Suplementos | La violencia y el discurso de odio, tendencias del debate político Un mundo convulso La violencia y el discurso de odio, tendencias del debate político Por: EL INFORMADOR 19 de junio de 2016 - 01:45 hs ¿Cómo se puede luchar contra el fanatismo que entiende que la violencia es un camino legítimo de expresión política? EL INFORMADOR / S. Mora GUADALAJARA, JALISCO (19/JUN/2016).- Los noventa fue la década de la euforia liberal. La caída de la Unión Soviética y del Muro de Berlín anunciaba la victoria del capitalismo, la democracia y el liberalismo. Con el muro y los soviets, se esfumaban las “alternativas” que rivalizaron con el capitalismo y la democracia “burguesa”; la historia le daba la razón a los neoliberales. Con mercados y ciudadanos se vive en paz. La borrachera liberal nos trajo alegres panfletos como aquel del “fin de la historia” de Francis Fukuyama y el “fin de las ideologías” de Daniel Bell. El nacionalismo, el fanatismo y el radicalismo, los grandes derrotados para esta triunfalista narrativa. Ya no seremos ni mexicanos, ni de izquierdas ni de derechas, menos católicos o musulmanes, las identidades se terminarían fundiendo en ese manto puro e incluyente del consumidor y del ciudadano. Las guerras eran cosa del pasado, el nuevo mundo sería fértil en comercio y en democracia. Las ideologías morían, de acuerdo a esta extendida doctrina liberal, ante el pragmatismo del mercado; las fronteras y las naciones, simples reminiscencias de un pasado oscuro y perturbador. La borrachera constituyó el advenimiento de una terrible cruda. El liberalismo no sólo no triunfó, no sólo no pacificó. La paradoja del mundo post-Guerra Fría es su inestabilidad, violencia y polarización. El sueño de ser todos consumidores y ciudadanos, hablando alegremente la lengua inglesa del comercio y la globalización de la comida rápida, se convirtió en la pesadilla del terrorismo, el fanatismo y la radicalidad. Desde 1990, la letalidad de los atentados terroristas -en número de muertes- se ha multiplicado por cuatro, si lo comparamos con el periodo previo y el número de atentados se ha multiplicado por cinco. Es decir, el mundo de hoy es incluso más violento, inestable y convulso que los últimos años de la Guerra Fría. Nigeria, Mali, Iraq, Afganistán, Estados Unidos, Francia, Bélgica, Ucrania e Inglaterra. Los países que han sido víctimas de ataques terroristas o de crímenes de odio en los últimos 18 meses. La convulsión mundial nos lleva a leer todos los días en las noticias de algún atentado en el centro de África, de decenas de muertos por la inestabilidad política en el centro de Asia o algún acontecimiento terrorista que sacude al centro del mundo, sea Estados Unidos o Europa. Y, sin embargo, tras las centenas de muertos por ataques terroristas o crímenes de odio, siempre nos preguntamos: ¿Cómo se puede luchar contra el fanatismo que entiende que la violencia es un camino legítimo de expresión política? ¿Qué se ha hecho mal en el mundo para que en pleno siglo XXI no podamos convivir pacíficamente a pesar de nuestras diferencias? ¿Por qué la democracia y la política no son capaces de encauzar y domar el espíritu violento y justiciero del fanatismo? Puentes rotos La polarización política ha tenido como efecto pernicioso la ruptura de los puentes de comunicación entre culturas. El miedo al otro y el discurso de la ultraderecha que abraza la xenofobia, hoy nos tienen habitando un mundo en donde el diálogo intercultural no es prioridad de los gobiernos. En Europa, los partidos de la ultraderecha, señalando a los migrantes como culpables de la crisis económica continental, han provocado que incluso los partidos de corte socialdemócrata hayan tenido que matizar sus posturas en materia de migración y acogida. Incluso, el modelo multicultural europeo, aquél que logró que Europa pasara de ser la zona bélica por antonomasia a ser la región más pacífica del mundo, se encuentra cuestionado por todos lados. La ultraderecha azuzó el temor y criminalizó al distinto, sea Le Pen, Wilders o Farage, sin embargo los partidos centristas no lograron construir una narrativa alternativa y empezaron a incorporar en su lenguaje conceptos que los distanciaban de las posturas de antaño. Europa fue por mucho tiempo espacio de encuentro, espacio de diálogo entre culturas distintas. La imagen viva de un continente que demostraba que se puede vivir en paz entre diferentes. Lo mismo sucede en el mundo árabe. La corrupción de los líderes políticos y las largas dictaduras, pactadas con Occidente, le entregaron a los radicales la posibilidad de conceptualizar al mundo europeo y americano como los enemigos. Lejos quedaron aquellos líderes como el ex presidente de Irán Mohammad Jatamí, quien emprendió una labor global de reconciliación entre Oriente y Occidente a través del llamado “diálogo entre civilizaciones”. Lo mismo sucedió en el pasado con José Luis Rodríguez Zapatero, durante su primer Legislatura, en la cual impulsó un entendimiento político y cultural con el mundo árabe. La realidad es que en un mundo fanatizado y polarizado, el discurso de odio ha sustituido al diálogo y a la voluntad de entendimiento. Los límites