Homenaje a Otto Schöndube

ZAPOPAN, JALISCO.- Con la sonrisa extendida por el rostro como si ocultara travesuras (y cientos de historias pretéritas), Otto Schöndube recibió ayer ríos de halagos en el Museo Trompo Mágico por su trayectoria como arqueólogo, profesión que en sus palabras “es una especie de viaje en el tiempo, porque yo no soy muy aventurero y la verdad es que a través de lo que encuentro y analizo puedo ir a cualquier lado del pasado”.

Pedro Fernández Somellera reconoció risueño que en realidad “Otto nunca ha trabajado”, se la ha pasado caminado por los cerros, leyendo libros y escribiendo otros, dando conferencias, sembrando inquietudes en otros, buscando tepalcates viejos, atando cabitos de aquí y allá para descubrir los misterios de cada pieza.

Acompañado por colegas, ex alumnos y familiares, Schöndube dijo que le gusta “esto de la rqueología, es algo así como ser un detective, un juego con rompecabezas para dar una visión razonable, entendible, de lo que pasó en el pasado” y recordó con Federico Solórzano (presente en el público) la frase de un maestro -“muy rudo y exigente”- que compartieron: “Lo más divertido que se puede hacer con la ropa puesta, es la arqueología”.

Otto Schöndube (Tamazula , 1936) es el tercer homenajeado en el Trompo Mágico, pues también han sido reconocidos Enrique Estrada por su vocación naturista y el paleontólogo Federico Solórzano.

A la par se inauguró (en el Laboratorio de Divulgación Científica) una exposición que incluye piezas representativas de Occidente (del acervo del Museo Regional), imágenes de Otto Schöndube cuando era niño, con su familia y en trabajo de campo con su equipo de excavación.

La directora de Proyectos Educativos del Trompo Mágico, Yadel Aréchiga, señala que el eje del trabajo es que los niños tengan la idea de qué hace un arqueólogo, cuál es su ambiente, cómo trabajan y cómo es su historia.