Suplementos | Trump, Sanders, Iglesias, Le Pen, López Obrador, todos son catalogados como populistas Populismos Trump, Sanders, Iglesias, Le Pen, López Obrador, todos son catalogados como populistas, pero, ¿realmente lo son? Por: EL INFORMADOR 31 de julio de 2016 - 01:25 hs El populismo está asociado con la irresponsabilidad administrativa, con el derroche de los recursos económicos. ESPECIAL / S. Mora GUADALAJARA, JALISCO (31/JUL/2016).- El populismo es uno de esos conceptos que se encuentra en el basurero de la historia, parafraseando al brillante pensador socialdemócrata Tony Judt. El populismo está asociado con la irresponsabilidad administrativa, con el derroche de los recursos económicos y con la polarización política. El populista es clasificado y no tiene derecho de réplica. Con poco análisis, y con más estereotipos que realidades, son calificados como populistas toda clase de disímiles personajes. Populista es Hugo Chávez; populista es Donald Trump; populista es López Obrador; populista es Cristina Fernández, y populista es Pablo Iglesias. Sin matices ni diferencias, todos son iguales. Parece que el concepto de populismo ha servido como una muletilla para explicar fenómenos que se salen de los cauces naturales de la democracia representativa. Es la condena discursiva a aquél que osa desafiar al establishment y a lo instituido. El populismo es un concepto prostituido en la práctica, manoseado por intereses y que su uso mediático le resta capacidad para explicar la realidad. De entrada, es fundamental despojarnos de los clichés cuando hablamos de populismo. Los economistas neoliberales han hecho del populismo su peor enemigo. Ya no hay un rojo comunista en el horizonte para infundir miedo en las clases altas y en las clases medias. El enemigo de lo establecido ya no son los soviets o la revolución cultural de Mao. Ahora, los defensores del liberalismo a ultranza, sin matices ni consideraciones, han hecho de los populistas su enemigo a derrotar. Para esta interpretación, el populista es el irresponsable que se sale de la ortodoxia de las doctrinas económicas hegemónicas. El populista es, de acuerdo a una frase muy utilizada, el político que “vende” a la gente soluciones sencillas para resolver problemas complejos. O como me dice un buen amigo, el populista se hace las preguntas adecuadas sobre desigualdad, pobreza y corrupción, pero sus respuestas siempre llevan a miseria, inestabilidad y caos. Queda claro que el discurso dominante ha querido vincular populismo con caos, populismo con irresponsabilidad. Sin embargo, el populismo es un problema más complejo que estas simplonas explicaciones. Al menos desde la década de los ochenta, existe una escuela de pensamiento que ha buscado desentrañar por qué surge el populismo y busca redefinirlo sin prejuicios ni estereotipos estridentes. Es difícil, en el mundo de hoy, encontrar una definición de populismo que no contenga una carga valorativa negativa de inicio. Es un concepto contaminado por la historia, ligado interesadamente a los peores ejemplos del pasado. En México, cuando hablamos de Echeverría y su desastre económico, siempre llega el apelativo: fue un populista. Cuando, en realidad, el único político populista, en regla, que hemos tenido en la historia de México es Lázaro Cárdenas. Si no le quitamos los estereotipos al tratamiento del concepto, será imposible entender el fenómeno. En primer lugar, no todos los populistas son lo mismo. No es fácil definir el populismo con precisión, sin embargo, tomando algunos elementos de académicos como Laclau y Mouffe, diría que el populismo es un fenómeno político de construcción discursiva de un pueblo, en donde la diferencia entre los de arriba -los poderosos- y los de abajo -el pueblo- vertebra las identidades políticas. Pablo Iglesias y Donald Trump, los dos son populistas. Los dos tienen la idea de un “pueblo”. Los Estados Unidos de Trump es el pueblo de la raza blanca, el protestantismo y la cultura del esfuerzo. Su concepción de los Estados Unidos está ligada directamente al nacionalismo. El pueblo es el “pueblo blanco”. El pueblo son los “WASP”, el auténtico americanismo. En cambio, el también populista Iglesias no tiene un relato excluyente del pueblo español, por el contrario, su construcción de una España plural incluye, por ejemplo, a los migrantes a través de los derechos sociales. El de Trump es un populismo de derecha, pero su problema no es el hecho de que sea populista, sino su xenofobia, el racismo y la exclusión. Meter a todos los populistas en el traje de irresponsables demagogos, es no entender nada del fenómeno. Ceder ante la descalificación. El populismo es una reacción antielitista; es su naturaleza. Eso comparten todos. Incluso, Sanders y Trump, uno a la izquierda y el otro a la extrema derecha, son consistentes cuestionadores de las élites de Washington y del “sistema”. Sin embargo, aunque el argumento de uno y otro es compatible, las soluciones son radicalmente opuestas. Esto lo omiten los estridentes críticos del populismo. Sanders nunca pensaría en un muro entre México y Estados Unidos, sino en redistribución y protección de los trabajadores. El eje de la