de la democracia La política es conflicto por métodos pacíficos. Es la base civilizatoria de la política: tomar decisiones colectivas sin matarnos unos a otros. Sin embargo, en una época marcada por el rápido incremento de las naciones democráticas en el mundo -pasaron de ser 19 en 1950 a ser 79 en 2010-, no vemos que la violencia se haya disociado de la política. Ni siquiera en las democracias que supondrían mayor nivel de desarrollo, como la del Reino Unido. En esta misma semana, una parlamentaria laborista, Jo Cox, fue asesinada en el contexto de la campaña que concluirá en el referéndum que decide si Reino Unido permanece o se sale de la Unión Europea. Cox, conocida por su defensa de los más débiles desde migrantes hasta enfermos de SIDA, tenía una posición nítida y rotunda a favor de la permanencia del Reino Unido en las instituciones de Bruselas. El asesino, Thomas Mair tiene vínculos comprobados con el grupo de ultraderecha nacionalista “Britain First”. Por cierto, de acuerdo a las crónicas del homicidio, que incluyó apuñalamiento, Mair gritó precisamente estas palabras antes de acabar con la vida de la parlamentaria laborista. Un crimen político, bajo cualquier óptica. Episodios como éste han ocurrido en Estados Unidos. Recordemos la agresión que sufrió la representante por Arizona, Gabriel Giffords, en 2011. El discurso del odio desborda los canales democráticos. Es cierto, la democracia no puede ser una tarde de té, como en su momento escribió Jesús Silva-Herzog Márquez. Sin embargo, el discurso del odio desborda los canales democráticos y aprovecha la crisis de ésta, para justificar la violencia. Las palabras no son inofensivas, cosechar el odio hacia el inmigrante, el homosexual o quien piensa distinto, siempre deviene en violencia y agresiones. La democracia ha logrado contener algunos de los impulsos violentos de grupos políticos, como ETA -por ejemplo-, que dejaron las armas y algunos de sus ex miembros apuestan por la vía política, sin embargo lo que es innegable es que la democracia vive una crisis global, de representación y eficacia, que termina alimentando a los enemigos de la libertad y de la diferencia. La democracia se debe renovar, reestructurar, ampliar y fortalecer, si quiere ser un escudo legítimo para impedir que los fanatismos se fagociten el espacio político con sus narrativas de odio. La política supone reconocer al otro como digno de existir. A diferencia de la naturaleza implícita en los actos terroristas, que quien no piensa como yo debe ser exterminado, la democracia parte de la legitimidad del otro, de asumir que mientras las posturas políticas respeten los derechos humanos y la dignidad de las personas, cualquier ideología es válida y defendible. Sin embargo, la narrativa política de la actualidad, incluso de partidos políticos que se asumen como democráticos, no parte de entender al otro como un adversario legítimo. El discurso de Trump en Estados Unidos, por ejemplo, está más cerca del fanatismo, de considerar a aquellos que no piensan como él como “enemigos de América”, que de una narrativa democrática que dote de legitimidad al adversario. La política es política cuando hablamos de adversarios o rivales, no cuando hablamos de enemigos que suponen un antagonismo irresoluble. “Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar”, dice Amos Oz en este estupendo relato que se titula “contra el fanatismo”. Es difícil discrepar con el escritor israelí. El fanatismo es obligar al cambio a quien piensa distinto, y siempre tener abierta la puerta de la violencia como una forma de expresión política. El fanatismo es la raíz del terrorismo, su explicación política. La única salida sustentable, aunque el horizonte sea al día de hoy demasiado lejano, es apostar por el fortalecimiento de la democracia, su profundización y ampliación. Existe un gran desencanto con la democracia, por el simple hecho de que muchos ciudadanos la ven como una forma que tienen las élites para imponerles decisiones a los ciudadanos. Recuperar la democracia o disputar la democracia, como lo escribiera Pablo Iglesias, es simplemente entender que un sistema político debe tener la capacidad de incluir y no excluir, respetar y no discriminar, consensuar y no imponer. Ser fanáticos de la democracia supondría construir un entramado de decisiones políticas que fuera un escudo eficaz ante los discursos del odio y la negación del otro. No hay más, ceder ante los chantajes de la “seguridad” y el sacrificio de las libertades, sólo abona a construir un mundo más desigual, desconectado, y permitir que los fanáticos y terroristas construyan ese estado de sitio en donde todos tememos. El sueño que nos vendieron los liberales no existe, el mundo de las ideologías sobrevivió y goza de cabal salud. El odio y la violencia, esos son los cánceres que se deben combatir desde la democracia. Temas Tapatío Enrique Toussaint Orendain Lee También El Clásico Tapatío cambia de horario Conquistando la cima más alta de Jalisco Resistencia cultural en el tianguis de la Leña La danza contemporánea abre paso al legado en el arranque del FID 2025 Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones