Entretenimiento | El personaje: una madre, también esposa, abuela, amiga, escritora, benefactora y más Maya Navarro de Lemus, a quien la realidad no ha restado idealismo De García Márquez y Carlos Fuentes, mejor ni hablar, ellos son cosa leída, por no decir caminos ya andados. Y su predilección por la historia de México la ha llevado de José Vasconcelos a Fernando del Paso. Por: EL INFORMADOR 8 de mayo de 2008 - 17:02 hs Por: Ana Guerrerosantos Fotos: Alonso Camacho “Ni mocha ni recalcitrante, pero con gran espiritualidad adentro porque yo tengo una gran necesidad de Dios y te lo puedo decir como los jaliscienses: lo ocupo”. Ha recorrido las páginas de G.K. Chesterton, William Faulkner, Paul Johnson y Murasaki Shikibu. De García Márquez y Carlos Fuentes, mejor ni hablar, ellos son cosa leída, por no decir caminos ya andados. Y su predilección por la historia de México la ha llevado de José Vasconcelos a Fernando del Paso (el favorito en este tema), sin dejar de lado clásicos entre los que figuran Marcel Proust o León Tolstoi. Pero ¿en dónde o cómo vierte ella toda esta energía que se suma a la propia? Primeramente en su familia, pequeña y nuclear; y en segunda instancia en una multiplicidad de causas como lo han sido la Sociedad de Amigos del Museo Regional, el patronato de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO) y también en su columna semanal Mujeres que dejan huella (EL INFORMADOR). Todos los que la conocen lo saben: Maya es un cascabel inagotable, no cesa por ayudar a otros mientras que se las arregla para detener el mundo y cuidar a sus nietos; sobrepasa cualquier obstáculo cuando alguien la necesita y saber decir “con permiso” cuando un buen libro la espera en casa; logra una sonrisa desbordante y cariñosa, cuando lleva cicatrices de vida en el corazón. Todo esto la hace única, cumple un 10 que en efeméride es Día de las Madres, pero también es el logro de todo un trayecto recorrido con tenacidad y constancia. ¿Qué es ser madre para ti? Es una realización inimaginable, de enorme profundidad. Y cuando ves a los hijos crecer y tomar su propio camino, formar ellos su propia familia, sientes que el trabajo fue hecho. ¿Dos hijos y siete nietos? Jesús Pablo que tiene cuatro hijos y Mayita que tiene tres. Ambos casados, Pablo con Maye Villa, y Mayita con Gerardo Ibarra. Y sí, siete nietos en casi 10 años. Entonces, ¿qué es ser abuela para ti? Los nietos son la frescura de la vida para nosotros los abuelos. Es un afecto tan genuino el de las criaturas... porque con los hijos, cuando los educas, tienes determinadas responsabilidades para lograr gente que crezca con valores para el mundo que les vaya tocar enfrentar. Cuando menos ésa es mi manera de pensar. Y con los nietos, lo que hacían tus hijos y te parecía mal, se te hace gracioso. Es un cambio total de actitud de madre a abuela. ¿Y la familia de la que tú vienes, Maya? Yo vengo de una familia muy trágica. Nací en Tepatitlán, Jalisco, y ahí viví como hasta los 10 años de edad. Me vine porque iban a estudiar mis hermanas, estuvieron en diferentes internados, y faltábamos nosotros los más chicos de estudios. Mi mamá quiso que nos viniéramos para estudiar, pero los medios económicos no nos lo permitieron, mis hermanos se quedaron en el Cervantes, yo entré al Colegio Reforma y me quedé nada más hasta primero de secundaria. Me salí a trabajar con mi mamá que tenía una tienda de ropa típica en el Hotel Fénix. Entonces aprendí el inglés de emigrante, comercial total, pero eso sí, siendo de una familia muy culta donde todos -padre y madre, todos- compartían el gusto por la cultura como prioridad. ¿Cómo se daba esto? Mira, desde que vivía en Tepa, bien chica, ya estaba leyendo Los Siete Infantes de Lara. Nos compraban el libro de Los tesoros de la juventud, no era el libro común de los niños, era una lectura con cierto futuro a ser un poquito más intelectuales. Esto nace de mi mamá, ella era una mujer preparadísima, cultísima. Y aparte yo lo fui asimilando, tan es así que la parte principal de mi vida son los libros. Es lo que más me gusta, no hay nada que me guste más que leer. Yo por leer me salgo de una fiesta, por leer me salgo de donde sea, llega una hora en que quiero estar en mi casa porque mi máximo es estar leyendo. Tengo por lo menos 15 años en talleres de literatura y casi todas mis actividades han coincidido con actividades culturales. ¿Como cuáles? Fui 15 años miembro de la Sociedad de Amigos del Museo Regional, desde que se funda. Me tocó conocer a Echeverría ¡Es el único Presidente que he visto de cerca! Estábamos empezando en ciernes a fundarla y seguí hasta la entrada de Alberto Cárdenas. Entonces es enorme la cantidad de artistas, escritores, personalidades, historiadores, antropólogos, investigadores... la cantidad de exposiciones para las que me tocó buscar patrocinios, la logística para