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Alcaldes, esos locos bajitos

Les propongo un juego.

Esta semana se realizaron los informes de gobierno municipales de los alcaldes metropolitanos.

Verónica Delgadillo en Guadalajara. Juan José Frangie en Zapopan. Sergio Chávez en Tonalá. Laura Imelda Pérez en Tlaquepaque. Y Quirino Velázquez en Tlajomulco.

Les enlisto cinco eslogan y ustedes adivinen a qué alcalde o alcaldesa pertenece:

1. Ciudad de la Transformación
2. Tiempo de la esperanza
3. Las niñas y los niños primero
5. Gobernar es cuidar
6. Vámonos recio

¿Adivinan?  

“Gobernar es comunicar”, reza la vieja máxima de la comunicación política, pero habría que repensarla. Parece que ahora es posible “comunicar sin gobernar” en un sentido amplio.

La lejanía de la realidad que expresan los slogan de los alcaldes contradice la cercanía que deberían tener con sus gobernados como primer orden de Gobierno.

En México sale muy barato ser alcalde. Por sus manos pasan las decisiones más importantes y de mayor impacto para las y los ciudadanos, pero nunca se le carga el costo político de la mayoría de los problemas.

La figura que siempre carga las “culpas” y el mayor costo político es la del gobernador del Estado o el Presidente. Esto no exculpa a los mandatarios estatales pues casi siempre fueron antes alcaldes.

Por ejemplo, un segundo piso en Avenida López Mateos sería sencillamente imposible sin la aprobación  de los alcaldes de Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco.

Un nuevo desarrollo en un área natural protegida o en una zona problemática jamás podría llevarse a cabo sin la acción u omisión de un alcalde.

Una correcta gestión y disposición de la basura, una banqueta en buen estado, una calle sin baches, un alumbrado público decente, todo eso, es responsabilidad directa de un alcalde.  

No les damos la importancia y el poder que tienen. La enorme responsabilidad que pesa sobre sus manos. Y tampoco les pasamos las facturas y el costo político de sus omisiones, malas decisiones y ocurrencias.

Lo que hace o deja de hacer un alcalde tiene una repercusión inmediata en la vida de las y los ciudadanos.

Sin embargo, nuestro deporte favorito es culpar al gobernador o al Presidente.

Tenemos así una alcaldesa tapatía que dice que “Gobernar es cuidar” en una ciudad insegura.

Un alcalde zapopano que antepone a “Las niñas y los niños primero” en una ciudad devorada por el desarrollismo inmobiliario que amenaza el futuro de esos niños y niñas.

Un alcalde tonalteca que presume la “Ciudad de la Transformación” sumergida en una inercia de pobreza y rezago.

Una alcaldesa de Tlaquepaque dispuesta a hablar impunemente del “Tiempo de la esperanza”. Y un Gerardo Quirino que confunde gobernar con arriar un caballo y su “Vámonos recio”.

¿No valdría la pena empezar a ponerles la vara y la exigencia más alta?

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