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La ciudad de Juan Palomar y Arias

Sus trazos urbanos aún los añora la desperdigada guadalajara, a 25 años de su fallecimiento

Por: EL INFORMADOR

Juan Palomar y Arias en la cena de fin de curso que ofreció la generación 1962-1966 de ingenieros mecánicos electricistas, de la U de G  /

Juan Palomar y Arias en la cena de fin de curso que ofreció la generación 1962-1966 de ingenieros mecánicos electricistas, de la U de G /

GUADALAJARA, JALISCO (30/SEP/2012).- Sensatez es la palabra que define la vida y obra de Juan Palomar y Arias, el ingeniero civil jalisciense que revolucionó el desarrollo urbanístico de Guadalajara.

Siempre atento a las necesidades ciudadanas, Palomar y Arias entregó a la metrópoli tapatía una visión distinta del crecimiento arquitectónico con base en la exactitud y pulcritud. Quería una ciudad que impulsara la creación de espacios verdes y construcciones propicias para el esparcimiento y convivio social.

Nació en esta ciudad un 17 de julio de 1894 y fue un hombre que a lo largo de 50 años de trabajo  combinó delicadamente un carácter firme y sin titubeos, con una apasionada trayectoria gustosa de la exploración visual. El pasado 3 de septiembre se cumplieron 25 años de su ausencia en la ciudad.

“Era finísimo y muy educado, pero con un carácter muy fuerte; extraordinariamente honrado y recto”, comenta el ingeniero Carlos Petersen Biester, quien fue alumno de Juan Palomar y Arias cuando éste se desempeñó como docente en la Universidad de Guadalajara.

Un observador


Juan Palomar Verea, su nieto, lo recuerda como un gran hombre que lo guío y le enseñó a explorar los muros, las fachadas, las casas, las calles, las ciudades y pueblos deJalisco.

Hoy el arquitecto Juan Palomar Verea recuerda a detalle cada momento compartido con esa figura de suprema paternidad y respeto social. Las estampas del pasado evocan a una trayectoria impecable y llena de logros, entre los que se mencionan obras icónicas en la ciudad como el entubamiento del Río San Juan de Dios, las aperturas de las avenidas 16 de septiembre, Juárez, Niños Héroes y La Paz.

Los días de Juan Palomar y Arias se desahogaban entre uno de sus más grandes pasiones: la observación. Cotidianamente, el ingeniero era acompañado por su nieto Palomar Verea en recorridos que realizaba en diversas zonas de Jalisco. Gustaba de admirar construcciones como iglesias, mercados y panteones encajados en cada uno de los barrios de Guadalajara con el objetivo de ampliar su memoria y saber qué pasaba con el desarrollo de la ciudad.

A lo largo de su vida, Palomar y Arias realizó cientos de dibujos y bocetos, material que actualmente está en proceso de catalogación junto a cada una de sus obras y proyectos. Por las tardes, el ingeniero civil dedicaba horas a la lectura, que por su formación profesional y cultural “era un gran francófilo”, hablaba con soltura el inglés y francés, además solía reunirse con su círculo cercano de amistades, entre los que prevalecen los ingenieros Jorge Matute Remus,  Elías González Chávez, y los arquitectos Enrique de la Mora y Luis Barragán.

Juan Palomar y Arias fue un visionario. Propuso soluciones sencillas y eficaces a la movilidad y vivienda tapatías. Sugería y era escuchado por las altas esferas gubernamentales de Guadalajara y Jalisco; desde la creación del primer Plano Regulador, en 1943, él formó parte de las filas de expertos que dieron seguimiento a los estudios y cuestiones urbanísticas.

Entre sus principales tópicos de trabajo reinaba una consigna: “Una ciudad que pudiera crecer armónicamente, que fuera digna para todos sus habitantes y tuviera una planeación que pudiera prever las dificultades del futuro y darles alguna solución”. En la década de los treinta planteó medidas como mantener el empedrado en las calles, con el propósito de facilitar la absorción del agua generada por las lluvias para evitar inundaciones y proporcionar un clima fresco y ligero. Todo, antes de la llegada del asfalto.

También propuso que todo el trazo del ferrocarril que cruza Guadalajara fuera deprimido —como se aplicaba en las ciudades europeas— de tal manera que el tejido urbano no quedará seccionado por las vías del tren, situación que a la fecha es un gran problema para la ciudad, explica Palomar Verea.

En cuestiones arquitectónicas, Palomar y Arias es autor de la Escuela Agrícola de Tecomán, la Escuela Náutica de Mazatlán, la Iglesia de San Francisco de Sales en Guadalajara; junto al arquitecto Pedro Castellanos, proyectó la Iglesia del Salto de Juanacatlán, la Iglesia de la Soledad, la Iglesia de la Santa Cruz, el Colegio Fray Pedro de Gante, así como la casa de Luis Barragán en Chapala, la casa del general Marcelino García Barragán en colaboración con el ingeniero Enrique Ladrón de Guevara en Guadalajara, el Hospital de la Cruz Roja en Ciudad Guzmán, la Iglesia de Cuyutlán en Colima y la Ciudad de los Niños del Padre Cuellar, en colaboración con su único hijo Yves Palomar, además de un gran número de casas particulares.

La metrópoli tapatía intenta resguardar las líneas de trabajo que trazó el ingeniero Juan Palomar y Arias. Y aunque la ciudad ya no ha crecido como él imaginaba, como una Guadalajara ordenada y armoniosa en su construcción, el respeto que algunos conocedores de la materia (urbanística, arquitectónica y de ingeniería civil) se mantiene intacta, hasta por las personas que lo desconocen, pero agradecen silenciosamente el legado planificado y llevado al concreto.

El homenaje rendido a este hombre ha ido más allá de la memoria viva de su trayectoria. Dos de las más importantes calles de la ciudad llevan su nombre. La primera abarca desde Avenida Vallarta hasta Pablo Neruda, en Guadalajara; la segunda vía es de la colonia Jardines Vallarta hasta Periférico Poniente, en Zapopan.

PERFIL

Francófilo


Juan Palomar y Arias, fue hijo de Carlos Palomar y Calvillo y Julia Arias y Zavala. Su educación sucedió entre Guadalajara y la hacienda Cofradía del Rosario, cerca de Zapotlán. Posteriormente, durante su juventud, Palomar y Arias viajó a Lovaina, Bélgica, para estudiar Agronomía y después se trasladó a Francia, donde ingresó al Colegio Chaptal. Se casó con la francesa Genevive Loriot, con quien procreó a su único hijo, Yves Palomar Loriot. Enviudó a los pocos años, por lo que volvió a contraer matrimonio con Soledad Orozco.

Recibió su título de Ingeniero civil en 1934; su vida laboral inició junto a los arquitectos Agustín Basave, Luis Barragán y Pedro Castellanos, y el ingeniero Filiberto López Aranda, en Guadalajara.

En 1940 fue fundador de la Comisión Consultiva de Planeación de Guadalajara; se desempeñó como urbanista y planeador de la Junta General de Planeación y Urbanización del Estado de Jalisco (actualmente departamento de Planeación y Urbanización), donde fue encargado del Plano Regulador. De 1953 a 1974 trabajó en el Departamento de Obras Públicas del Ayuntamiento de Guadalajara.

Combinó su labor urbanista con la docencia en la Universidad de Guadalajara de 1947 a 1973, en las carreras de Ingeniería y Arquitectura; además de ser catedrático de la Universidad Autónoma de Guadalajara y del ITESO.

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