narrativa de Sanders no tiene nada de nacionalista, no tiene una nación que proteger. Es cierto, la base de sus simpatizantes son empleados blancos empobrecidos por la crisis, sin embargo Sanders nunca trazó líneas por razas y menos por orígenes o lenguas. El populismo y el nacionalismo, suelen ser vistos como espejos, sin embargo no lo son. Los populistas comparten el diagnóstico sobre las élites y cómo edifican un sistema que excluye a las mayorías y enriquece a las minorías. Recordemos el “somos el 99%” de los ocupas de Wall Street, posterior a la Gran Recesión de 2008. Un discurso eminentemente populista, que construye a un pueblo frente a una élite reducida. Los populismos, lo que también comparten, es una relación “carismática” entre el líder y el pueblo. Existe una identificación, como lo explicó el psicoanalista Lacan. Una identificación en la que el líder simboliza, personifica, una idea política. Trump subsume su personaje en la “grandeza” histórica perdida de los Estados Unidos. Marine Le Pen, algo parecida con la grandeur de la nación francesa. Hugo Chávez y Bolívar, la unidad latinoamericana y la lucha contra el imperialismo. El populismo depende del líder, más que de las instituciones o de los partidos políticos. Por ello, los fenómenos populistas más reconocidos de la historia contemporánea continúan, décadas más tarde, ligados íntimamente al líder. El “peronismo” en Argentina es un extraordinario ejemplo de populismo. Por cierto, un discurso populista que, si bien tuvo elementos de discriminación particularmente durante el primer mandato de Juan Domingo Perón (1946-1955), la realidad es que la construcción de las clases medias argentinas, los derechos laborales y las prestaciones sociales, sólo se entienden a través del populismo peronista. Décadas después, el peronismo vertebra la política argentina: peronistas tradicionales, peronistas renovados y antiperonistas. El populismo no tiene una naturaleza antidemocrática. Es cierto, la dependencia que tienen los regímenes populares de los líderes, ha creado condiciones en muchos países para el desmantelamiento de la democracia liberal. Bajo las dicotomías que trazan los populistas, muchas veces se pisa la libertad de expresión, se recortan garantías y se vulneran derechos humanos. El líder entiende que no necesitan mediaciones para comunicarse con el pueblo y, por lo tanto, rompe algunos de los cimientos de la democracia representativa. Sin embargo, este tipo de regresiones son derivas autoritarias particulares, pero creer que el populismo es el origen del autoritarismo que demostraron presidentes como Chávez, en su momento, no tiene ningún sustento. Incluso, como señalan distintos autores en un texto recomendable que se llama “el populismo como espejo de la democracia”, el populismo nace también como un reclamo por parte de los ciudadanos de mayor representación y de crisis de la democracia tal como la conocemos. Es una exigencia de ampliar el canon democrático y colocar sobre la mesa otros mecanismos de participación directa de los ciudadanos como son los plebiscitos y los referéndums. Muchas veces el populismo es la respuesta a una crisis, la de representación. Por lo tanto, cuando escuchamos hablar a líderes sobre el populismo, tengamos nuestras reservas. Es una eficaz arma arrojadiza para tratar de desprestigiar a rivales políticos. Cuando Peña Nieto lo dice de López Obrador, su intención es colocarlo como el heredero de una tradición de irresponsabilidad política que sólo nos lleva a la ruina. ¿Qué más ruina que el actual modelo que sólo produce pobreza, desigualdad y falta de oportunidades? ¿Qué más ruina y demagogia que prometer, por ejemplo, que la luz y la gasolina bajarían con las reformas, y en agosto es el segundo mes que suben de forma consecutiva? Cuando hablamos de los peligros del populismo, primero deberíamos de pensar en los peligros del actual modelo. Redefinir el populismo no significa redimir a líderes racistas, xenófobos e impresentables como Wilders, Trump, Le Pen o Farage. Sus ideas son condenables, antidemocráticas y discriminatorias. Sin embargo, las tendencias populistas de estos líderes, no descarta la posibilidad de que existan representantes políticos con discursos populistas que tengan en la cabeza el mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría social y ensanchar la democracia y la representación. Como todo concepto, el uso interesado del populismo nos ha negado la posibilidad de entenderlo como fenómeno que está marcando el debate político en todo el mundo. Vivimos un tiempo populista, en donde la crisis de la democracia, tal como la conocemos, da espacio a que surjan discursos, desde la derecha y desde la izquierda, que desafían el estatus quo. El populismo es un acompañante político de los tiempos modernos, que nos obliga a entenderlo y conocer sus alcances. Temas Tapatío Enrique Toussaint Orendain Lee También Conquistando la cima más alta de Jalisco Resistencia cultural en el tianguis de la Leña La danza contemporánea abre paso al legado en el arranque del FID 2025 El “Baile de las Rosas”, una velada con causa Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones