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''No hay que confundir cultura con mercancía'': Enrique Sánchez Ruiz

El académico, especialista en el estudio de las industrias culturales, pone luz en puntos relevantes, ahora que el tema está en boca de funcionarios de todos los niveles

Por: EL INFORMADOR

Mercancía. ''Cuando tú vendes una película, o intentas vender una pintura... estás vendiendo significados'', asegura el investigador.  /

Mercancía. ''Cuando tú vendes una película, o intentas vender una pintura... estás vendiendo significados'', asegura el investigador. /

GUADALAJARA, JALISCO (05/MAY/2013).- Hay una gran diferencia entre cualquier mercancía y las mercancías simbólicas que producen las industrias culturales”, afirma Enrique Sánchez Ruiz: “cuando tú vendes una película, o intentas vender una pintura o una escultura, no estás vendiendo zapatos, estás vendiendo significados; estás vendiendo modos de ser, maneras de pensarse y de proyectarse”.

El profesor-investigador del Departamento de Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara, habla desde su pequeño cubículo en las nuevas instalaciones del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH). La entrevista responde al hecho —cada vez más común— de que los funcionarios de cultura presenten el fomento a las Industrias Culturales como una parte medular de sus planes de acción.

Considerado uno de los teóricos de la comunicación más importantes en América Latina, Enrique Sánchez es también un estudioso del tema. Su enfoque, explica, está en “la economía política de la comunicación, y por lo tanto, en el estudio de las Industrias Culturales como actividades económicas”.

¿Y qué son, pues, las Industrias Culturales? En palabras simples, se trata de una rama de la economía cuyas actividades “están especializadas en la producción de sentido”, afirma el también miembro de la legendaria banda de rock 39.4 y que cada fin de semana toca en diversos bares citadinos. Es decir, “la producción de libros, revistas, periódicos, programas de televisión, películas o discos musicales”, además de videojuegos, publicidad, páginas de Internet y software.

Su importancia en términos económicos no es poca. Según el economista Ernesto Piedras (¿Cuánto vale la cultura en México?, 2004), el trabajo creativo en este país conformaba —en 2004—  6.7% del Producto Interno Bruto.

¿Fomento a las industrias o a los contenidos?

Para Sánchez Ruiz es muy importante saber que las industrias creativas no agotan todas las actividades culturales. Otras artes como el teatro, la danza, la pintura, la escultura, o la música alternativa, no son propiamente industrias, pero su valor se mide en términos estéticos y simbólicos.

Esta diferenciación deben tenerla muy en cuenta quienes se encarguen de las políticas de fomento cultural: “por un lado está la cultura y por otro las industrias culturales”, afirma el investigador, quien asegura que estas últimas no son responsabilidad de las oficinas de cultura, sino de las secretarías de economía o promoción económica.

Para ejemplificar, y con base en sus estudios de política comparada, Enrique Sánchez cuenta la experiencia reciente de Canadá, donde el ministerio de Patrimonio (Canadian Heritage) solía tener una oficina dedicada a fomentar las industrias creativas de contenidos nacionales. Así lo hizo hasta que el Ministerio de Industria (Industry Canada) reclamó “celosamente” que ese era su campo de atribución.

“Una cosa es el apoyo al cine mexicano en tanto a contenidos en las películas, y otra cosa es el apoyo a la industria del cine mexicano en términos económicos”, aclara el académico, quien considera que —igual que sucedió en Canadá— las dependencias culturales deben enfocarse en lo primero.

¿Y de qué manera? “Complementando las escuelas de cine que hay en la ciudad, apoyando al Festival Internacional de Cine y otros que se generen, o haciendo confluir grupos creativos en talleres de guión”, por mencionar algunos ejemplos.

Y es que a la par del fomento a la economía —que es una responsabilidad de las secretarías económicas— para el investigador es primordial preguntarse “¿quiénes van a alimentar de historias?: historias que reflejen lo que aquí se piensa, lo que aquí se siente, lo que aquí se es, lo que aquí se quiere ser”.

Entre las más de 150 publicaciones en la trayectoria de Enrique Sánchez Ruiz —libros, coautorías, artículos especializados y de divulgación— el académico se refiere a una de sus colaboraciones más recientes: un texto que escribió para el libro colectivo El Estado y la Imagen en Movimiento, editado por el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA).

En su artículo, el investigador describe la manera en que la industria mexicana del cine casi desaparece, luego de la entrada en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cuyas premisas señalaban que el mercado debía actuar bajo sus propias leyes y sin intervención del Estado.

Lo anterior viene a cuento para ejemplificar el problema de mezclar los aspectos económicos y los aspectos creativos en el fomento cultural, cuando “la mentalidad que ha prevalecido en nuestro país es la de la ideología neoliberal, que piensa que todas estas actividades se deben dejar a manos del mercado”.

Más aún en el caso del cine, cuyo “mercado ha estado históricamente dominado por Hollywood”.  

Y ni siquiera la meca del cine estadounidense llegó a serlo gracias a las fuerzas invisibles del mercado. En diferentes momentos, el Estado norteamericano apoyó con subsidios su industria cinematográfica —continúa Sánchez Ruiz— tanto por razones económicas, como de divulgación internacional del American Way of Life.

Y si a las artes que no son propiamente industrias, como la pintura o el teatro, “se les va a apoyar en tanto que produzcan dinero, pues entonces van a desaparecer”, asegura Sánchez Ruiz. Y eso es muy preocupante “porque pueden no ser importantes en términos económicos, pero son importantes en términos culturales y simbólicos”.

“Contarnos nuestras propias historias”

En resumen, una política cultural “tiene que dedicarse a los aspectos simbólicos de las industrias culturales y a todo aquello que el mercado no favorece”, afirma el investigador, y recomienda a los funcionarios del sector, no confundir el concepto de cultura con el concepto de mercancía.

“Porque de alguna forma, las industrias culturales nos están diciendo constantemente quiénes somos, y si predomina el punto de vista hollywoodense, entonces nos están diciendo quienes somos desde criterios diferentes a los nuestros”.

De ahí también la preocupación de Canadá por fomentar los Contenidos Canadienses (CanCon), política que han justificado bajo el lema “Para contarnos nuestras propias historias”. Y lo mismo al interior de la Unión Europea, donde la ley Televisión sin Fronteras, obliga a las televisoras a tener una programación en la que por lo menos la mitad de sus contenidos, sea generada en los países miembros.

“Lo más importante para la cultura en tanto producto de las industrias culturales, es lo que significa”, reitera Sánchez Ruiz: “lo que hace significar a quienes la reciben y quienes la procesan”.

PERFIL

Profesor investigador

Enrique Sánchez Ruiz estudió la licenciatura en Ciencias Comunicación en el ITESO, una maestría en Comunicación y Desarrollo en la Universidad de Stanford, y ahí mismo, un doctorado en Educación y Desarrollo. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) desde 1984, y ha sido conferencista o profesor invitado en universidades de Canadá, Brasil, Estados Unidos, Bolivia, Australia, España, Argentina, Alemania, entre otras. Algunos de sus escritos se han traducido al inglés, al portugués y al francés.

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