Martes, 14 de Octubre 2025
Jalisco | Voluntarios ofrecen su ayuda para aminorar la pena

Familiares batallan con gastos mientras cuidan a sus enfermos

Quienes acompañan a los pacientes en el Antiguo Hospital Civil también sufren, pues sacrifican su sueño, alimento y dinero por sacar adelante a su esposo, padre o hijo

Por: EL INFORMADOR

La necesidad de los familiares de los pacientes del Hospital Civil ha beneficiado al crecimiento del comercio ambulante.  /

La necesidad de los familiares de los pacientes del Hospital Civil ha beneficiado al crecimiento del comercio ambulante. /

GUADALAJARA, JALISCO (23/OCT/2013).- Es una sala larga, con más de 40 camas, en donde pacientes varones se recuperan de algún padecimiento neurológico. La única presencia femenina es la de las enfermeras, trabajadoras sociales y familiares de los enfermos, quienes sólo escuchan el sonido de las máquinas médicas y los pasos de quienes pasan por ahí.

Junto a una de las camas está Lucía Torres, quien cuida de su esposo Rodolfo Robles, y no se le separa día y noche. Ambos son indígenas de Fresnillo, Zacatecas, y desde hace dos meses “viven” en el Antiguo Hospital Civil “Fray Antonio Alcalde”; el joven, por un lado, internado por las heridas que le dejó un fuerte accidente automovilístico que sufrió en Nayarit, después de ofrecer un show con su grupo Huichol Musical; y su mujer, por el otro, cuidando su recuperación.

Lucía, de 24 años, es una de los miles de familiares de pacientes que todos los días dejan sus actividades para, prácticamente, vivir en el hospital o en sus alrededores. Porque el tiempo en que el enfermo está internado es difícil no sólo para él, sino también para sus cuidadores, dos en promedio.

Ya sea por días, semanas o meses, la vida en torno al hospital es complicada y costosa: hay que comer por ahí, dejar el coche en alguno de los estacionamientos de la zona, comprar agua y otros insumos en tiendas cercanas e incluso adquirir medicamentos en las farmacias del rumbo, para perder el menor tiempo posible en traslados. Eso, si se trata de un paciente que vive en la Zona Metropolitana de Guadalajara; si son personas de otros municipios o estados, también hay que gastar en hotel y transporte.

El marido de Lucía lleva dos meses en el hospital y ella ha dormido todo ese tiempo en el albergue Fray Antonio Alcalde o junto a su enfermo. En la azotea del hospital lava su ropa y se asea en los baños del lugar; también realiza sus tres alimentos junto a su esposo, de la comida que reparten el hospital o voluntarios.

De acuerdo con la jefa de Trabajo Social del nosocomio, Guadalupe García Villagrán, cuatro de cada 10 pacientes que se internan en el hospital son de fuera de Jalisco; a sus familias, que no pueden costear un hotel, se les busca lugar en uno de los tres albergues con los que tienen convenio, como el Fray Antonio Alcalde, el Buen Samaritano y Mano Amiga.

Gastos y más gastos

Plantada junto a la cama, con mirada tierna y fortaleza, Lucía acaricia a su marido, músico y todo un experto en el tololoche, que no puede pararse ni caminar, pero con paciencia lo cuida y le da de comer.

La joven dice que los dos meses de hospitalización han sido una de esas pruebas difíciles que nadie se espera. Tuvo que encargar con familiares en Fresnillo a sus hijos, de ocho y tres años; ha dormido por ocho semanas en una cama que no es la suya, y ha estado a merced del apoyo que le den.

Su esposo cuenta con Seguro Popular, pero no ha cubierto todos los estudios que los médicos han recomendado, por lo que su familia le ha mandado dinero desde Fresnillo.

“Poco a poco se va a recuperar, hay que seguir adelante, ya no queda de otra; mientras uno viva, hay que aprovechar”.

Otro caso es Arturo Navarro, que durante unos 25 días se turnó con sus hermanos para cuidar a su papá por un problema intestinal que lo mantuvo internado en el Antiguo Hospital Civil.

Cuenta que su rutina diaria era permanecer al lado de su padre o dormir junto a él. En el día, si le daba hambre, sacaba botana de alguna de las maquinitas de monedas del nosocomio.

Como no tiene coche, necesitaba tomar taxi todos los días, y cada ida le salía en más o menos 100 pesos.

Sin embargo, hay familias que llegan a gastar hasta 700 pesos cada día, pues dejan su automóvil en estacionamientos de al menos 12 pesos la hora, comen en pequeños restaurantes o fondas en donde mínimo se gastan 50 pesos por persona, o se hospedan en pequeños hotelitos que van desde 210 pesos la noche.

CRÓNICA
Llevan comida y afecto


La explanada de la Torre de Especialidades del Antiguo Hospital Civil está llena de pacientes que esperan ser atendidos en Consulta Externa. Ya pasan de las 09:30 horas y muchos tienen más de dos horas esperando. Se fueron sin desayunar, y la tripa ya exige algo de comer.

Al hospital ingresa una comitiva de personas con grandes ollas de aluminio, garrafones llenos de agua de jamaica, al menos una decena de bolsas llenas de bolillos, otras bolsas más repletas de platos desechables y unos tablones para comenzar a servir el banquete, como en una fiesta.

