Entretenimiento | Llega el momento en que el folclor de los camiones deja de ser una anécdota simpática. LA VIDA EN SHUFFLE: Tablero de peluche No se trata de ser como holandeses, ni de querer que la pulcritud de los buses y tranvías de Viena la tengamos aquí Por: EL INFORMADOR 29 de mayo de 2008 - 17:47 hs Llega el momento en que el folclor de los camiones deja de ser una anécdota simpática, para convertirse en un signo más del lamentable estado del sistema de transporte público que tienen a bien ofrecernos honorables empresarios en contubernio con las honorables autoridades estatales. El mullido asiento del chofer tapizado en peluche; la figura de la virgencita en un elegante nicho a su costado, para que lo proteja de comportarse como un imbécil; luz negra en todo el camión para iluminar nuestros trayectos nocturnos; el rostro de Cristo en el acrílico detrás del chofer, para que lo veamos todos; el grosero anuncio para quienes no entienden que hay que bajar por la puerta de atrás; la tarifa puesta con pintura y con el dedo... El escudo de las Chivas, gigante, en la extensión del tablero del minibús justo al lado de la escalera, para que lo veneremos antes de pagar; la cubeta de detergente vacía que hace las veces de bote de basura; la palanca de velocidades forrada en vinipiel color blanco; calcomanías de las estaciones favoritas del chofer en la defensa trasera, lo mismo que el nombre de sus novias; el mentiroso mensaje de “Velocidad regulada por computadora” con tipografía gótica... Toda una estética de lo kitsch, podría decirse, pero también debe decirse: rasgos de un sistema de transporte mediocre y corrupto que lo último que tiene como objetivo es el servicio al pasajero. Todas esas monerías que a los choferes les permiten colocar sus patrones serían simpáticas si, por ejemplo, el camión estuviera limpio, pero limpio de verdad, no sólo barrido; recién lavado de la carrocería todos los días antes de salir a la ruta; que los choferes dieran la parada sólo en los sitios asignados para ello; que cumplieran con una tabla de horarios; que no bajaran pasaje en doble fila; que no dejaran a la gente pidiendo la parada; que no atropellaran y mataran a peatones y pasajeros. No se trata de ser como holandeses, ni de querer que la pulcritud de los buses y tranvías de Viena la tengamos aquí. Qué decir del sistema de transporte de Montreal o las líneas nocturnas en Burdeos, para quienes trabajan hasta tarde o se quieren divertir. Ojalá algún día nos quejemos como se quejan en todas esas ciudades de su transporte público. Es decir, que nos quejemos partiendo del nivel de calidad y servicio que tienen allá. Pero aquí, cuando pareciera que se discuten y que se aplicarán programas concretos de movilidad urbana en la ciudad, el estado del transporte público es sintomático de cómo el sentido común, para resolver problemas de la mayoría, es el menos común entre los funcionarios que toman las decisiones sobre estos temas. Porque para resolver los suyos, su sentido común es impecable. A costa de los cientos de miles de usuarios los funcionarios se evitan conflictos que puedan poner en riesgo su preciada carrera política. Porque claro, para ellos su carrera política no depende en realidad de los ciudadanos que votan por ellos, esos son la parte final de todo un proceso de triquiñuelas y favores. Depende de los padrinos que puedan acumular desde sus puestos; de quedar bien con las fuerzas que mueven las cosas en el estado y una de ellas, sin duda, es el conocido como pulpo camionero. Ese Frankestein alimentado por los voraces empresarios y políticos que después de décadas no hacen más que perfeccionarlo. ¿Y qué ayudaría a que todo esto no fuera tan terrible? ¿Cómo podría desenredarse la madeja? No es el hilo negro lo que hay que descubrir. Se ha dicho, pero cómo tocar el nudo principal, el corazón de toda la cadena de corrupción. No ha habido gobernador del Estado que se atreva: hacer que los choferes de los camiones no compitan por pasaje, que no manejen efectivo. Si los conductores van a ganar más si dan más vueltas a su ruta; si en algunos casos el patrón prácticamente les renta el camión por una cuota que tienen que cubrir y fuera de eso el resto es suyo, el resultado es obvio. No se trata de disculpar lo orates que son muchos choferes, pero si los ponen a competir por dinero es casi natural que buscarán ganar más. Qué se puede esperar si justo en estas semanas que se ha hablado de la obligatoriedad del prepago para el año próximo se explica que ¡también se podrá pagar en efectivo! O sea que sí, pero más o menos. Es una burla. por: eduardo castañeda h Temas Tapatío Lee También Atlas vs Chivas • Momentos Destacados • Jornada 17 • Clausura 2025 Afición de Chivas realiza la Serenata Rojiblanca de cara al Clásico Tapatío Djuka lamenta que sus goles no ayudaran a conseguir Liguilla para Atlas Atlas buscará cerrar bien su semestre con la victoria ante Chivas Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones