron mis 15 años; antes no estaba este muro, estaba todo el patio, todo este pasillo y ahí me hicieron la fiesta de 15 años. De ahí empezaron a construir la escuela, pues no estaba la escuela; ahí terminé el sexto año de primaria. De ahí salimos a un gimnasio, que había baños, aparatos de gimnasio […]. En aquel entonces había como 35, 30 empleados, era tiempo que se vendía, entonces mi madre era dueña como de 40 puestos y como 25 casas”, comentó, sonriente pero de facciones y rasgos duros, María Ester López Gutiérrez, más conocida como Doña Ester, la locataria del mercado con más años. Desde hace seis décadas atiende el mismo puesto de huaraches, zapatos y chanclas en el corazón del patio principal.

En 1928 se construyó el edificio, a cargo del arquitecto tapatío Pedro Castellanos Lambley, el cual estuvo dedicado exclusivamente a albergar alrededor de 250 locatarios: el Antiguo Mercado Libertad o San Juan de Dios, ubicado en las calles de Dionisio Rodríguez, Javier Mina, Cabañas y Alfareros. Con el correr del tiempo, este inmueble demostró ser insuficiente para todos los comerciantes y personas que atendían el mercado.

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Durante el sexenio del exgobernador y escritor mexicano Agustín Yáñez, en 1958, se le dio al mercado el magno lugar que merece. Bajo la dirección del arquitecto austríaco nacionalizado mexicano Alejandro Zohn, se inauguró el 30 de diciembre el nuevo y aún vigente Mercado de Libertad o San Juan de Dios, con una extensión de 25 mil metros cuadrados y alrededor de cuatro mil nuevos locales.

Desde entonces, entre las negociaciones, ofertas y sonrisas de los cientos de locatarios que rebosan y avivan al mercado, este lugar ha sido la cuna de personas que no conocen otro hogar que no sea este inmueble.

La historia de Doña Ester

“Ya crecimos de 16 y de lleno le entramos al trabajo. A mí no me gustó la escuela, nada más me quedé hasta segundo de secundaria y se me hacía mucho […]. Este jardín fue nuestra cancha de futbol, basquetbol. Jugábamos canicas, yoyo, voladitos, a ‘las traes’, muchas cosas. Muy bonito que era todo, sano más que nada, que ya no va a volver jamás. Yo fui feliz toda mi niñez, todo lo teníamos aquí adentro, dentro de nuestras necesidades. Mi abuelita tenía 15 braseros y hacía aquí de comer ella y le daba a los empleados de comer. Era hermoso, hacía buñuelos. Qué Santuario ni qué nada, aquí teníamos todo, muy bonito. Nos permitían hacer los buñuelos, hacer las piñatas en diciembre, enero, pero ya nos lo quitaron. Todos cenábamos aquí la noche de Navidad, de año nuevo y nos daban la una, dos de la mañana, pero ha habido un cambio muy fuerte”, dijo la locataria para la entrevista, pero su mirada hablaba de los años perdidos, aquellos que eran más simples, más sanos y que ya no están, en palabras de Doña Ester.

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Afable, carismática, recordó a sus padres, dueños originales de su local, y todas las experiencias y dificultades desde 1962, cuando le fue heredado el negocio familiar. Sentada en una silla después de terminar de comer, la memoria la llevó a revisitar su vida en el corazón de su ciudad.

“Se quema el mercado en 1972. Aquí empieza la lumbre, antes los puestos eran de cartón de petróleo, eran las divisiones, y pues prendió más rápido la lumbre. Se quemó todo en una palabra, entonces mi mamá tuvo que vender casas, locales, para indemnizar a mucha gente por el motivo de que querían meter a mi mamá a la cárcel […]. Pero nos repusimos y sacamos adelante nuestro local”, mencionó, orgullosa Doña Ester.

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“Desde los 13, 14 años, que he venido aquí consumiendo lo que se vende en el mercado […]. Se ha hecho más tradicional conforme pasan los años en este mercado. Ha crecido más su fama. Somos todos una familia, se ha mantenido la misma esencia. La verdad lo tradicional de este mercado sigue, y va creciendo. Hemos luchado por mantener la tradición, los artículos tradicionales, mexicanos. Nosotras, en lo particular, aquí crecimos; desde chiquitas, desde los 13 años, hemos consumido todo. Aquí nos hemos vestido, aquí nos hemos calzado, aquí hemos comido, aquí hemos sacado adelante a nuestros hijos y aquí hemos encontrado a nuestros esposos. Yo creo que de alguna u otra forma el mercado se aferra a mantener esa identidad. Y así se mantendrá: el mexicano es mexicano y vamos a luchar para que así siga. El mercado tiene muy arraigadas las tradiciones”, comentó Teresa Lara, clienta de San Juan de Dios desde, al menos, la década de 1990, años en los que ha visto ir y venir a miles de compradores locales y extranjeros. De convicciones firmes, reconoce que el Libertad siempre estará vigente.

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Recuerda, con una sonrisa que se desborda, que el San Juan de Dios ha pasado por adversidades y contratiempos, pero ha sabido mantenerse a flote y ser uno de los mayores puntos de comunidad de la sociedad tapatía.

Opinión que también comparte Luis Jaime Esparza, otro de los clientes habituales del mercado. Con voz de mando y facciones recias, destaca lo que significa el San Juan de Dios para él y para los tapatíos.

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“Yo nací aquí, como quien dice. Tengo la edad que tiene el mercado, tengo 66 años. Es muy tradicional, es el más grande de Latinoamérica y va a seguir siendo así, es un patrimonio de la humanidad […]. Hay de todo en el mercado y encuentras lo que tú quieras aquí. Y se ha mantenido la misma esencia, misma identidad, mismas personas. Unas se mueren y llegan las nuevas, pero sigue igual, se ha mantenido igual, y la tradición sigue firme”.

Perdido, desorientado, persiguiendo el olor a torta ahogada y pozole, o quizá el revoloteo de los pájaros que bañan la plancha central del mercado, este corazón late con fuerza y sigue vivo a pesar de las tragedias. Basta introducirse en sus entrañas para escuchar las risas de los niños, la plática de los amigos y el típico “güero, ¿Qué buscas, qué vas a llevar?”, para descubrir que el San Juan de Dios palpita y, entre bolsas y huaraches de mimbre, vestidos y trajes tradicionales, comida, cinturones y botas de cuero, playeras de futbol y hasta el área de productos digitales, aún le presta a la ciudad sus latidos, fuerza y perseverancia.  

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