Es el grupo voluntario de Fernando Valadez Ávila, que una vez al mes reparte desayunos a los pacientes y familiares del hospital para hacerles más leve la espera y que, al menos por un momento, la gente olvide su pena y coma rico y limpio, sin gastar un solo peso.

El grupo de Fernando sólo es uno de los 120 equipos de voluntarios que están inscritos en el nosocomio, y que se dividen los 365 días del año para repartir viandas a quienes asisten al Fray Antonio Alcalde.

Poco a poco, la gente se aglutina junto a la comida y se forma para recibir los alimentos. Ese miércoles toca chilaquiles rojos, frijoles y huevo, con su respectivo virote y salsita de tomate, así como un vaso de agua fresca.

El olor de las ollas es delicioso; el sabor de la comida no le pide nada a la que se vende en cualquier restaurante.

La idea de costear comida y llevarla con una sonrisa al hospital surgió hace tres años, cuando Fernando y su familia estuvieron en los mismos zapatos que los pacientes a los que ahora atienden.

“Mi suegra venía en estado de coma hace tres años y llegó a Urgencias; en el proceso de la mañana, y ya en la noche, alguien llegó y nos ofreció de comer, y la verdad teníamos para comprar, nomás que en ese momento no pensábamos en la comida; pero a mí se me hizo que, aparte de dar comida, fue a acompañarnos en ese momento tan fuerte que estábamos viviendo. Y de ahí nos unimos”.

Al menos en este grupo voluntario, la labor de juntar los víveres es de un equipo de unas 30 personas que a lo largo del mes reciben los apoyos en especie para armar el banquete sin problemas.

“De repente nos ponemos de acuerdo y hacemos hasta pozole, y todo de primera calidad para unos 500 a 800 platos cada vez (…) Cocina mi mamá, una comadre, hay alguien del grupo que es chef, y todo lo hacen riquísimo”.

La mejor satisfacción de Fernando son las bendiciones y las gracias que le dan las personas a las que les ofrece alimento, pues asegura que los momentos críticos se sienten menos con el apapacho de un buen plato de comida.

Economía emergente rodea al Hospital Civil

No es casualidad que el Antiguo Hospital Civil esté rodeado de negocios de todo tipo, desde tiendas de abarrotes hasta funerarias. Es un fenómeno comercial natural para el entorno de un sitio con actividades o servicios específicos, como la atención a la salud.

La alta demanda de quienes requieren permanecer cerca del hospital provoca que se haya detonado una zona de venta, explica el profesor investigador Alfredo Rico Chávez, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).

Tan sólo en el perímetro que rodea al hospital —Belén, Juan Álvarez, Coronel Calderón, Tenerías y Hospital — hay al menos 40 puestos ambulantes, 14 tiendas, 11 farmacias, 20 restaurantes o fondas, cuatro tiendas de aparatos de ortopedia, cinco funerarias y tres estacionamientos. Si se camina por esas calles, el número de negocios se multiplica.

El investigador refiere que, dada la situación económica del hospital, que a veces no logra costear algunos insumos, los familiares de pacientes deben comprarlos por fuera, y muchas veces lo hacen en negocios cercanos.

Dado el vocacionamiento del hospital, que atiende sobre todo a la “comunidad doliente”, como fue el objetivo de servicio de su fundador, Fray Antonio Alcalde y Barriga, existen personas que se aprovechan de la enfermedad o el dolor de los familiares. Se dicen gestores de servicios como elaboración de análisis clínicos a bajo precio, medicinas baratas o muestras médicas, hotel o hasta funerarias.

“Aprovechándose de la urgencia, necesidad y desconcierto que provoca la muerte, se ha convertido en un gran negocio”.

El especialista refiere que el fenómeno comercial de los alrededores del hospital es considerado economía emergente, que no siempre está bien regulado, y se ha salido de las manos de las autoridades.

Coyotes y halcones

Otras personas se hacen pasar como empleados del Hospital Civil y ofrecen servicios para “agilizar” los trámites de hospitalización o consulta. Mucha gente cae y da dinero por la necesidad de ingresar a su paciente más rápido, pero no reciben ningún beneficio.

Trabajadora social en el hospital, Guadalupe García Villagrán reconoce que existen “coyotes” que abusan de gente que muchas veces apenas traen dinero para los gastos mínimos.

Un familiar de un de paciente hospitalizado por rechazo luego de un trasplante renal, quien prefirió omitir su nombre, afirmó que alguien le ofreció adelantar el carnet de su paciente para que lo atendieran más rápido, a lo que se negó porque desconfió.

Incluso, algunos pacientes aseguran que existen “halcones” esperando a que alguien les avise de la muerte de pacientes, para ofrecer servicios funerarios en los negocios que rodean al hospital.

Otra labor de Trabajo Social es orientar a los pacientes que no tienen Seguro Popular para que se afilien. También se busca que los familiares que se quedarán por mucho tiempo junto a pacientes graves se cuiden y coman bien.

“El paciente, de alguna forma ya está atendido aquí y está apoyado, pero también nos preocupamos por el familiar, porque es el que termina siendo el enfermo; por la angustia y la presión, no se alimentan bien, y al final el cuidador termina siendo el paciente”.

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