Jueves, 09 de Octubre 2025
México | Hospital Central de Oriente

“Jamás abandoné la lucha por mi bebé”

En el hospital le dijeron que había muerto su hija, pero la habían vendido a una abogada en 15 mil pesos

Por: SUN

CIUDAD DE MÉXICO.-Un libro de álgebra los acercó. Vanesa, de 25 años, tenía problemas con esa materia en la carrera que cursa y Alejandro se ofreció a ayudarla, pero no sólo eso: la guió para recuperar a su bebé que había sido robada en la clínica de su propio padre.

Pudo haber ayudado a cualquier otra mamá que perdió a su hijo con engaños en el Hospital Central de Oriente —él estaba enterado de ello—, pero el vínculo de amistad entre ambos se impuso, aunado al rencor que sentía hacia su padre por no dejarlo escalar hacia la dirección del nosocomio.

Después Alejandro se retiró, dijo que no podría ayudarla más; no sin antes entregarle personalmente algunos papeles en donde dejaba constancia de la venta de la bebé.

“Fue el 4 de febrero cuando Alejandro Mancera Reyes envío un correo para decirme que mi hija estaba viva, que el doctor Alfredo Ortiz Rosas la había ‘acomodado’ en una familia; después yo sabría que mi hija había sido vendida por 15 mil pesos a una abogada”.

Ella recuerda que estuvo “consciente durante la cesárea. Escuché el llanto de mi bebé, vi sus manos y pies ensangrentados, pero nunca pude ver su rostro. Al día siguiente el médico Alfredo Ortiz entró al cuarto para decirme: Tu hija tuvo insuficiencia respiratoria, falleció y la hemos cremado. Fue entonces cuando comenzaron las preguntas sin respuestas, el andar en el vacío, el tiempo detenido, el espacio sin sentido”.

Vanesa ya había comprado la cuna, biberones  y mamelucos para su bebé, pero al enterarse de su muerte regaló todo a una vecina que también estaba embarazada; pero por algún motivo decidió conservar una mamila, un biberón y un mameluco  que ya utilizó a partir de su encuentro con Victoria, como nombró a su hija tras recuperarla.

—¿Por qué esperaste cinco meses antes de recurrir a las autoridades?
—No confiaba en las instancias de justicia de nuestro país; decidí tomar la investigación en mis manos; acudía diariamente al sanatorio, preguntaba una y otra vez por el dueño del inmueble, Víctor Manuel Mancera González, y por Alfredo Ortiz Rosas, pero ellos nunca más dieron la cara. Un viernes entré a las siete de la mañana a la clínica y salí a las nueve de la noche  preguntando a cuantas enfermeras y médicos encontraba en el camino.

Esperaba a los médicos y al dueño del hospital en la puerta del estacionamiento, pero nunca los vi; no aparecieron más.

“Cometí el error de nunca constatar la cédula profesional del médico que atendió mi embarazo”. Después, ya de noche y frente al hospital juré que costara lo que costara encontraría a mi hija, y fue entonces cuando decidí acudir con mis padres ante el procurador capitalino Miguel Ángel Mancera.

Levanté la denuncia en junio y trascurrieron cinco meses más antes de tenerla en mis brazos. La atención que recibí del procurador fue magnífica desde el primer momento y se está haciendo justicia contra la red de médicos que robaba y vendía recién nacidos.

Hay fechas tatuadas en el recuerdo y Vanesa guarda los días precisos: “El 15 de mayo del 2008 fue mi primera cita en la clínica con el doctor Alfredo Ortiz Rosas, quien sabía que sería madre soltera en seis meses más y actúo con alevosía y ventaja. Después el 4 de febrero recibí el correo de Alejandro con la noticia de que mi hija estaba viva, y en junio decidí levantar la denuncia”.

De Alejandro diría que “es un cobarde porque no continuó apoyándome hasta recuperar a mi hija. Se rajó”, lamenta. I did it my way es la canción de Frank Sinatra que Vanesa usa como timbre en su teléfono celular y así  recuperó a su hija: a su manera y con la fe por delante.

“Me considero una mujer fuerte que no dejó de luchar primero por las cenizas de mi hija, y después por recuperarla viva. La vida tiene esos caminos”, agrega durante la entrevista.
Sus padres, Hilda Guzmán y Roberto Castillo, compraron una nueva cuna y sus hermanos Alejandro, de 21 años, y Cristian, de 13,  no dejan de tocar a su sobrina como si no creyeran que es posible su regreso.

“A mi hermana le devolvieron el aliento”, comenta el primero, “estaba apagada; entre tinieblas, hoy no deja de mirar a Victoria, como si se la estuviera aprendiendo de memoria”.
Vanesa quiere “que el Hospital Central de Oriente cierre definitivamente.

También quiero que continúe la averiguación hasta saber cuántas madres más perdieron a sus hijos con engaños”. Lleva 30 horas sin comer, y otras tantas sin dormir... porque no quiere cerrar los ojos, “no quiero dejar de verla, en fin, la alegría no me deja dormir”.   


Telón de fondo

Delincuentes y morosos

Funcionaba desde el 17 de abril de 1972. El edificio de cinco pisos, ubicado en la colonia Valentín Gómez Farías, surgió como una empresa inmobiliaria y de equipamiento de consultorios y clínicas con razón social Inmobiliaria Zaragoza.

El 4 de octubre de 2002 cambió su razón social a la de Hospital Central de Oriente donde se ofrecían servicios médicos, atención al público en varias especialidades, desarrollo hospitalario de urgencias, clínica y procedimientos ambulatorios.

Los accionistas también aumentaron, se sumaron los hijos del doctor Víctor Manuel Mancera: Víctor, Alejandro, Guadalupe y Leticia Mancera Reyes. Gregoria Reyes Ortega, esposa de dicho médico, fue nombrada comisario.

El nosocomio tiene diversas deudas, por ejemplo por concepto de agua debe cinco millones 473 mil 956 pesos al fisco, y de predial adeuda 246 mil 125 pesos. También tiene pendientes fiscales con la Secretaría de Hacienda por 380 mil 27 pesos.

Según la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, el hospital opera desde hace 20 años, por lo que no se descarta que antes de cambiar de razón social ya se ofrecieran servicios médicos, además de la práctica de abortos ilegales.

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