Domingo, 12 de Octubre 2025
México | TEMAS PARA REFLEXIONAR POR FLAVIO ROMERO DE VELASCO

Trigo sin paja

Cuando el Papa, por ejemplo, critica el mercado y el capitalismo, el genocidio y las guerras, cumple con su misión espiritual

Por: EL INFORMADOR

Aunque la visión religiosa es esencialmente visión de otro mundo, es claro que las religiones tienen que hablar de lo que pasa en la realidad en la que suceden indignantes excesos e injusticias. Un dilema salta a la vista: ¿Cómo distinguir entre lo terrenal y lo espiritual? Cuando el Papa, por ejemplo, critica el mercado y el capitalismo, el genocidio y las guerras, cumple con su misión espiritual; sin embargo, nos opondríamos a que él, o cualquier prelado, en nombre de su religión interviniera directamente en la política militante. Lo espiritual y lo temporal no son dominios separados, sino distintos. A veces se cruzan, pero hay que evitar que se confundan.

En las esquinas de todas las ciudades está el escenario de una vívida representación de la miseria inocultable que nos estruja y ofende. ¿Responsables? Todos, sin disculpa: gobiernos indiferentes y sociedad egoísta. Imágenes doloridas de rostros cetrinos, de hondas arrugas que revelan no sólo el paso de los años y las fatigas del diario vivir, sino la resignación y la angustia de un gran sector de la comunidad olvidada de todos, menos de la retórica repetitiva del combate a la pobreza.

Al iniciarse el siglo XXI, en el mundo todavía se vive un retroceso en dos aspectos que no se han podido superar: raza y religión. Iglesias quemadas o destruidas en varios países; nuevos actos de violencia entre católicos y protestantes en Irlanda; el retorno de gobiernos fundamentalistas musulmanes; la vergonzosa guerra que hace poco tiempo hubo en Bosnia entre serbios, croatas y musulmanes, y los recurrentes conflictos entre judíos y palestinos, son muestras claras de una tensión que no se puede soslayar. De las múltiples guerras que ha sufrido la Humanidad, las más crueles y violentas han sido las amparadas con banderas religiosas o raciales que han sido ejemplo de los extremos a que puede llegar la barbarie y la crueldad cuando se desatan los demonios de la intolerancia, cuando las partes en conflicto se sienten poseedoras de la verdad absoluta y nadie está dispuesto a reconocer la verdad de los demás.

En el mundo de nuestros días, el hombre se ha ido despojando de los principios tradicionales y los valores fundamentales que durante muchos años han sido soporte de una sociedad con sustentos éticos. Se renuncia a ellos lo mismo en las luchas por el poder, que por el ascenso a como dé lugar en cualquiera de las áreas del quehacer humano. Todo escrúpulo es un lastre que pesa y estorba para el logro de cualquier ascensión en la escala social, y la feroz competencia que día a día se acrecienta ha ido alcanzando los más bajos niveles de indignidad. La capacidad profesional, el conocimiento y la honestidad son virtudes sacrificables en aras de cualquier logro político, burocrático o empresarial. El que hoy triunfa, es por lo general el que ha tenido la mayor habilidad para transitar por los estratos más bajos de la dignidad humana, y sus lamentables éxitos son la muestra de una sociedad envilecida. Quienes habiendo tenido sustentos éticos de familia transgreden sus principios para el logro de sus propósitos, con el tiempo generarán acusadores señalamientos de conciencia por haber sacrificado algo o mucho de lo más valioso de sí mismo; el sentimiento de culpabilidad que acompaña a los logros efímeros, deja inevitablemente espíritus maltrechos y conciencias deterioradas.

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