Sportacus doblega a la ciudad de la pereza

Los niños de la ciudad comen golosinas, le hacen el “fuchi” al ejercicio, son egoístas y berrinchudos. No es Guadalajara, aunque podría serlo. Es Lazy Town.
Pero para contrarrestar este triste escenario llega un superhéroe azulado llamado Sportacus y una niña que le disputa a la Pantera Rosa el monopolio de ese color: Stephanie.

Un ejército de pequeños interactuaron con Sportacus y sus amigos para lograr subir el nivel de energía de Lazy Town y con ello, frustrar los planes del espigado y maléfico Robbie Rotten.

Los niños coreaban y bailaban las canciones, que tantas veces han visto en el canal de Discovery Kids, observando (incrédulos) a todos los personajes de la serie.

Jimena, una niña de seis años, quien no paraba de bailar cada una de las canciones, aumentaba los decibeles con las interpretaciones de Stephanie. En el intermedio regresó con la peluca rosada y ahora sí, estaba completa.

Los ingredientes de Lazy Town son la promoción de la actividad física, la comida sana, la música y la diversión.

El alcalde Milford fue el primero en salir a la escena, una buena representación de la plaza central de Lazy Town, e informó Srta. Bessie que estaban por comenzar la celebración del aniversario de la ciudad.

Con esa premisa, la adaptación al teatro logra relacionar momentos y canciones de la primera temporada de la serie, como la llegada de Stephanie a Lazy Town, el intento de Ziggy de convertirse en un superhéroe o cuando cantó Stingy, el niño egoísta que confirma: “todo es mío”.

A diferencia de la serie televisiva en que Ziggy, Stingy, Pixel, Trixie, el alcalde Milford y la Srta. Bessie son marionetas, ahora son representados por botargas.
Decenas de niños replicaron la vestimenta de Sportacus, seguro protagonista de la obra: superhéroe ágil, deportista y un gran acróbata. Es amable, paciente y predica con el ejemplo.

Sin embargo, el que más risas roba a los niños es Robbie Rotten, el torpe malvado que pretende echar a perder todo lo que hay de bueno en Lazy Town. Rotten es un villano que, por supuesto, se pasa el día mirando la televisión y comiendo dulces entre horas. Es el rey de los disfraces pero nunca logra llevar a cabo sus malévolos planes.

La obra cumple con escenarios memorables para los niños: la cueva de Rotten es presentada con bastante fidelidad, la recamara de Stephanie es descrita por las niñas como “hermosa”, la nave de Sportacus es la representación del paraíso para los chiquillos, que con la boca abierta, la observaban desplazarse por el escenario.

El momento cumbre vino cuando los personajes bajaron del escenario para saludar a los pequeños presentes, que provocaron un caos en el Teatro Galerías, ya que con la ansiedad por abrazar y tocar a sus héroes, los niños (que promediaban cinco años) dejaron sus lugares y escaparon masivamente de la supervisión de sus padres. Esa interacción dejó a los niños hechizados.

Así es como la fantasía de Lazy Town conquistó a la niñez tapatía, entre piruetas azules y coreografías rosas.

De qué se trata
Es el festejo del aniversario de Lazy Town y todos los habitantes participarán en los preparativos. Hay un “Medidor de energía” de la ciudad, y si Lazy Town acumula el máximo, ganará un premio. El malvado Robbie Rotten hará todo lo posible para que Sportacus, Stephanie y sus amigos fracasen en el intento.