Cuando el arte “Se pudre, se purifica y se transforma”
Manuel Rodríguez presenta en Sala Silenciosa 27 obras que exploran los ciclos vitales y la transformación de la materia
La Sala Silenciosa abrió sus puertas para recibir “Se pudre, se purifica y se transforma”, la más reciente exposición del artista tapatío Manuel Rodríguez. La muestra, que permanecerá disponible hasta el 15 de noviembre de 2025, reúne 27 piezas entre acuarelas, pinturas y obras de gran formato, en las que el creador explora un universo simbólico profundamente vinculado a la tierra y sus ciclos.
El título de la exposición sintetiza la premisa que guía el trabajo de Rodríguez: observar en la transformación de la materia una metáfora de los procesos vitales. La obra se despliega como una meditación sobre los vínculos invisibles entre vida y muerte, luz y oscuridad, materia y energía. En este cruce de polaridades, el artista propone al espectador una experiencia de contemplación que, más que explicar, busca despertar la sensibilidad hacia lo oculto y lo intangible.
En palabras de la curadora Isabel Hion, quien acompaña el proyecto con un texto reflexivo, la propuesta de Rodríguez “es una alegoría a esos intercambios eternos donde los elementos pasan por tantos estados de cambio que llega un punto en que se borra la división entre las cosas: ya todo ha sido tantas cosas, y todo está en todas partes”. Así, cada pieza sugiere que detrás de la forma y del color hay una fuerza más antigua: la inercia de la transformación perpetua.
La exposición invita a pensar en los procesos de creación como algo inseparable de lo natural. Según Rodríguez, la vida misma es una danza entre luz y penumbra: antes de que lo visible exista, hay un tiempo de incubación silenciosa donde lo oscuro prepara lo que pronto florecerá. Su trabajo propone que los símbolos -tan presentes en su identidad como mexicano- son herramientas para traducir lo abstracto en experiencias personales, donde cada espectador encuentra su propia lectura.
La tierra, como origen y destino, se convierte en un eje primordial. Sus ciclos de fertilidad, descomposición y regeneración son espejo de los misterios que subyacen a la práctica artística. “Crear es trabajar con un lenguaje onírico, con símbolos que cargan consigo significados múltiples y a menudo inexplicables”, señala Rodríguez. En esta visión, la magia, el hermetismo y lo cotidiano no son opuestos, sino facetas de un mismo flujo universal.
El recorrido por las salas revela obras que, más allá de su precisión técnica, buscan provocar una conexión íntima. Las imágenes parecen contener una energía latente, como si conservaran huellas de algo primordial. Lo visible se convierte en un portal hacia lo que no se puede nombrar, recordando que toda creación, como la naturaleza, es tránsito y renovación.
El universo de Manuel Rodríguez
Manuel Rodríguez (Guadalajara, 1992) es pintor y grabador. Su trayectoria se ha caracterizado por un diálogo constante entre dibujo, grabado y pintura, donde combina destreza técnica y discurso conceptual. Su obra se mueve entre lo bello y lo inquietante, con ecos de raíces prehispánicas que dialogan con la contemporaneidad.
Ganador del Premio Jorge Martínez en 2017, Rodríguez ha participado en más de 30 exposiciones colectivas y presentado cuatro individuales. Su trabajo forma parte de colecciones en distintos Estados de la República Mexicana, así como en Alemania, España, Suiza y Estados Unidos.
“Se pudre, se purifica y se transforma” no solo ofrece un recorrido estético: propone una reflexión sobre la vida como un proceso interminable de cambio. La materia se disuelve y renace, la luz emerge de la sombra, y en cada transformación late la certeza de que, como dice el propio artista, “la vida gana, siempre gana”.
CT