Domingo, 26 de Mayo 2024

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Suplementos | La comunidad cristiana tiene la obligación de guiar y enmendar a sus miembros

La Iglesia es madre y maestra

La comunidad cristiana tiene la obligación de guiar y enmendar a sus miembros

Por: EL INFORMADOR

Madre Teresa de Calcuta.  /

Madre Teresa de Calcuta. /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Ezequiel 33, 7-9

“Si no amonestas al malvado, te pediré cuentas de su vida”.

SEGUNDA LECTURA:

San Pablo a los romanos 13, 8-10

“El que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley”.

EVANGELIO:

San Mateo 18, 15-20

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.

GUADALAJARA, JALISCO (07/SEP/2014).-
El misterio de la Iglesia de Cristo, en cuanto a comunidad fraterna, es una comunión Cristocéntrica en la unidad, en el amor, en el testimonio de la palabra de Dios aceptada de buen gusto y con sinceridad, y en la recepción de los sacramentos teniendo como centro la Eucaristía.

Por amor a Cristo se ama a los prójimos; y si éstos por sus flaquezas, por su debilidad, por sus deficiencias, han caído, la caridad será activa.

Quien verdaderamente ama, no puede permanecer indiferente ante el compañero caído y en peligro.

La Iglesia tiene la responsabilidad cotidiana, en medio del mundo, de hacer el bien, de vencer al mal con la sobreabundancia del amor sincero y del amor a Cristo.

La Iglesia es madre y maestra, y si corrige, es la madre en el íntimo deseo de la enmienda del hijo.

Cristo es modelo y maestro en el arte de orar. Antes de iniciar su vida pública, se retiró al desierto a orar durante 40 días y 40 noches.

Orar es, con fe, entablar un diálogo desde la pequeñez de la criatura hasta la majestad infinita del Creador.

La Iglesia vive siempre en oración. Con el culto, en  la administración de los sacramentos y con otros muchos medios, la Iglesia alimenta la oración continua.

Además de la oración litúrgica, que es la oración oficial de la Iglesia, cada cristiano busca y encuentra la forma personal de dirigirse a Dios.

La mejor oración, la verdadera, es cuando se le da culto a Dios “en espíritu y en verdad”. Pero el hombre, alma y cuerpo, experimenta la necesidad de expresarse, de manifestar sus sentimientos con la palabra, con expresiones corporales, con actitudes, posturas, para sentir que ora con todo su ser.

A veces también en el silencio, con recogimiento, sin palabras, la mente y el efecto se elevan a Dios, a sus misterios, a sus verdades reveladas. La vida de Cristo es tema inagotable para la meditación y para ir más allá en  la contemplación.

En el Evangelio de este domingo el Señor invita a que oren “dos o más”, a formar una comunidad de fe, de amor y oración, y promete hacerse presente entre ellos cuando oren.

Quien adelanta en el difícil arte de orar, es quien se inició desde pequeño y en su hogar. La oración en familia es la mejor escuela de oración.

Cuando dos o tres oran juntos, allí Cristo se hace presente; su presencia invisible y generosa llena de bienes a esa familia, estrecha a sus miembros en el amor, los hace capaces de perdonar, de sobrellevarse y de permanecer unidos.

José Rosario Ramírez M.

Amar hasta que duela

La pobreza en la madre Teresa Calcuta es uno de los grandes aportes que actualmente encontramos en la Iglesia. Ella no sólo se dedicó a cuidar a los más desfavorecidos, atenderlos y protegerlos, sino que es ahí en donde encontró el rostro de Jesús.

La vida de la Madre Teresa fue una entrega total de amor, humildad y de ver en las pequeñas cosas la grandeza de Dios vivo. Ella les regresaba la dignidad a aquellas personas que por prejuicios les era quitada. Aun con las enfermedades que en sus últimos días tenía, cada vez más graves, ella continuaba respondiendo a las necesidades de su instituto y de los pobres.

El dolor físico y espiritual que ella pudo sentir siempre lo vivió en silencio, y esto no como un signo de rechazo, sino de humildad, de esa relación íntima con Cristo y de aceptar por voluntad aquello que le sucedía, como forma de seguir con lo que su corazón sentía, ese silencio que le proporciona una visión nueva de todas las cosas.

Una de las frases que más me llama la atención de la Madre Teresa y que se vincula directamente con el Evangelio que escuchamos hoy, es que ella «preferiría cometer errores con gentileza y compasión antes que obrar milagros con descortesía y dureza», en este sentido, todo lo que atemos en la Tierra, será atado en el Cielo, y es justamente ese cometer errores no por voluntad, por el contrario, asimilar y corregir aquello que depende de mí.

Muchas veces, nuestra forma de corregir a nuestro prójimo no es con las palabras adecuadas, el lugar o el momento indicado, y es ahí donde entra nuestra capacidad de discernir. No es sólo llegar y decir lo que pienso y siento con relación a la otra persona, sino conocer a esa persona, definir qué es lo que está mal y cómo puedo ayudarla a corregirlo.

Dios y comunidad


Es una realidad insoslayable que la mayoría de los bautizados está muy lejos de comprender, aceptar y vivir lo que Dios quiere. Predominan las personas individualistas; aquellas que no quieren ni les interesa estar en comunión con los demás creyentes, y viven su ‘fe’ de una manera egoísta, es una fe vertical, es decir, privilegian su relación con Dios y minimizan y hasta desprecian su relación con los demás, particularmente con aquellos que profesan la misma fe que ellos dicen profesar. Si se trata de compromisos, suelen sostener que éstos son con Dios y no se comprometen con ningún tipo de grupo apostólico, asociación, movimiento, etc.

