Domingo, 05 de Mayo 2024
México | POR MAURICIO MERINO

Mis mejores deseos para 2011

Deseo, pues, que los funcionarios que encarnan el sistema de justicia de México ofrezcan resultados plausibles

Por: EL INFORMADOR

Cerrar cada año con los mejores deseos para el que sigue es una tradición sana. Sobre todo cuando las cosas están mal, los buenos deseos pueden servir para darnos aliento e imaginar que estamos de acuerdo en algunas cosas.

Desear, por ejemplo, que 2011 no traiga más baños de sangre para el país, ni más violencia, ni más odio, quizás sea algo que podamos compartir muchos. Y conste que no se trata más que de la expresión de un deseo.

Pero ya sería algo, pues con frecuencia sospecho que ni siquiera estamos deseando lo mismo.

Porque una cosa es ganar una guerra sin cuartel contra todos los delincuentes, todos los enemigos y todos los conspirados —tan ardua y tan paranoica como la que libraba el sultán de Delhi, Muhammad Tughlak, según la versión de Elías Canetti, tan exitosamente librada, que acabó con todos sus adversarios reales y potenciales, hasta quedarse sólo consigo mismo—, y otra distinta es desear que vuelva la paz y la seguridad a la convivencia o, al menos, que se nos vaya quitando el miedo que llevamos pegado a la piel desde hace años.

Yo deseo que en 2011 tengamos razones para volver a creer en las instituciones políticas del país. Ruego que se observe bien el fraseo: no estoy deseando que la gente vuelva a creer en las instituciones de un día para el otro, pues comprendo que no es así como funcionan las cosas; lo que deseo es que haya buenas razones para volver a creer, que es diferente.

Es decir, deseo que haya procesos judiciales que nos sorprendan; que algunos ministerios públicos cumplan con su deber de manera impecable y que lo sepamos todos, sin albergar duda alguna; que, por ejemplo, se resuelvan con éxito los casos emblemáticos de secuestros, desapariciones y asesinatos que nos han conmovido tanto; deseo que atrapen y castiguen a los captores de Diego Fernández de Cevallos, pero también —como él mismo ha dicho ya varias veces— que no vaya a resolverse sólo ese caso y se dejen abandonados los otros, como el del asesinato de Marisela Escobedo y su hija.

Deseo, pues, que los funcionarios que encarnan el sistema de justicia de México ofrezcan resultados plausibles.

No deseo grandes hazañas, excepto la del cumplimiento de su deber.

Me gustaría que el Presidente Calderón cobrara conciencia del tiempo; que se dé cuenta de que el sexenio dura exactamente seis años y que el suyo está de salida; desearía que aspire a dignificar las instituciones que tiene en sus manos y que comprenda que todavía sería viable, si quisiera, construir los cimientos de un buen sistema de rendición de cuentas que es hoy la gran carencia ética y práctica que traba la eficacia y el funcionamiento de todo el Gobierno.

Pero me detengo enseguida, pues eso ya es desear demasiado. A cambio, formulo un deseo más modesto: que no intente de ninguna manera extender sus designios más allá de 2012.

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