los eventos -recuerdo con mucho cariño los altares de muerto que hacíamos con Pepe Hernández y los altares de dolores, él a la fecha me dice ‘Mayita, sin ti el museo ya no es nada’-. Le entregué mi vida al museo, me costaba hasta de mi bolsa pero no me importaba; de verdad lo amé. Incluso tuve muy buena suerte, o no sé, pero nunca se me cerró ninguna puerta tanto en el empresariado como en las diferentes instancias del gobierno del Estado. Tan es así, que ya para cuando finalizaba después de 15 años, que yo decía ‘este círculo debe cerrarse’, pinté todo el museo, se le tapizaron las sillas del auditorio, les compré una televisión grandotota cuando todavía no existían las de ahora para los investigadores, y luego les puse un candil que regaló Paviche para la capilla y todo se pintó por fuera. Las puertas que ya estaban verdaderamente quebradas y abandonadas, se hicieron nuevas, copiando el estilo de las originales. Las farolas que estaban aventadas por allá, las recuperamos, las restauramos, las pusimos y el museo cobró toda su dignidad. Todo esto, claro, con el permiso y la anuencia del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Pero antes yo había estado en Conciertos Guadalajara con Martha Hernández de González Allende, y ésa fue otra etapa muy bonita de voluntariado en el aspecto musical por la oportunidad de conocer. ¿Qué te diré? Tengo amistad personal con Gilda Cruz Romo, conocí muy bien a Plácido Domingo... Ahí duré bastantes años, pero mi meta fue el museo, me absorbió todo. De ahí, fui invitada por EL INFORMADOR a escribir en Calor de Hogar. Verdaderamente ha sido cursar la carrera más larga: 10 años de una mujer cada ocho días con diferente tema. Yo atravesando dificultades de que se te mueren tus familiares, en fin, lo que les pasa a todos los seres humanos, pero nunca, nunca he dejado de escribir un artículo. Bueno, malo o regular, no estoy hablando de mi calidad de escritura, estoy hablando de mi tenacidad para estar buscando mujeres con diferentes temas, no hay una repetida en 10 años. Y entonces fui llamada a ser parte de la Fundación Sarquis, para elegir a jaliscienses ilustres y prominentes en cualquier ámbito (para el Premio Pedro Sarquis Merrewe). Empecé por el ingeniero Federico Solórzano Barrueto, el doctor Mario Rivas Souza, ahora escritores, y toda la gama de jaliscienses diseminados en la República mexicana. ¿Qué te ha dado todo esto? La inquietud de escribir un libro y entonces elegí a 150 mujeres por diferentes actividades, desde la ama de casa que formó una esplendorosa familia, hasta académicas, pintoras, escultoras, doctoras, filósofas, artistas, en fin. Me lo patrocinó la Fundación Sarquis y la otra mitad Promomedios, se vendió sin salir a librerías y el dinero fue entregado a beneficio de los Niños con Cáncer, Mi gran Esperanza. ¿Qué sabor te deja esto, Maya? Quiero seguir. Como que siento que todavía tengo mucho. Soy muy inquieta, no sé estar sin hacer nada, aparte tengo más de 40 años en un grupo que se llama Voces Culturales en donde cada ocho días tenemos una personalidad con un tema diferente. Y también estoy en diferentes instituciones de actividad social o de beneficencia. Es escaso lo que ayudo a veces, porque podría dar más, pero estoy con ellos cuando me necesitan y cuando me lo piden. Pero lo que más me ha dado es la columna. Han sido 10 años de escuchar a una reumatóloga, a una escultora, a la que es pintora, poeta, escritora, es como mi universidad personal, mi universidad particular, que seguiré hasta el día que me digan. Y las primicias que has logrado, ¿no? Sí. Son tres ejemplos en los cuales dices ¡gúau! Yo soy amiga del papá de Lorena Ochoa y me pidió que la entrevistara. Eran sus pininos y le saco; fui de las primeras en hablar de ella y ahora es nuestro símbolo nacional en el mundo. Luego Jashia Luna, nadie la conocía. La entrevisto y resulta que luego es campeona nacional de natación y nombrada para participar en las Olimpiadas. Otro día entrevisto a Tere Riggen y me pide que escriba sobre su hija, Patricia, y claro, la columna no es mía, es de todas las mujeres que hayan dejado una huella aquí en Jalisco. Quien me solicite yo estaré ahí para entrevistar. Escribo de Patty Riggen, fui la primera, la incluí en mi libro, y ahora ¡gana su película La misma Luna en Cannes! Dijiste no haber llegado a la universidad; sin embargo, lees a Chesterton, a Paul Johnson... Sí. Una de mis grandes ventajas en cuanto al amor a los libros, es el amor a los autores. Procuro leer puros consagrados, puedo decir que ahorita estoy muy metida en la literatura japonesa y acabo de leer la obra de Yusunari Kawabata, La casa de las bellas durmientes y Lo bello y lo triste – que los recomiendo infinitamente-, leí a Murasaki Shikibu, a Kenzaburo Oe. Todo esto gracias a un amigo antropólogo, Alfonso Alfaro, que me dijo ‘Lee la historia