Bledos

GUADALAJARA, JALISCO (24/MAY/2015).- Al Norte del Potrero las Víboras, se localiza la pintoresca hacienda potosina de “Bledos”. Jan Bazan nos dice: Francisco Cárdenas, quien obtuvo el 8 de enero de 1596 la merced de un sitio de ganado mayor y dos caballerías de tierra en “la ciénaga que llaman de los Bledos en una sauceda que está pegada al arroyo que va a salir al Valle de San Francisco”… Buen amigo de Ortiz Fuenmayor, fundador de La Parada, Cárdenas militó con él en la pacificación de los cuachichiles… Cárdenas se puso a construir inmediatamente un molino de metales movido con fuerza hidráulica… beneficiaba minerales traídos de las regiones carentes de agua… el molino no era suficiente y entonces Cárdenas empezó a construir otro más grande, tres kilómetros río abajo, donde el río nunca se acaba y la corriente era más fuerte porque en esta “boca de los Bledos”, el valle se cerraba para precipitarse a la meseta de San Luis.

A la nueva hacienda la llamó Bledos Bajos (Carranco). Para poder terminarla, Cárdenas aceptó ser financiado por Francisco de Rutiaga Mester, minero de San Luis, nativo de Flandes, hipotecándole el molino en obra… A fin de cuentas, Rutiaga se quedó con Bledos Bajos porque Cárdenas no pudo rescatar su deuda con él; más aún, para sanar sus finanzas, Cárdenas vendió la hacienda de Bledos Altos a Juan Sandoval… al cabo de varios años, el valle de Bledos fue adquirido por Francisco Diez del Campo.

Después de haber percibido el interior de la casa grande de San Francisco, seguimos el camino a Bledos, camino un tanto árido. Pasmos Cabras, donde se encontraba una de las dos fábricas de mezcal de Bledos, la otra estaba en el casco, que operó hasta los sesentas del siglo pasado, donde también se fabricó vino tinto para consagrar. A lo lejos fuimos mirando la bonita Sierra San Miguelito. Luego del camino de Arroyo Blanco, unas fortificaciones nos dieron la bienvenida a Bledos.

Admiramos la hermosa casa grande, la puerta principal con un distinguido marco de cantera rosa, con cornisa dentada y remate adornado, seis ventanas al costado derecho, con sobria cornisa y forja, arriba de las dos últimas se asoman dos balcones. Y del izquierdo, tres ventanas, que antaño fueran puertas, arriba corresponden, una ventana y dos balcones. El amplio zaguán liga con los bonitos corredores, delimitados por columnas redondas con capiteles dóricos y arcos, unos en medio punto y otros escarzanos, varias columnas abrazan balaustradas, arcadas y balaustradas rosas contrastan atractivamente con el jardín, al igual que una fuente redonda, labrada con flores.

A un costado de la casa grande observamos la preciosa capilla, la puerta principal luce un arco en medio punto sobre capiteles dóricos, con hojas en sus dovelas y una cruz patente en la clave. La ventana coral, vertical y con un doble enmarcado, arriba de la cornisa un nicho con el Señor San José, santo patrono y, en la cresta de la barbicana yace una cruz. Del lado derecho se levantó el campanario, de planta cuadrada y de dos cuerpos, con un vano arqueado por cara.

La planta arquitectónica, en cruz latina, el altar presume de un elaborado retablo barroco estípite, dedicado al santo patrono, la parte superior tiene tres oleos ovalados, también se conserva el Señor del Encino, que data de 1732, cruz y Cristo son de una sola pieza.  Enfrente del recinto miramos unas trojas, que tocan la casa grande a través de un arco, en su esquina sobresale un nicho con la virgen María, con remates piramidales. Al extremo derecho de la casa vimos otras trojas con respiraderos cuadrados.

Francisco Diez heredó a su hermano Pedro, quien hipotecó en 1624 a favor de Juan Altamirano Saavedra, en 1646 hizo efectiva la hipoteca. Para el siglo XVIII, perteneció a Francisco Guerrero, luego a su tocayo Villanueva, quien heredó a su sobrino Manuel de la Sierra, después pasó a su única hija (Sierra Gándara).