Internacional | Psicosis mundial El pánico por los ataques en Nueva York alcanzó a los tapatíos En Guadalajara la tensión abarcó al el sector empresarial, la Iglesia, así como el sector político Por: EL INFORMADOR 11 de septiembre de 2011 - 03:37 hs En la imagen, la portada del especial que publicó EL INFORMADOR el “martes negro” de hace 10 años. EL INFORMADOR / GUADALAJARA, JALISCO (11/SEP/2011).- La mañana del 11 de septiembre de 2001 el mundo se despertó con una noticia que parecía de película de terror. Para la ciudadanía era una noticia increíble; para los medios, una de las mayores coberturas especiales a las que se han enfrentado. Tres aviones secuestrados embistieron las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington y se hablaba de un cuarto avión que se desplomó antes de llegar al blanco en el que se estrellaría. A las 9:00 horas los noticieros de todo el mundo — y aquellos canales que suspendieron su programación para dar el reporte urgente— dieron a conocer que un segundo avión se aproximaba a la segunda torre del World Trade Center (WTC) en la Gran Manzana, ya que a las 8:48 se había estrellado el primer avión en la torre norte. A las 9:06 horas el segundo avión se impactó contra la segunda torre. Eran quince minutos antes de que dieran las 10 de la mañana de ese oscuro 11 de septiembre cuando otra aeronave se estrelló contra el Pentágono, provocando de inmediato la evacuación del edificio. Las especulaciones principales apuntaron a la organización terrorista de Afganistán, Al Qaeda, dirigida por Osama bin Laden. Sin embargo el entonces presidente estadounidense, George W. Bush, sólo pidió un minuto de silencio al enterarse de los atentados. Vicente Fox Quesada, el entonces presidente de México, expresó sus condolencias y condenó los atentados. En un mensaje dado a conocer un día después de los ataques, el mandatario mexicano expresó que México se encontraba unido con su país vecino ante la tragedia. Cobertura local Como todos los medios de comunicación internacionales, EL INFORMADOR hizo una cobertura especial y local. Un día después de los atentados las reacciones locales no se hicieron esperar. Guadalajara vivió momentos de tensión, el sector empresarial, la Iglesia, así como el sector político se hizo presente en el pánico mundial que dejaban los atentados. A primera hora del 12 de septiembre, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez dejó saber que el clero tapatío condenaba los ataques y lamentaba las miles de muertes provocadas por éstos. Al mismo tiempo la Procuraduría General de la República en Jalisco condenó los actos y descartó que en el Estado hubiera presencia de grupos terroristas ya que los servicios de Inteligencia no habían detectado ninguna célula de este tipo. En el sector empresarial, el presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, Alejandro Padilla, dejó saber la preocupación principalmente por las exportaciones. En ese entonces Padilla dijo: “Lo primero que percibo es el cierre de aerolíneas y vías marítimas lo cual frena la economía del mundo e impactará directamente en las exportaciones de México”. Los movimientos policiales no se hicieron esperar. Las autoridades locales desplegaron medio centenar de agentes policiacos de diversas corporaciones municipales, estatales y federales para que resguardaran el consulado norteamericano en Guadalajara. Aunque no hubo ningún evento irregular en las inmediaciones. Una encuesta realizada en Guadalajara ese día por la empresa Marketing 2000 para EL INFORMADOR, reveló la opinión de la comunidad tapatía respecto al atentado. Al ser interrogados sobre su primera reacción al enterarse del atentado 31% respondió que sí tuvieron miedo, 18% sintieron tristeza por lo sucedido y 9% reaccionó con sorpresa. La incertidumbre y el pesimismo fue el común denominador para los tapatíos encuestados con respecto de probables consecuencias para el Estado, 43% ignoraba qué pudiera pasar en su entorno, mientras que 12% señaló que probablemente serían cerradas las exportaciones, en tanto que 7% supuso que disminuirían las fuentes de trabajo en la región. NUMERALIALa tragedia en cifras 40mil personas trabajaban en las Torres Gemelas, en Nueva York. 24mil personas laboraban en el Pentágono. 266 sujetos a bordo de los cuatro aviones secuestrados murieron. 35,500 reservistas militares fueron movilizados por George Bush para lo que llamó “la primera guerra del Siglo XXI”. 110 pisos tenía cada estructura de las Torres Gemelas. 19 terroristas murieron en los ataques. 343 bomberos murieron en el rescate. 23 policías murieron en el sitio. 37 agentes de la Autoridad Portuaria de Nueva York y de Nueva Jersey fallecieron en el rescate. 3mil muertes se estima que hubo a causa del atentado. 6mil personas habrían resultado heridas. 9.60 pesos costaba el dólar tras el atentado. 