¿A quién le reclamamos los socavones?
La aparición de socavones en la ciudad es un síntoma más del deficiente mantenimiento de la poca e insuficiente infraestructura hídrica que tiene la ciudad y la falta de inversión de los gobiernos para ampliar este equipamiento y tener así un mejor manejo de las aguas residuales y pluviales.
Ese déficit de colectores, de falta de sustitución de tuberías fracturadas, drenajes y alcantarillas, combinado con el caótico desarrollo urbano, fruto de la voracidad inmobiliaria y la complicidad de autoridades que han cubierto de cemento antiguas superficies de filtración de agua, han provocado que muchos vecinos de cada vez más extensas zonas de la ciudad ya no solo se preocupen de las inundaciones cuando llueve, sino de lo que pasa con el agua debajo de las calles y avenidas que transitan.
Pero la preocupación aumenta cuando esa poca infraestructura hídrica se colapsa y provoca cada vez mayores socavones que tragan los autos que transitan por lo que aparentan ser sólidas avenidas.
Más aún, cuando los colectores que se rompen en el subsuelo tapatío son las obras que tienen muchos menos años que otros que tienen funcionando el doble, el triple o más años, lo que, naturalmente, nos hace sospechar que fueron obras de mala calidad.
El colector que reventó el viernes pasado en la colonia Bethel, de Guadalajara, funciona desde 2004. O sea que apenas a los 21 años generó problemas, y ese hueco, no solo en los 20 metros de longitud, cuatro de ancho y seis metros de profundidad, que de milagro no fue la tumba para la familia que cayó al fondo, sino en otro tramo que detectaron ayer apenas a cien metros de donde ocurrió el primero. El secretario de Obra Pública era Claudio Sainz David, en el gobierno estatal del ahora senador Francisco Ramírez Acuña, a quien también le tronó el colector de López Mateos e inundó el paso a desnivel de esa avenida y Las Rosas, que recién se había inaugurado.
Desde la bóveda con la que se tapó el río San Juan de Dios a lo largo de la Calzada Independencia, que se construyó en 1909 y sigue resistiendo, hasta otros que tienen operando 70, 50 o más de 33 años como el que se construyó en el Barrio de Analco, luego de las explosiones del 22 de abril de 1992, muestran que algo se hizo mal en este que duró apenas poco más de dos décadas.
Aparte de que en el SIAPA aclaren si atendieron o no los reportes que hablaban de fracturas en el pavimento que terminó desplomándose el viernes pasado, que hubieran evitado el susto detectando oportunamente la fuga, habrá que ver si este colector dañado cumplió con las especificaciones técnicas y las características por las que el constructor cobró, o de plano nos dieron gato por libre.
Sólo despejando estas incógnitas podremos saber a quién reclamamos los socavones, para deslindar responsabilidades y erradicar la impunidad que solo incentiva que sigan construyéndose obras de mala calidad, que crecen las ganancias de los contratistas coludidos con funcionarios corruptos, en detrimento de la seguridad y la calidad de vida de los ciudadanos.