Viernes, 29 de Marzo 2024
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Vencer al mal con el amor

No es cristiano el que no hace nada malo, sino el que camina en seguimiento de Cristo, que pasa haciendo el bien

Por: EL INFORMADOR

'Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano' ESPECIAL /

'Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano' ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Ezequiel 33, 7-9:

“Te he constituido centinela para la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se la comunicarás”.

SEGUNDA LECTURA

San Pablo a los romanos 13, 8-10:

“No tengas con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley”.

EVANGELIO

San Mateo 18, 15-20:

“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”.

GUADALAJARA, JALISCO (10/SEP/2017).-  El remedio para llegar a vivir en una convivencia humana está en el nivel humano del respeto de sí mismo y el respeto a los demás, a sus personas, a su honra, a sus bienes.

Mas entre los bautizados, los creyentes, los seguidores de Cristo, se ha de escalar a otra mayor altura, no sólo en la justicia, sino en el sentido profundo del auténtico cristianismo, el que el Señor dejó en la ley y los profetas: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste:

Hay tendencia en algunos cristianos, de conformarse con el mínimo de exigencias morales de la fe, y creen ser de veras cristianos cuando dicen:

“No he robado, no he matado, no hago mal a nadie”.

Esta actitud aislante, inoperante, irresponsable y comodina, no es actitud cristiana. No es cristiano el que no hace, sino el que camina en seguimiento de Cristo que pasa haciendo el bien.

La Iglesia, tal como la diseñó el Maestro, ha de ser una comunidad de amor, desde la responsabilidad personal de cada uno de sus miembros, hasta la responsabilidad jerárquica operante.

Lo fundamental es que cada uno de sus miembros se sienta responsable, proporcionalmente, del hermano, ante Dios y ante la misma comunidad.

El apóstol San Pablo ha dejado la imagen de la Iglesia en la figura de un cuerpo —el cuerpo místico—, cuya cabeza es Cristo, y todos los miembros son vivos y operantes en el bien del cuerpo.

Muy conocida es la bella escultura El Niño de la Espina: un muchacho encorvado, puestos sus ojos y activas sus manos en la planta de un pie, del que quiere arrancar una espina que le causa dolor y le hace sangrar.

Así el cristiano, donde encuentre el mal, ha de luchar por arrancarlo.

En los primeros años, en la apenas fresca y tierna Iglesia que describe San Lucas en los “Hechos de los Apóstoles”, aflora con toda la sencillez la ternura, hasta casi la inocencia, de los primeros cristianos, que incluso ponían sus bienes al servicio de todos y juntos compartían la Palabra y el pan, porque se amaban. Y no todos eran perfectos, porque la Iglesia nació, creció y sigue hecha, amasada, con seres humanos, todos con la marca del pecado.

Y ante esa realidad permanente, el pecado, los pecadores propios y los ajenos, el cristiano ha de aprender —inspirado por el amor— a ser humilde ante las propias caídas, y a ser caritativo ante los pecados, las caídas de los demás. Si el cristiano de veras amas a Cristo redentor de todos, ha de amar a sus semejantes a pesar de que vea en ellos, como en sí mismo, debilidades, deficiencias, flaquezas, pecados.

Lo fundamental, ante las actitudes equivocadas o deliberadamente torcidas de los otros, debe ser, ante todo, no juzgar, ya que esto sólo es atribución de Dios.

“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas”. En el evangelio de San Mateo (18, 15-20) es clara la lección del Maestro para practicar, cuando lo pida el momento, la corrección fraterna.

Lleva a considerar un método, el proceso de reconciliación del pecador. Muestra una gran delicadeza por el bien de la persona que, por ser humana, se ha equivocado, ha pecado y con su falta ha hecho mal a otros.

El Señor muestra el estilo de corregir: ante todo, evitar herir la sensibilidad del prójimo. A solas, sin ofenderlo, sin humillarlo. Es un deber llamarle la atención, y esto es amor. Es el deber cotidiano del padre de familia, de la madre, ayudar a sus hijos a conocer el bien y apartarlos del mal. Deben ayudarlos a rectificar sus juicios, a enderezar sus pasos, si ya han pisado por sendas torcidas. “Si te escucha, habrás ganado a tu hermano; hazlo con amor”, decía San Agustín.

La corrección fraterna es un caso concreto de la ley del amor. Nadie que verdaderamente ame, puede permanecer indiferente ante el mal de los demás.

José Rosario Ramírez M.

¿Quién es el otro?

Todo cuanto hacemos puede tener dos vertientes de inspiración: quién soy y por consiguiente qué debo hacer en orden a lo que soy y deseo lograr y, a la vez, quién es el otro, ya que mucho dependerá como fuente de inspiración a quién se lo hago o con quién me relaciono. Por ejemplo, no será lo mismo que un hombre provea un poco de pan a un niño que ve hambriento en la calle, a que dé de comer a su hijo, las dos la misa acción: alimentar, con una fuerte carga emocional e inspiradora muy distinta, uno un niño que mueve a la compasión, el otro un hijo que se ha engendrado y que me genera amor y responsabilidad.

Jesús da en el clavo al dirigirse a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado…” Le dio tanto peso al ejemplo, que no es otro cualquiera que ha cometido pecado, es mi hermano, por lo cual no es una clase de protocolo y metodología de resolución de conflictos, es un imperativo a la corrección fraterna, el otro es mi hermano, y estoy obligado a procurar su salvación, por eso la importancia de la corrección fraterna.

Lo central no es el pecado que ha cometido el otro que es mi hermano, sino quién es y la necesidad de ser corregido con misericordia, no para ser señalado, sino salvado.

La corrección fraterna no debe ser un método del pasado, no obstante la costumbre del chisme y la difamación como estrategia en medios y personas, es una exigencia de la fe, “Ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”.

Siguen siendo vigentes las palabras del Papa Paulo VI: “La corrección fraterna es un acto de caridad mandado por el Señor. Su práctica obliga a quien la realiza a sacar primero la viga de su ojo, para que no se pervierta el orden de la corrección. La práctica de la misma se dirige desde el principio como un movimiento a la santidad, que sólo puede obtener en la reconciliación su plenitud; consiste no en una pacificación oportunista que disfrazase la peor de las enemistades, sino la conversión interior y en el amor unificador en Cristo que se deriva”.

La importancia de la corrección fraterna está en que es un instrumento indispensable para ayudar al crecimiento en la comunidad, en la familia o cualquier ambiente en el que nos desenvolvemos, para cimentar en el amor el reconocimiento de mi hermano y procurar su salvación.

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