31 dólares costaba cada barril de petróleo en la cotización mundial. Testimonio“Todavía no me cabe en la cabeza el tamaño de la tragedia” El ingeniero en sistemas Juan Bosco, nacido en Zamora, itesiano y avecindado en Guadalajara desde 1998, tiene hoy 31 años de edad y pasará el domingo 11 de septiembre de 2011 en casa, luego de un merecido sábado de fiesta. Hace 10 años, en contraste, estaba haciendo su servicio social en la Asociación Tepeyac, una organización de ayuda a migrantes en Nueva York: la noche anterior, él y sus compañeros se acostaron tarde y despertaron para descubrir que las Torres Gemelas, perfectamente visibles desde la azotea, estaban en llamas. Bosco recuerda la historia sin sobresaltos, pero admite que lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001 fue un vuelco muy difícil de estimar: “Fue una tragedia, pero, a pesar de haber estado allí cerca y de haber ayudado a personas afectadas, todavía no lo dimensiono, todavía no lo creo. Todavía no me cabe en la cabeza el tamaño de la tragedia”. Como este ingeniero, varios estudiantes del ITESO de Guadalajara residían en Nueva York entre agosto y diciembre de 2001 mientras cumplían con el servicio social. Colaboraban con las actividades regulares de Tepeyac, una asociación civil nacida justo cuatro años antes para ayudar a las crecientes colonias de inmigrantes mexicanos y latinos en la gigantesca urbe. “Esa semana teníamos el Festival de la Cultura Mexicana”, recuerda Bosco. “Teníamos que organizar toda la logística, iba a estar pesadísimo. El lunes habíamos terminado muy cansados y dijimos: ‘Vamos por allí a un barecillo’. Allí estuvimos como hasta las cuatro, cinco de la mañana. A las 10:00 empezábamos las labores y nos despertamos con eso. En un principio no sabíamos qué había pasado. Pensábamos: ‘Es algún efecto especial de alguna película’. Bajamos a la cocina a ver las noticias y ya supimos que eran aviones. ‘Y ahora qué vamos a hacer’. Nos quedamos paralizados”. El edificio de Tepeyac está en la calle 14 de Manhattan, entre las avenidas Séptima y Octava, a distancia segura de la sureña Zona Financiera, donde ocurrieron los atentados. Pero toda la ciudad —y el país y el mundo, recuerda Bosco— entró en pánico: “Habían cerrado todos los puentes, los túneles; no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar así, si se iba a acabar la comida, el agua… Ya después supimos que Afganistán, que Bush les declara la guerra… Yo estaba en la cocina, viendo las noticias, y pensé: ‘En la torre, a ver si no vienen y nos bombardean acá’. Nueva York está plagado de gente de origen asiático, hay muchos musulmanes; a las nueve de la noche veías a muchas personas que sacaban su alfombrita y se ponían a rezar a media calle…”. El festival mexicano iba a efectuarse en el Battery Park, ése sí a unas cuadras del World Trade Center, así que quedó suspendido. “Nos enfocamos a ayudar a migrantes; muchos habían perdido su empleo porque trabajaban en la Zona Cero, muchísimos; otros perdieron familiares; en lo que encontraban trabajo, nosotros recibíamos donativos y los distribuíamos”. La tensión ambiente permeó aquellos días: “Recibíamos donativos, cartas de todas partes del mundo, pero nadie quería abrirlas porque estaba lo del ántrax. El director le pagaba a alguien para que se pusiera a abrirlas. Había rumores: ‘Que en cierto lugar filtraron ántrax en el aire acondicionado…’”. A Bosco le tocó colaborar con trabajos como el diseño de un software que era requisito para garantizar que Tepeyac distribuiría correctamente los donativos. “Incluso se tuvieron que hacer formas en chino, porque cerca de las Torres está Chinatown y muchos se quedaron sin trabajo cuando cerraron esa zona”. Por labores como ésa, él y sus compañeros recibieron el premio Pedro Arrupe, que su universidad entrega a un servicio social destacado. Bosco y los demás volvieron a México entre diciembre y enero, luego de haber llevado el trabajo de ayuda a niveles, por supuesto, insospechados antes del 11 de septiembre. “Realmente no lo creíamos: que un día estuviera todo funcionando y de repente cambiara todo el mundo. Vi que la vida puede dar estos giros de 180 grados en cuestión de segundos y eso me impactó”. La vida ha dado otros giros y Bosco no ha regresado a Nueva York. “Claro, he soñado con volver. He viajado a otras partes, pero Nueva York no ha estado en los planes. Sí quiero volver algún día, de vacaciones”. Y ¿quedarse allá, volver a vivir en alguna otra época? “Fíjate que yo decía: ‘Qué chido estar en Nueva York’, pero me di cuenta de muchas cosas. Dios me dio una oportunidad de trabajar cerca de la ciudad donde nací, no tenía la necesidad de no estar con mi familia o mis amigos. Ves a Nueva York como una ciudad muy famosa y todo, pero hay cosas que ya no cambiarías”. Temas Norte América Estados Unidos 11 de Septiembre Lee También Trump anuncia aranceles del 100% para China por su postura comercial 'hostil' ¿Bad Bunny fuera del Super Bowl? Este sería el show alternativo Poza Rica, inundado por desbordamiento del río Cazones Bad Bunny permanece sentado durante "God Bless America" y enciende las redes Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones