El desfile, una prueba para el civismo

GUADALAJARA, JALISCO (17/SEP/2013).- Las reglas están claras. Los ciudadanos no pueden pasar de la barrera humana instalada por miembros del Servicio Militar Nacional y elementos de la Policía de Guadalajara. ¡Ay de aquél que transgreda la contención! Porque los mismos asistentes al desfile cívico-militar imparten justicia para los desobedientes.

Una mujer se arma de pasos osados, cruza la Avenida 16 de Septiembre y torea a los militares de ademanes rígidos que van en la marcha conmemorativa de la Independencia. “¡Eeeeh, eeeh!”. Los gritos no esperan. Comienza un hombre de mirada alerta y el resto del público continúa; la necesidad imperante es unirse para desaprobar la falta de civismo en un festejo patrio.

Los ojos ciudadanos se mueven alerta ante quienes salten las reglas y simultáneamente se asombran con lo que desfila enfrente. Vehículos de batalla, armas de posesión militar, uniformes para operativos especiales y demás aditamentos que no se dejan ver en labores de seguridad cotidiana.

“Mira, mamá. Ese uniforme que parece árbol lo usan cuando se quieren confundir en las batallas, y ese artefacto es para desactivar bombas”, le explica su hijo a Bertha Ramírez. Tienen más de 10 años que no se pierden el desfile.

Los festejos estallan cuando pasan los escuadrones caninos, familias festejan sus cualidades para cooperar en trabajos de seguridad. Los caballos, de los Cuerpos de Defensas Rurales y Charros de Jalisco, se imponen con el sonido de su tropel y el vaivén de su pelaje. “¡Ése sí se peinó antes de venir!”.

A la competencia de aplausos entran los elementos de la Cruz Roja y los bomberos. “¡Adiós, papá!”, grita Pedro Cevallos. Tiene 14 años de edad, los mismos que su padre como bombero de Tlaquepaque. Le dan ganas de ser como él, que pasa marchando entre los más elogiados. La prueba de unidad viene al término del desfile, cuando desde las bocinas resuena la despedida al gobernador, Aristóteles Sandoval; entonces, las reacciones que se habían mantenido unánimes para señalar faltas de civismo ahora se dividen entre festejos y desaprobación.