Deportes
Los fanáticos que no celebran nada
Algunos 'torcedores' consideran que lo mejor que le podía pasar al Mundial, era la eliminación del anfitrión
RÍO DE JANEIRO, BRASIL (10/JUL/2014).- El duro golpe sufrido por gran parte de la afición brasileña en el estadio Mineirao de Belo Horizonte ahogó las esperanzas de muchos, pero por otro gusto, despertó la alegría de una parte de la “torcida”, que no creyó ni en el torneo ni en su selección.
El martes, todo en la nación anfitriona se sentía como en un gigantesco cementerio de emociones. El bochorno y el sentimiento de humillación invadió las calles de las ciudades de Brasil. Los hinchas, ataviados de amarillo, con las caras adornadas y, muchos de ellos con la máscara de Neymar en la mano, buscaron un cobijo en sí mismo.
El futbol, esa gran pasión capaz de generar la más absoluta felicidad en muchos, un deporte apropiado por los brasileños, había supuesto en noventa minutos el mazazo más rotundo que se recuerda en la historia del balón de este país.
Aquellos que contemplaron las excelencias de Pelé, Garrincha, Zico, Rivelino, Ronaldo, entre muchos otros, ahora más pendientes de la situación social de un país con enormes diferencias.
Un empleado hostelero, que hace tiempo ya rebasó los sesenta de edad, mostraba cierta felicidad, exagerada o medio fingida, por la eliminación de Brasil. Era un hombre amante del futbol, de las costumbres y tradiciones brasileñas. Pero también consciente de la situación que vive su pueblo. Va ataviado con la camiseta de Argentina. La indumentaria que ahora mismo más puede doler al seguidor brasileño. “Me alegro de verdad. Se lo merecen”, dijo este aficionado con media sonrisa mientras se tocaba la camisa argentina. “No es normal este Mundial. Ha sido un gasto exagerado. La gente pasándolo mal en este país y se gastan millones y millones en el futbol. El país no está preparado para eso”.
Más metido en aspecto puramente deportivo, el empleado tenía su propia visión también del asunto. “Esta no es nuestra selección. No son nuestros jugadores. Son todos extranjeros. Brasil nunca ha jugado así. Este no es nuestro equipo”.
Es la otra visión del seguidor de Brasil. La otra parte de la “torcida”. La que espera que la vergüenza pasada ante Alemania, que la humillación padecida en el Mineirao, sirva de escarmiento. De lección para cambiar las cosas en Brasil. Al menos para que la canarinha recupere su fútbol.
El martes, todo en la nación anfitriona se sentía como en un gigantesco cementerio de emociones. El bochorno y el sentimiento de humillación invadió las calles de las ciudades de Brasil. Los hinchas, ataviados de amarillo, con las caras adornadas y, muchos de ellos con la máscara de Neymar en la mano, buscaron un cobijo en sí mismo.
El futbol, esa gran pasión capaz de generar la más absoluta felicidad en muchos, un deporte apropiado por los brasileños, había supuesto en noventa minutos el mazazo más rotundo que se recuerda en la historia del balón de este país.
Aquellos que contemplaron las excelencias de Pelé, Garrincha, Zico, Rivelino, Ronaldo, entre muchos otros, ahora más pendientes de la situación social de un país con enormes diferencias.
Un empleado hostelero, que hace tiempo ya rebasó los sesenta de edad, mostraba cierta felicidad, exagerada o medio fingida, por la eliminación de Brasil. Era un hombre amante del futbol, de las costumbres y tradiciones brasileñas. Pero también consciente de la situación que vive su pueblo. Va ataviado con la camiseta de Argentina. La indumentaria que ahora mismo más puede doler al seguidor brasileño. “Me alegro de verdad. Se lo merecen”, dijo este aficionado con media sonrisa mientras se tocaba la camisa argentina. “No es normal este Mundial. Ha sido un gasto exagerado. La gente pasándolo mal en este país y se gastan millones y millones en el futbol. El país no está preparado para eso”.
Más metido en aspecto puramente deportivo, el empleado tenía su propia visión también del asunto. “Esta no es nuestra selección. No son nuestros jugadores. Son todos extranjeros. Brasil nunca ha jugado así. Este no es nuestro equipo”.
Es la otra visión del seguidor de Brasil. La otra parte de la “torcida”. La que espera que la vergüenza pasada ante Alemania, que la humillación padecida en el Mineirao, sirva de escarmiento. De lección para cambiar las cosas en Brasil. Al menos para que la canarinha recupere su fútbol.