Martes, 21 de Mayo 2024
México | Trigo sin paja por Flavio Romero De Velasco

Temas para reflexionar

Existen dos tipos divergentes de la explicación del mundo: el que dan todas las religiones y los mitos, y la propuesta por la ciencia que obviamente excluye a los dioses, porque se niega a introducir en su explicación del mundo una fuerza sobrenatural

Por: EL INFORMADOR

Existen dos tipos divergentes de la explicación del mundo: el que dan todas las religiones y los mitos, y la propuesta por la ciencia que obviamente excluye a los dioses, porque se niega a introducir en su explicación del mundo una fuerza sobrenatural. Los enfrentamientos en los últimos siglos entre ciencia y religión han sido múltiples.

Recordemos sólo, a guisa de ejemplo, la concepción heliocentrista de que los astros giran en torno al Sol, y no de la Tierra, sostenida por Copérnico, Galileo y Kepler. En el siglo XVIII, Buffón definió la edad de la Tierra sacudiendo el escenario del Génesis; en el siglo XIX, Lamarck, Linneo, Cuvier y luego Darwin, destruyeron la idea que se tenía de la relación entre la creación, la vida y el hombre. Las religiones siempre han discrepado, combatido y condenado a la ciencia.

Regis Debray, de la extrema izquierda de Francia, expresó que en las juntas de los barones del dinero sólo se escuchan los eructos obscenos de las mediocridades saciadas.

Paralelamente, junto a unos pocos no creyentes que tienen un sentimiento profundo de lo sagrado, deambulan millones de católicos con un aterrador vacío del pensamiento. Ninguna relación se establece entre su fe y su vida.

Eugenia de Montijo, esposa del emperador de Francia Napoleón III, a quien Víctor Hugo bautizó con el sobrenombre de Napoleón el pequeño, tuvo la desgracia de perder a su hijo sacrificado por los nativos en una expedición en África. En una carta a sus familiares de Granada, les dijo en sentidas palabras: “...y si aún vivo, es porque el dolor no mata”.

Argos es el nombre de una ciudad griega de hace unos cuatro mil años. Pervive literariamente el nombre por llamarse así el perro de Odiseo, héroe de la Guerra de Troya, que tras mil y una vicisitudes pudo después de 10 años regresar a su isla de Ítaca. Lo hizo con el disfraz de un menesteroso para no ser reconocido por sus enemigos que acosaban a su fiel esposa Penélope para apoderarse de su trono. Nadie se percató de su presencia, salvo un viejo amigo que ya no podía ladrar y apenas se podía mover. Argos yacía en un rincón abandonado esperando la muerte, y cuando vio o quizás olió a aquel mendigo que se acercaba, alzó la cabeza y sacudió el rabo... Cuando Dios hizo al hombre no quedó del todo satisfecho; por eso, por su lealtad, creó también al perro.

Muchos de los persignados que habitualmente asisten a todos los servicios religiosos, en su vida privada tal parece que rezan al Padre Nuestro al revés, pidiendo todos los días nuevas tentaciones para caer en ellas.

Un presidente de nuestro país es como Dios, pero con más atributos.

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