Viven encerrados en sí mismos, y por lo tanto son sus propios pastores, y se 'apacientan' a ellos mismos; son también sus propios directores espirituales, y convalidan ellos mismos sus decisiones y acciones, y se convierten en sus propios jueces, emitiendo sus veredictos personales acerca de la forma de vivir su ‘religión’. Es por ello que llegan a calificarse como personas ‘buenas’, que no se meten con nadie, que no le hacen mal a nadie.

Otros han caído en el subjetivismo, es decir, todo lo pasan a través del filtro de su propia manera de pensar, de su personal escala de valores, de su ‘sabiduría’; interpretan, ya sea la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, o incluso los mismos acontecimientos, a la ‘luz’ de su propia perspectiva y conveniencia, y todo lo que no esté de acuerdo a sus criterios es anacrónico, intranscendente, no tiene valor, lo que les hace aislarse de la comunión eclesial.

Un tercer grupo, quizá los menos, que han tenido la oportunidad de estudiar, suelen intelectualizar todo, pasándolo por el tamiz, no sólo de su propia visión de las cosas, sino de la de aquellos de los que aprendieron, ya sea profesores o autores de libros. Esta actitud impide que participen de la dinámica de la comunión.

Jesús no vino a salvar al individuo sólo, aislado, sino a la persona que vive en comunión con los demás, que está inserta en la gran comunidad que es la Iglesia que Él fundó y a la que encargó, precisamente, la continuación de su obra salvadora, a partir de una labor de congregar a todos sus hijos en la común unión que opera el Espíritu Santo.

Es necesario, pues, caminar juntos en la vida de la fe, para salvarse juntos, lo que implica renunciar al individualismo, al subjetivismo, al intelectualismo y a tantos ‘ismos’ más, cuyo común denominador es el egoísmo, para empezar a construir la comunidad.

La Iglesia es ese pueblo de Dios, es la Comunidad de comunidades. Y es, precisamente, en el seno de la comunidad, donde el Señor ha querido manifestarse. Así nos lo recuerda el Evangelio de este domingo en las  palabras de Jesús “Yo les aseguro también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy Yo en medio de ellos”.

Francisco Cruz Luna

Lo que Jesús enseña

El Evangelio ha trascendido los tiempos y ha llegado hasta nosotros, pero en realidad sería poco menos que inútil si lo tomamos como uno de esos mensajes o noticias que escuchamos a diario en los medios.

Sólo reconociéndolo como Palabra viva de Cristo Jesús y asumiendo en serio su enseñanza como lecciones a practicar, podemos decir que el Evangelio es verdaderamente válido para cada uno de nosotros.

La página de hoy es demasiado densa, y tan cargada de contenido que tendríamos que usar muchas cuartillas para poder desglosar su contenido, ya que hoy se nos presentan tres temas incuestionables que no podemos hacer un lado si de veras queremos vivir el Mensaje de Cristo Jesús nuestro Señor.

El primero se refiere a interesarnos por lo que hacen los otros, y ayudarnos mutuamente a ser mejores, porque el bien y el mal de otros nos atañe, y también porque el mal que cada uno cometemos afecta a nuestro entorno cercano y también a nuestro mundo.

La segunda aseveración, que fue dada a los discípulos de atar y desatar en este mundo, y aunque generalmente este texto lo asociamos con el perdón que en nombre de Señor se nos da, también de alguna manera se hace extensiva a cada ser humano, ya que lo que hacemos o dejamos de hacer en este mundo repercute en nuestro provecho o daño para la eternidad.

Finalmente, el tercer enunciado se refiere a la oración que adquiere fuerza y eficacia cuando nos unimos con el mismo propósito y con idénticas intenciones. Muchas veces limitamos la oración tan sólo a pedir y pedir para nosotros mismos, y tal pedimos que tan sólo oramos por cosas materiales que nada tienen que ver con el verdadero bien que debemos de buscar.  La oración más efectiva es cuando se hace en favor de los demás, cuando rompemos el interés egoísta y nos abrimos a la infinita misericordia del Señor, es amor y bondad para todos.

Además, hay un inexplicable misterio en ese orar conjuntamente, “dos o más”, ya que el mismo Cristo Jesús se hace presente para reforzar nuestra súplica ante el Padre. Es extraordinario, es maravilloso, ya no somos solos en la oración, tenemos ante Dios nuestro Padre la mejor palanca que es su Hijo predilecto. Ya podemos tener la certeza de que seremos escuchados.

Por eso es muy bueno reflexionar en lo que vamos a pedir, porque tenemos la gran posibilidad en las manos… No nos suceda como lo de aquel cuento en el cual a un matrimonio les ofrecieron cumplirles tres deseos. El marido rápido dijo: “Yo quiero una salchicha” la mujer indignada por la pequeñez de su deseo dijo: “yo pido que se te pegue a la nariz”… Y como ya no les quedaba sino un deseo, después de mucho llegaron al acuerdo de pedir:  “que al hombre se le despegara la salchicha de la nariz”.

Cuántas veces nos comportamos como esta pareja; tenemos la posibilidad de pedir dones que nos pueden dar la plena felicidad del corazón y pedimos antojitos que se esfuman como humo.

ORACIÓN

Señor Jesús, ven otra vez a enseñarnos
tus lecciones divinas, ven a darnos
la verdadera dimensión de lo que más nos conviene,
para que sepamos actuar en todo momento
con la misma asertividad que nos sugieres
para ayudar y perdonar, para pedir lo que es bueno,
noble y santo, para saber escucharte a ti, que eres el
Maestro de verdad y que nos enseñas lo que nos conviene.
Para vivir bien esta vida eterna y duradera
que comienza ya, aquí y ahora

María Belén Sánchez, fsp

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