de Genji, es un libro de Murasaki escrito en el siglo X por una mujer’. Yo no podía creer la maravilla de obra, son dos tomos inmensos y cuando mi mano transitaba por aquellas hojas y yo no podía dejar aquella literatura tan fabulosa. Le di las gracias a Alfonso, le pedí que me los dedicara y me puso: ‘Bienvenida a la secta’. Por supuesto, me gusta mucho G. K. Chesterton; como historiador Paul Johnson; he leído casi todos los clásicos, la historia de México también y, qué curioso, he leído la de los antiguos, desde Alfonso Reyes a José Vasconcelos, pero para mí hay una novela que es el parteaguas de la historia de México, que es Noticias del Imperio de Fernando del Paso. Pueden decir que estoy diciendo una tontería, pero es mi manera de pensar. La comparo a La Guerra y la Paz de León Tolstoi porque trae todos los géneros: historia, literatura, poesía, epopeya... Para mí, es una de las grandes novelas de México. Claro, Juan Rulfo, Yáñez, Arreola y todos tienen su lugar, su altar, pero para mí esta novela me dijo tanto... es mi favorita. Pero también Borges, mi queridísimo Jorge Luis Borges, ¡lo amo! Brinco de uno a otro, García Márquez, Carlos Fuentes ya están leídos, casi toda su obra. Pero Marcel Proust, Robert Musil... de hecho no quiero decir que absolutamente todo lo que leo lo tenga bien capturado en mi mente porque en muchos libros encuentro dificultades para entenderlos. Por eso estoy en talleres de literatura para que luego se me expliquen. Leer a Virginia Wolf no es tan fácil, a James Joyce, bueno, ahí sentí que la cabeza no me daba. Pero procuro hacerlo para aumentar un poquito mi intelecto y llenar tantos huecos y tantos vacíos que tengo en la cultura. ¿Cómo confrontas esta profundidad interior con la frivolidad que hay afuera en la calle? Parece que no, pero mi actividad en Mujeres que dejan huella me mantiene un poco aislada. De carácter, aunque no parezca, soy un poco solitaria. Y aunado a eso tengo un taller de literatura aquí en la casa; ya tengo con él como cuatro años. Estuve muchos años nada menos que con Guillermo García Oropeza, con el maestro Rodríguez Lapuente, que ya murió; con Magdalena González Casillas, que fue una maestraza para mí; con Ernesto Flores, premio Jalisco de Letras. Son las personas con las que yo me forjé. Entonces, ¿cómo le hago? Socializo porque mi carácter es muy adaptable, procuro platicar de lo que platican, pero ¿con quién platico lo que yo leo? Con amigas muy cultas, muy preparadas, con quienes nos vamos compartiendo los libros. Pero sí me siento una mujer idealista y espiritual, aunque me vean retratada en convivios a los que me invitan porque me tienen afecto y cariño. Y yo agradezco mucho porque tristemente mi familia se ha acabado, éramos ocho y no quedamos más que tres: yo aquí sola en Guadalajara y dos hermanas en México. ¿Por eso dijiste lo de “trágica”? La vida no está llena nada más de cosas hermosas. No hay ser humano que no cargue una tristeza en su bolsillo. Nosotros fuimos una familia que nos tocó cargar las tragedias no en bolsillo, sino en un saco: mi padre fue asesinado, uno de mis hermanos balaceado, luego se mató mi hermano de 26 años en un accidente de carro yendo a Tapalpa; a los cuatro años muere mi hermana de 46 años entonces, muy bonita, de veras una mujer que representaba a la alteña; luego mi otro hermano de un infarto, muy joven. En el 2000 se mató mi cuñada en un accidente, en junio murió mi mamá de 92 años que vivía conmigo y en noviembre ese hermano que había quedado viudo. Ahora, hace un mes, otro hermano. De ser ocho quedamos tres, y más bien como que todas esas situaciones tan tristes y dramáticas, unas más que otras, por supuesto, desembocaron en que Maya no es nada más la señora contenta y feliz que ven escribiendo cosas de señoras maravillosas, porque a mí me toca el lado bonito de ellas, no me toca escribir lo triste, y sí me gustaría porque ¡al revés! Uno tiene tanto adentro que dar para que otras personas dejen de sufrir, que te convierte en alguien más espiritual que cada día da gracias a Dios. Te han quitado, pero te han dado, Maya. Sí. Yo me casé con Jesús Lemus Contreras y te puedo decir que a 40 años que casi voy a ajustar con él, claro que he recibo más de lo que la vida me ha quitado. Es un hombre muy bueno que me quiere mucho; me lo ha constatado. Un hombre que ha sido mi marido, el padre de mis hijos, mi protector, padre, compañero y amigo. Todo eso significa él para mí y como todos los matrimonios, con todas las problemáticas, pero es mucho más lo bueno que lo malo. En primer lugar el fruto de dos hijos verdaderamente maravillosos que además eligieron, ni por suerte ni por azar, a dos maravillosas personas, mi nuera Maye y mi yerno Gerardo, y siete nietos que son como el fruto que me vino a dar todo esto en la vida. 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