Esperar en el Dios de la vida

Es verdaderamente impactante meditar en la creación de Dios, que fue dando vida a las cosas, a los vegetales y a todo cuanto existe en nuestro mundo y sin duda en todo el universo.

Muchas veces los pensadores se rompen la cabeza pensando si habrá vida en otros planetas, como la hay en el nuestro… Será tal vez porque dudan de la fantasía de Dios y seguramente piensan que se le agota tan rápido como la nuestra.

En tiempos como el presente, en el cual muchos se asombran cuando alguno dice descubrir en una partícula atómica el germen de vida, tendríamos que preguntarnos si esa misma partícula no la han sentido nunca vibrar en todo su ser y palpitar en el propio corazón.

Esto que constatamos en descubrimientos científicos recientes, ya lo han vivido cada uno de los seres humanos que han desfilado en su momento por esta tierra.

Más aún, la materialidad que constatamos en nuestra parte física es infinitamente menor que la parte espiritual, que eleva a los seres humanos a una dignidad de hijos.

Por eso es importante elevar las ideas, los pensamientos y el corazón hacia estratos en donde la esperanza es ruta y camino, sendero y meta.

No podemos quedarnos anclados en niveles inferiores; la vida a la cual el Señor Dios nos llama es mucho más, y a ella es necesario tender sin vacilación.

Por eso es bueno preguntarnos ¿qué calidad de vida llevo adelante en cada uno de mis días, y cuál es la base y la razón de mi esperanza?

Mirar al cielo, esperar que todo caiga de allí como la lluvia y el granizo, sin poner nada de nuestra parte, es una actitud bastante ingenua y muy semejante a la de los niños de pecho, a los cuales les basta llorar para recibir atención y alimento.

Para tener derecho a la esperanza fundada en nuestro Dios, es necesario ser también nosotros, cada uno, creadores y constructores de esperanza.

Dios nos da los elementos, y Jesús mismo nos ha dado el ejemplo con su vida, sus actos, su enseñanza y su Palabra de vida.

Cultivar la bondad, la justicia, la alegría, la amabilidad y todas esas características que hemos visto reflejadas en el rostro de Cristo Jesús nuestro Señor, vale más que muchas ofrendas con las cuales queremos a veces satisfacer nuestro ego y creemos que estamos haciendo un favor al mismo Dios; un favor del cual Él tendría que estar agradecido y darnos hasta un diploma.

Nada de eso; sus promesas van en otra línea y lo que verdaderamente pide es una sana actitud del corazón, disponible y abierta, para poder recibir las innumerables gracias que Él quiere darnos cada día.


ORACIÓN

Acto de Esperanza

Señor, yo creo en ti, y espero en tus promesas,

porque tus palabras son palabras de Vida Eterna.

De ti espero todos los bienes de esta vida

y la felicidad eterna en la otra.

De tu gracia espero fortaleza

en las adversidades inevitables,

paciencia cuando todo se pone difícil

y no se ve claro el camino hacia el futuro.

De tu bondad espero también el perdón

de todos mis pecados y ofensas y negligencias.


María Belén Sánchez, fsp