Martes, 21 de Mayo 2024
Jalisco | En tres patadas, por Diego Petersen Farah

Genialidad y ocurrencia

La vía sobre Avenida Inglaterra es la típica idea que sale de la chistera y se presentó como “idea genial”

Por: EL INFORMADOR

Diego Petersen Farah.  /

Diego Petersen Farah. /

¿Por qué fracasó la Vía Express? En principio podríamos decir, simplemente, porque ganó la cordura. El proyecto iba de tal manera en contra del sentido de la ciudad, que no emocionó a nadie. Fuera de su promotor, Herbert Taylor, no escuche a nadie hablar bien de ese proyecto. Más aún, no llegó a ser siquiera un proyecto controvertido, con opiniones a favor y en contra, virtudes y defectos, fue una idea montada sobre las rodillas que no convenció ni al propio gabinete de Emilio González Márquez.

La vía sobre Avenida Inglaterra es la típica idea que sale de la chistera. Nunca estuvo en los proyectos que se discutieron, no aparece en ningún plan urbano previo, no tenía nada que ver con el discurso del Gobierno, simplemente un día apareció y se presentó como “idea genial”.  

Desgastes y jaloneos aparte, la gran virtud de la Vía Express fue que se convirtió en un catalizador de lo que queremos y lo que no queremos para la ciudad. La oposición logró aglutinar a movimientos sociales, representantes empresariales, urbanistas, vecinos, ecologistas y un número importante de personas interesadas en temas urbanos y se convirtió en un espacio de discusión y reflexión sobre la ciudad. La oposición a la vía fue un punto de encuentro. De ahí salió un proyecto para renovar el espacio urbano de Avenida Inglaterra desde una visión de ciudad incluyente, con énfasis en el transporte masivo, la recuperación de espació público y movilidad no motorizada. No sé si se hará algún día, está claro que por lo pronto no, pero ahí está plasmada una visión de ciudad que nada tiene que ver con segundos pisos, vías elevadas o viaductos de cuota.

El gran reto de la ciudad es sacarla de los vaivenes y las histerias de la política. La ciudad no se puede construir ni con ocurrencias ni con gritos. Las ciudades que traen mejor ritmo de desarrollo en el mundo, tienen claro cuál es el catálogo de proyectos estratégicos para los próximos 30 años. Los planes hay que actualizarlos y ponerlos al día cada cinco o seis años, pero no podemos reinventar la ciudad cada trienio ni podemos cambiar las prioridades cada vez que hay alternancia en el poder.

El éxito de las grandes ciudades del mundo tienen más que ver con la continuidad que con la genialidad. El éxito de Viena o Barcelona es la continuidad y la certeza, de las autoridades y de los habitantes, de a dónde va la metrópoli. El Guggenheim de Bilbao es una genialidad, montada en un proceso de planeación perfectamente claro, tan claro que sabían que para que Bilbao resurgiera requería un ícono internacional.

La diferencia entre una genialidad y una ocurrencia es que la genialidad está cimentada en la certeza y la visión de largo plazo, mientras que la ocurrencia nace de la miopía, de la incapacidad para ver más allá de la propia nariz.

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