Viernes, 10 de Octubre 2025
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El Majestuoso Valle de las Piedras en Durango

Las formaciones rocosas en mexiquillo son parte de las bellezas naturales con las que cuenta el estado

Por: EL INFORMADOR

Monumental. Las formaciones rocosas son testigos mudos de millones de años y un regalo a la vista de los visitantes.  /

Monumental. Las formaciones rocosas son testigos mudos de millones de años y un regalo a la vista de los visitantes. /

GUADALAJARA, JALISCO (13/ABR/2014).- Hace ya tiempo, en cierta revista de las decenas que disfruto leyendo mes con mes, había visto la foto de unas piedras muy extrañas que existían en algún lugar en el norte de México; y como las piedras, cualquiera que ellas sean, ejercen una atracción casi irresistible en mi, con avidez se grabaron en mí mente.

Esta vez, mientras planeábamos un viaje al imponente Puente del Baluarte y al famoso Espinazo del Diablo en Durango, aquella foto tan recordada se apareció en la pantalla de mi cómpu. ¡Wooow…! Dicha completa. Un regalo más de la vida, que le daba un “plus” al viaje que proyectábamos.

Un poco más de seis horas manejando, nos pusieron en el Hotel Playa de Mazatlán, donde nuestros amigos mazatlecos nos habían reservado dada su antigua amistad con Don, el dinámico dueño del hotel.

Cuando encontrarnos el lobby atiborrado de findesemaneros duranguenses –quienes ahora disfrutan de las dos horas y media que se hacen por la nueva carretera (Nº400), en lugar de las seis o siete que se hacían por la antigua (Nº40)– estuvimos a punto de dar media vuelta para irnos a otro hotel. La sonrisa de la recepcionista y su indicación de que ya nos esperaban con un cuarto solitario con vista al mar, acabó con el bochorno y el cansancio, que terminó de esfumarse con las chelas heladas que nos tenían en la terracita desde donde veríamos el atardecer. Otro inmerecido (lo confieso) regalo de la vida que siento compromiso en compartir –al menos de esta manera– con ustedes.

Muy de mañana, en un par de horas –o menos–, pasando por los túneles y puentes impresionantes de la nueva carretera –que de verdad es de presumir– nos llevaron a la población de El Salto, en donde los hermanos Venegas, montados cada cual en su potente moto BMW nos esperaban para invitarnos a comer, y luego acompañarnos a sus cabañas de Mexiquillo, en donde están las famosas piedras que una vez me hubieron cautivado.

–No, pos… mejor imposible– comentamos.

Una vez que nos dejaron hospedados en una de las cabañas, los motorizados partieron. Despedidas, agradecimientos y luego… soledad, bosques, viento fresco, silencio, caminata tranquila, maravilloso atardecer y las piedras en la lejanía.

El pequeño y agradable guía, hijo del cuidador, nos llevó hasta una lagunita rodeada de piedras, chiquita, cristalina y muy hermosa que se surte de su propio manantial, en donde pudimos lograr estupendas fotos.
Al llegar a la cabaña con la chimenea encendida… unos tacos de aguacate con tortillas requemadas en la lumbre y un sueño mortal bajo toneladas de cobijas, nos hicieron –a querer y sin ganas– terminar el día entre los bosques de pinos característicos del lugar.

El amanecer fue formidable. Un techo de nubes muy bajo, hacía que los rayos naranjas del nuevo día lucieran esplendorosos. Las monumentales formaciones rocosas que nos rodeaban provocaron  que nuestra cabeza girara imaginando los millones de años (eones) que habían hecho que estas caprichosas montañas de piedra se mantuvieran tan campantes  ante nuestros ojos. Imaginamos que la tierra–roca donde pisábamos había sido parte de Pangea, el súper continente primigenio. Y que las enormes y extrañas montañas de lava que teníamos enfrente, habían surgido de extrusiones volcánicas (cual churros de la plaza); y que en el curso de los eones se fueron sedimentando (apachurrándo), posiblemente bajo el mar que dividía a las tierras de Laurasia en el norte, y de Gonwana en el sur. Y que ahora, con el correr de los tiempos y las erosiones naturales del planeta, las podíamos ver ahí como la cosa más normal del mundo.

Ciertamente son impresionantes… Caminen entre ellas... Véanlas detenidamente… Dejen a su imaginación volar... Disfrútenlas… Son un regalo de la naturaleza.

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