Jalisco | El relato de Marco Arturo López en Los Platanitos, Nayarit De tranquila playa a zona peligrosa “El estruendo me ensordeció, caí sobre la arena y mis ojos se cegaron. Ellos (los invasores) huyeron, me dejaron tendido. Por: EL INFORMADOR 30 de marzo de 2009 - 02:52 hs PLATANITOS, NAYARIT.- Petrificarse ante la idea de que ir de pesca con amigos, un relajado fin de semana, podría terminar en una agresión y lesiones con balas de por medio, ya no parece tan descabellado en México. Es el caso de Marco Arturo López Lomelí, nayarita que estudia desde hace un par de años en Guadalajara. El universitario, hijo menor de una familia, fue baleado en la Costa de Nayarit, en la playa Los Platanitos. Le perforaron un pulmón y le quebraron una costilla, pero su dignidad sigue infranqueable. Hasta hace un mes, él era un testigo ajeno a tales situaciones, cuando, sin previo aviso, su vida dio un vuelco. Un fin de semana, en una propiedad privada en la Costa de Nayarit, se enfrentó a una realidad difícil de digerir: sin razón aparente, fue sometido por un grupo de sujetos desconocidos y armados. Marco, en compañía de cinco amigos, acampó en la playa con la intención de pescar. Una tarde, apareció un camión aparentemente turístico, del que bajó una persona de mediana edad, los divisó desde lejos y se acercó. “Yo me adelanté, le saludé y pregunté qué podía hacer por él. El señor, sorprendido de vernos ahí, contestó: ‘Qué están haciendo aquí’. Yo dije que el terreno era mío y estábamos acampando. El extraño, desconcertado, sólo decía: ‘Yo soy de aquí’, como si el lugar le perteneciera y quisiera que nos fuésemos. “Entonces tuvo un fuerte alegato con uno de mis amigos, quien contestó sus insultos, pero no llegó a más. Después de notar que el viejo no razonaba, le dije ‘cálmese, mire, usted está invadiendo propiedad privada, le voy a pedir que se vaya y nos deje en paz’, y a regañadientes lo hizo”. Los disparos Llegada la noche, los jóvenes se preparaban para la pesca de la mañana siguiente. Entre el “cotorreo” se escucharon disparos cercanos. “Mis amigos corrieron espantados a esconderse, yo permanecí quieto y templado. Seis hombres —entre ellos el señor de horas antes— se acercaron al campamento, uno de ellos iba armado”. Marco reconoce no saber mucho de armas, pero asegura que era de alto calibre, de uso exclusivo del Ejército. “Ellos trataron de golpearme, pero sus torpes movimientos eran los de alguien nervioso que no sabe qué está haciendo, que no quiere estar ahí. Pude evadirlos fácilmente, pero no fue el caso de mis amigos, a los que sí alcanzaron los puños. “Traté de hablar con ellos (los agresores), les dije que no había necesidad, que ellos tenían el arma, que estábamos a su disposición. Ellos se limitaron a insultar y amenazar. Uno tras uno, mis amigos fueron cayendo, los recostaron bocabajo, con las manos en la nuca. Sólo yo permanecía de pie, continuaba hablando y pidiendo cordura. “Entre todos, y por venganza, patearon al chico que previamente había discutido con el señor. Entonces no aguanté más, traté de separarlos, pero se me vinieron encima. Me sometieron. El hombre con la pistola, quien parecía ser el líder o quien con temor tomaba valor del arma, me apuntó al rostro, me dijo que me hincara y juntara los puños en la nuca. Lo hice. El tipo me puso el cañón en la sien y dijo: ‘Estás muy tranquilo, eres muy risueño, y por eso ya te cargó la…’. El estruendo me ensordeció, caí sobre la arena y mis ojos se cegaron. Ellos (los invasores) huyeron, no sé cómo. Me dejaron tendido, no sentía dolor. Mis amigos se incorporaron y vinieron a ayudarme, les dije que no me habían dado, que estaba bien. Entonces vi la sangre que me chorreaba. “Se me escapó la voz y el aire me faltó. La bala rozó el mentón, atravesó la clavícula, cruzó el pulmón y reventó una costilla, algunos fragmentos de bala salieron por el costado”. Marco permaneció consciente en el trayecto hasta el hospital. En un automóvil, lo llevaron a un pequeño poblado en el que los médicos no pudieron atenderle a falta de recursos. “Entonces tuvimos que esperar a que llegase la ambulancia, que tardó bastante. El trayecto duró tres horas —hasta que lo atendieron en el hospital—, fue turbulento y doloroso. Los repentinos ‘enfrenones’ del vehículo me llenaban la garganta de sangre, sentía que me ahogaba, las curvas de la carretera me provocaban náuseas”. El quirófano Cuando llegaron al Municipio de Tepic, fue hospitalizado en una clínica privada, donde pronto entró al quirófano. “Me dieron de alta una semana después. El pulmón no sufrió daños irremediables, la bala no alcanzó membranas importantes, pero sí rompió algunos nervios del brazo derecho, por lo que no podía moverlo a libertad. Casi no podía hablar y para lograr oraciones enteras debía tomar aire entre cada palabra. Ahora ya puedo hablar fluido, aunque me canso fácilmente. Los médicos pronostican que dentro de dos meses estaré bien. El (agente del) Ministerio Público de Tepic me llamó a declarar y a someterme a pruebas de balística; también a mis amigos, para comprobar que ellos o yo, no lo habíamos causado. Los exámenes dieron negativo; ahora sí éramos las víctimas. Sin embargo, sigo indignado y siento impotencia ante la ineficacia del sistema, pero la verdad es que no esperaba más”. Aunque su vida dio un giro, y lo ocurrido le hace reflexionar sobre la fugacidad de la misma, no siente haber cambiado. Mejor dicho, dice no querer cambiar, quiere seguir siendo el de antes, disfrutar pescar con amigos y jugar al basquetbol. “Ayer —hace pocos días— hice deporte por primera vez desde el incidente. Tirando me sentí bien. Después corrí un poco, y aunque me cansé rápido, siento que ya aguanto más. A mí nada me va a detener, nadie va cambiar la forma en que vivo y mi manera de ser, no importa cuantas dificultades me pongan”. Marco sabe que no hay vuelta de hoja, pero trata de sobrellevarlo de la mejor manera. Sabe también que ésta es la situación de muchos mexicanos que, “frente a un sistema incapaz de dar soluciones, lo más que podemos esperar es un lento proceso y casi nulas probabilidades de resultados justos”. FRASE “Se me escapó la voz y el aire me faltó. La bala rozó el mentón, atravesó la clavícula, cruzó el pulmón y reventó una costilla, algunos fragmentos de bala salieron por el costado”. Marco Arturo López Lomelí. EL INFORMADOR/ITESO/Diego Armando Mejía Picón Temas Estados Nayarit Lee También Organismo internacional prevé tensión comercial a nivel global en 2026 El arte de saborear Nayarit Raymond toca tierra como ciclón post-tropical "Raymond" baja su potencia, pero tocará tierra en horas Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones