Un monstruo de tres cabezas

MADRID, ESPAÑA (08/MAR/2013).- Se definen como “un monstruo de tres cabezas”, y como tal se comportan, aunque pertenezcan a generaciones distintas y tengan procedencias diferentes.

Encerrados en un cuartito en la productora El Deseo, epicentro del reino Almodóvar, con un cortinaje rojo que aporta un aire de teatralidad a la charla, Javier Cámara (Albelda de Iregua, 1967), Raúl Arévalo (Madrid, 1979) y Carlos Areces (Madrid, 1976) comentan su experiencia en Los amantes pasajeros, en la que encarnan a los tres azafatos de la clase business, el trío que reparte juego en la vuelta a la comedia de Almodóvar, y que llegará el viernes a las pantallas.

Cámara ya había trabajado con él en Hable con ella y en La mala educación; Arévalo y Areces debutan en su mundo.

Los actores comparten cómo se integraron a esta producción.

Javier Cámara. “Pedro me empezó a contar la película durante Hable con ella, cuando aún no teníamos confianza. Ahí me di cuenta de que él va describiendo las historias y las películas porque las va probando con los demás, encarnando a todos los personajes. Recuerda a lo que hacía con sus cortos en súper 8, cuando ponía todas las voces. En esta ocasión Pedro nos ha dejado meter muchísimo de nosotros, añadir nuestra personalidad a los papeles”.

Raúl Arévalo. “O que él ha pillado de nosotros para incorporarlo a su guión. He descubierto durante los ensayos cómo él te va introduciendo en su mundo. Desde el primer día que vine aquí a ensayar [se refiere a la productora] ves que todo es Almodóvar [señala los cortinajes], las fotos, los carteles... Te introduce en su mundo lo conozcas más o menos y una vez que empiezas el rodaje estás tan metido que es fácil para él ir guiándote: sabes qué te va a pedir. Es exigente y tú quieres dar lo máximo”.

J. C. “También hay que entender que nosotros somos un monstruo de tres cabezas, que los efectos especiales de los personajes -la pluma, que formen parte de un equipo de azafatos...- son comunes. Este monstruo tiene muchas cosas excesivas (su relación con las bebidas y las drogas) que te inspiran como actor”.

Carlos Areces. Es cierto que las cosas que son nuestras tampoco hemos decidido meterlas nosotros, porque efectivamente Pedro es, de los directores con los que he trabajado, el que tiene todo más claro. No creo que le guste que llegues con propuestas al rodaje, porque él ya ha hecho su composición. Efectivamente, Pedro, en los primeros ensayos, los hizo leyendo todos los personajes y tú ibas tomando referencias. Y sí, tienen cosas nuestras porque, por ejemplo, el personaje de Raúl era más ácido, cínico, malo, más de vuelta de todo, y el mío más cándido, y eso fue cambiando”.

R. A. “¿Y por qué cambió? Cuéntalo todo”.

C. A. “Un día pregunté a Pedro: ‘¿Te has dado cuenta de que mi personaje empezó siendo más bondadoso, más tierno, y ha acabado como el que mete más pullas de los tres, el más dolido? Y con el de Raúl ha pasado lo contrario’. Y me respondió: ‘Eso es lo que has aportado tú al personaje’”.

J. C. “Hemos pasado por muchas etapas, como cuando teníamos. Él buscaba una naturalidad dentro de ese tono de comedia disparatada.

—Es una película repleta de referencias a su obra.

J. C. Él mismo en rodaje se disculpaba diciendo: ‘Perdón por autorreferirme’”.

C. A. “Una cosa de la que me he dado cuenta viendo todas las películas del tirón es que -salvo La mala educación, que ya fue complicada desde el rodaje- todas tienen finales amables”.

J. C. “O un desenlace esperanzador. Hay también mucho de esos juegos de comunicación de Pedro, que incluso son muy teatrales. Aquí insistía en que los azafatos cada vez que abrían esas cortinas estaban actuando. Es un gran conocedor artístico. Y es voraz. Nos hizo un disco para la peli no con la música que se oye en ella, sino la que le inspiraba, la que oía para escribir y trabajar. Nunca para. Durante este rodaje nos contó que por las noches había escrito otro guion. ¡Otro guion!”

R. A. Tiene una necesidad brutal de contar historias.

J. C. “Tiene una necesidad perentoria de juventud, de energía, de efervescencia. Quería mucha energía para contrarrestar, por ejemplo, que nos pasamos mucho tiempo en pantalla en asientos de avión atados con los cinturones”.

C. A. “Transmite ilusión y ganas. Pedro es mucho más joven que muchos nuevos directores, y más libérrimo que ellos”.

Con información de El País