Suplementos | El hombre piensa, analiza, sintetiza, quiere, decide y obra guiado por su pensamiento y decidido por su voluntad El hombre, testigo y parte del bien y del mal En este domingo décimo sexto ordinario del año, el tema para reflexionar es la presencia del bien y del mal siempre y en todas partes Por: EL INFORMADOR 20 de julio de 2008 - 07:53 hs En este domingo décimo sexto ordinario del año, el tema para reflexionar es la presencia del bien y del mal siempre y en todas partes. Sólo el hombre puede obrar el bien y sólo él puede hacer el mal, porque el hombre es el único ser en la Tierra con un privilegio exclusivo: la libertad. Los astros obedecen a su creador con la fidelidad de las leyes físico-químicas, y así todo el mundo mineral. El mundo vegetal igualmente sigue invariables sus leyes: jamás un naranjo madurará guayabas en sus ramas. El mundo animal va siempre guiado por sus instintos. Una abeja de este siglo hace exactamente lo mismo que la de hace un siglo, o veinte siglos. El hombre piensa, analiza, sintetiza, quiere, decide y obra guiado por su pensamiento y decidido por su voluntad. Y esta facultad, la voluntad, es el signo de que puede hacer o no hacer esto o aquello, y hacer el bien o hacer el mal. El hombre es superior a todo Así se expresaron los obispos en el Concilio Vaticano II (1962-1965): “No se equivoca el hombre cuando se reconoce superior a las cosas corporales, y cuando se considera algo más que una partícula de la naturaleza o un elemento anónimo de la ciudad humana. “Con su capacidad de interiorización supera la universalidad del cosmos, y es capaz de tocar esas profundidades cuando mira a su corazón, donde le espera Dios, que escruta los corazones, y donde sólo él puede decidir su propio destino (es libre para ello) ante los ojos de Dios. “Así pues, cuando reconoce en sí mismo la presencia de un alma espiritual e inmortal, no es víctima de un falaz espejismo, procedente sólo de condiciones físicas y sociales, sino que, en realidad, toca una verdad profundísima”. (Gaudium et Spes No. 14). “Porque desde que el hombre, con alma espiritual e inmortal, entra en uso de razón, descubre que está inclinado al mal. Descubre que está dividido dentro de sí mismo. Por eso toda vida humana, individual o colectiva, se nos presenta como una lucha, por añadidura dramática, entre el mal y el bien, entre las tinieblas y la luz”. (Gaudium et Spes No. 13). “Ya con el uso de razón, descubre el hombre una ley que no se da en él a sí mismo, sino a la que debe obedecer, y cuya voz suena con claridad a los oídos del corazón cuando conviene, invitándolo siempre con voz apagada a amar y obrar el bien y evitar el mal. La conciencia es como un núcleo recóndito, como un sagrario dentro del hombre, donde tiene sus citas a solas con Dios, cuya voz resuena en su interior”. (Gaudium et Spes No. 16). Porque en el tiempo, en la historia, los hombres han respondido afirmativamente a la voz de su conciencia, o se han hecho sordos a esa voz interior, en el mundo, juntos, entrelazados, aparecen el bien y el mal. Cristo, gran Maestro, con su luz esclarece esta realidad con una sencilla parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo, pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño y sembró cizaña entre el trigo”. Aquí se excluye el pesimismo de aquellos que sólo miran el lado oscuro en donde ponen sus ojos; tampoco se toma en cuenta la opinión de los ingenuos, de los optimistas que miran todo lo bueno y lo bello. La realidad está manifiesta en la parábola: Dondequiera que vaya el hombre, encontrará el bien y el mal; y también, no a uno, sino muchos que siembran el bien con su vida y sus obras, y a los que siembran el mal. Tal vez en mayor número los sembradores de cizaña mediante los medios masivos de comunicación. Muchas personas lamentan la poca calidad moral de ciertos programas, y hasta su abierta inmoralidad. Las víctimas siempre son los niños, los adolescentes que se esclavizan tomando a la televisión y el Internet, caprichosamente empleado, como los maestros de su vida, para normar su criterio. Así la conciencia se hace no recta y firme, sino torcida y floja, a veces, hasta eliminar la voz de la misma conciencia, para obrar conforme a un individualismo en el cual cada quien se hace su código personal de conducta, según sus propios gustos o apetencias. Unos pretenden ajustar sus vidas conforme a la voluntad de Dios, con sus creencias y su comportamiento; otros olvidan o desconocen la voluntad divina, y hay los que la rechazan. Cizaña son las experiencias del mal, del sufrimiento, de las injusticias, de la opresión, de las desvergüenzas. “Buscaba el origen del mal y no encontraba solución”. Así escribió San Agustín. Su propia búsqueda dolorosa era más bien para encontrar una respuesta a su propia salida del mal. Y la encontró en su conversión a Dios. “Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha” Ansiosos, preocupados, los trabajadores le preguntaron al dueño del sembrado: “¿Quieres que vayamos a arrancar la cizaña?”. Hay quienes se preguntan: “¿Por qué si Dios es padre bueno, permite tantas injusticias, tanta maldad, tantos opresores, tantos corruptores? ¿Por qué no acaba con todos?”. La respuesta es el amor infinito de Dios, “que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. Dios no está para descargar el golpe sobre el que le ha sido altanero, ingrato, temerario, así sea uno el pecado, o una cadena de culpas negras, repugnantes. La misericordia, atributo soberano de Dios La conciencia hace posible asumir la responsabilidad de los actos realizados. Por eso se debe preparar el cristiano a formarse, a adquirir una conciencia recta. Y si el hombre comete pecado, la conciencia le dice la malicia de lo que hizo, de su elección. Mas su culpa no lo ha de llevar a la desesperación, sino impulsarlo a pedir perdón. El que ha caído, que se sienta caído, mas con deseos de levantarse. Y si lo pide, alcanzará perdón. “Tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo”. (1a. Juan 3, 19). Cristo dijo: “Misericordia quiero y no sacrificios”. David pecó gravemente, pero reconoció su culpa y se humilló ante Dios: “Un corazón contrito y humillado tú no lo desprecias”, dijo, y alcanzó el perdón. San Agustín se sintió perdonado y así alabó la misericordia de Dios: “Que no entone tu alabanza el que no considera tu misericordia, la cual te canta desde lo más hondo de mi corazón”. (Confesiones VI, 3). Y en el libro del Éxodo se expresa: “El Señor es Dios de ternura y de gracia, lento a la cólera y abundante en misericordia y fidelidad, que guarda su compasión hasta la milésima generación”. (Ex 34, 65). Así se explica el misterio teológico de la coexistencia del bien y del mal ahora y aquí. Pbro. José R. Ramírez Temas Religión Fe. Lee También ¿Por qué el cónclave estará incompleto? ¿Quién evitará que los detalles del cónclave se filtren? ¿Cuántos católicos trajo el Papa Francisco a la Iglesia? A pesar de temas polémicos, con el Papa Francisco crecieron los fieles católicos Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones