Lunes, 20 de Octubre 2025
Suplementos | Lo que el mundo nos dice y ofrece no es precisamente lo bueno y lo mejor

El bien y el mal están en el corazón

Influencias externas tienen mucho que ver con todo aquello que nos perjudica, física material y espiritualmente

Por: EL INFORMADOR

Pedimos a Dios que nos libre del mal y de todos los males. Y en ocasiones, o muy frecuentemente, nos vamos por caminos que no nos llevan al bien.

Lo que el mundo nos dice y ofrece no es precisamente lo bueno y lo mejor; en cambio, Dios ha puesto a nuestro alcance todo lo necesario para que no caigamos en el mal, para que los ataques de lo malo no nos dañen.

Tradicional y popularmente se ha usado culpar al diablo como un espíritu maligno causante y culpable de todos los males, y ya con esa excusa nos quedamos libres de todo y sea lo que sea, tenemos a quien echarle la culpa.

Sin negar realidades teológicas, nos atenemos a lo que está a nuestro alcance en ámbitos en los cuales nos movemos. Sin desconocer que también influencias externas tienen mucho que ver con todo aquello  que nos perjudica, física material y espiritualmente.

No obstante, sigue viva y presente la Palabra de Jesús en el Evangelio, que día a día nos recuerda que el bien y el mal germinan en el corazón de cada ser  humano y que lo único verdaderamente importante es el amor. Pero el amor como Él lo ha enseñado, como Él lo predicó, como dio ejemplo con su vida y su enseñanza.

Los que ya traspasamos la línea en que por la edad nos consideramos personas formadas, tendríamos que preguntarnos qué es lo que estamos sembrando en el corazón de las generaciones que vienen en pos nuestro. ¿Estamos seguros de estar sembrando amor, y amor verdadero, de esa calidad y consistencia como el que Jesús nos ha dejado, enseñado y trasmitido?

Si así fuera, es evidente que no tendríamos motivo para sufrir violencia y males de distintos colores y sabores que provienen, en resumidas cuentas, de la falta de amor verdadero.

Para reconocer si una persona ha sido amada desde su infancia, tenemos síntomas inequívocos que lo manifiestan en su actitud diaria de convivencia con los demás.

La persona que ha sido amada, sabe reconocer que sus mayores se han interesado seriamente por ella, y que  a quienes les dan la oportunidad de hacer lo que en cualquier momento les da la gana, no es precisamente por amor, sino por desidia o desinterés de los grandes, porque aquello es más fácil… aunque luego sufren las consecuencias de tanta rienda suelta.

Aquellos a quienes no les dieron responsabilidades a la medida de su edad, a lo mejor no sintieron participar del grupo familiar.

Síntomas de una persona amada

La persona que ha sido amada se reconoce porque sabe obedecer, es parte de un conjunto en donde el estira y afloja de la autoridad se da a distintos niveles.

Sabe también escuchar, no habla sin ton ni son; más bien, analiza y acepta las opiniones de los demás, distinguiendo las razonables de las superfluas.

Tiene capacidad para cambiar o modificar sus comportamientos, según un esquema razonable de valores que ayudan a una sana convivencia.

Es alguien que no se guía por gustos o por la emoción del momento.

Es una persona cumplida, sabe cuál es su responsabilidad y no la deja tirada a medio camino.

Es puntual, porque sabe respetar y valorar el tiempo de los demás… y sabe también aprovechar y administrar sabiamente el propio tiempo.

Una persona amada no deja ver su cobre, no evidencia sus defectos y pasiones desordenadas, como gulas, envidias, perezas, etc.

En el centro del Amor

Por eso en estos días en que recordamos con tanta solemnidad e insistencia la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es una buena oportunidad para pedirle que siembre en nuestro corazón la buena semilla de su amor.

Y si por acaso no hemos recibido suficiente amor de nuestra familia, todavía podemos pedirlo a Cristo Jesús nuestro Señor, que está siempre dispuesto a darnos de la fuente inagotable de su corazón, que allí Él tiene en abundancia para todos.

ORACIÓN

Jesús, comunicador del Dios-amor,
sembrador del amor divino en la humanidad,
cultiva en mi corazón el verdadero amor a la vida,
a lo existente y a lo divino que procede de tu corazón santísimo,
y dame la gracia de continuar como Tú, esparciendo la semilla del amor
que inunde nuestra vida, nuestro mundo y todo el universo.

Sacratísimo Corazón de Jesús, Hijo de Dios Padre y del Espíritu Santo,
llena mi corazón de un amor semejante al tuyo.  Amén

María Belén Sánchez, fsp

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