Miércoles, 01 de Mayo 2024
EL INFORMADOR/ARCHIVO
Jalisco

"Que los llantos de las madres nunca los dejen dormir":Testimonio de la madre de un desaparecido

Martha Leticia García, fundadora de uno de los colectivos más importantes de Jalisco, "Entre cielo y tierra", recuerda la última vez que vio a su hijo, y su lucha interminable por darle justicia a los más de cien mil desaparecidos en México

FaustoSalcedo

El mediodía del 4 de agosto del 2017, César Ulises Quintero García se despidió de su madre con la cotidianidad acostumbrada entre ambos, y, a bordo de su automóvil, se dirigió desde el municipio de La Barca rumbo a Ocotlán para atender una diligencia. Al cabo de unas horas, cuando Martha Leticia García (Marleti) sintió dentro del corazón la ansiedad de que su hijo ya se había demorado demasiado, lo cual era inusual en él, intentó comunicarse. Pero Ulises no respondió sus mensajes, ni sus llamadas, ni ningún otro método posible de contacto. Ya no regresó a casa. La noche llegó para quedarse: creciente, que prevalece en sus penumbras, y se volvió interminable para Marleti.  

El próximo 4 de agosto se cumplirán cinco largos años desde aquella última ocasión en la que Marteli volvió a ver a su hijo, y en el transcurso de ese tiempo, México llegó a la cifra histórica de 100 mil desaparecidos. Esta es una historia de amor y esperanza, de luz y oscuridad: la lucha de una madre contra el mundo, de una madre que no se detiene, que no se rinde y que no descansa un solo instante de su vida sino hasta encontrar a su hijo, al que no ha vuelto a ver a los ojos, frente a frente, hasta el sol de hoy.

Ficha de búsqueda de César Ulises, emitida por la Fiscalía General de la República. ESPECIAL/FGR

César Ulises Quintero García, originario de La Barca, tenía 19 años aquel verano distante del 2017. Era estudiante del Centro Universitario de la Ciénega. Siempre tuvo afinidades por el campo, la tierra y la agricultura, y siendo niño sembró por sí mismo sus propios maíces, los cuales degustaba en tardes felices junto con su mamá. La juventud lo llevó a ser una persona con sus propósitos bien definidos para el futuro, y más maduro a comparación que otros muchachos de su edad. Sus amistades y conocidos opinaban que “tenía un alma de adulto en un cuerpo de joven”. Era diestro con la palabra hablada, muy hábil en las artes difíciles de los debates, y su lugar favorito en este mundo era la playa.

Desde la niñez, sin consultarlo con nadie, Ulises trastocaba los días de su madre llevándole animales: perros abandonados, gatos desahuciados, palomas malheridas, al grado en que Marleti tuvo que establecer un convenio de urgencia con el veterinario local pues no sabía en qué momento su hijo llegaría a casa cargando con otro animal repentino. “Ahora qué me traes”, lo reprendía. Marteli recuerda en especial aquel día en que Ulises apareció con un gatito que tenía la pata destrozada, que parecía sano y fuerte a pesar del miembro herido.

"Hay aves que cruzan el pantano y no se manchan"

No obstante, el veterinario les desmoronó las esperanzas con la noticia de que la acción más responsable era dormir al animal, pues la herida era mucho más profunda, y le había gangrenado sin remedio el corazón. Ulises no logró comprender. “Pero es que está lleno de vida”, insistió. No obstante, dejarlo vivo era condenarlo a una agonía lenta. Una vez durmieron al gato, Ulises lloró mucho, y salió del veterinario con el animal inerte dentro de una caja de cartón.  

César Ulises Quintero García, desaparecido la noche del 4 de agosto del 2017. CORTESÍA

Ulises pensaba que las personas estaban mucho más allá de su entorno o de las opiniones ajenas, y que todos tenían dolores e historias secretas que los conformaban: “Hay aves que cruzan el pantano y no se manchan”

Nada lo entristecía más que ver a adultos mayores teniendo que ir todavía a laborar a empleos injustos y mal pagados. “Cómo es posible que gente a esa edad tenga que andar trabajando”, se preguntaba. Se adjudicó a sí mismo el papel de hombre de la casa. Siempre se rodeó de personas mayores a él, de tíos y hombres adultos a los que admiraba, e incluso Marleti le decía que se hiciera amigos de su edad. Cuando ingresó a la escuela para estudiar agrobiotecnología, se sentía en desventaja con otros muchachos que conocían aspectos fundamentales de la tierra y la lógica interna de las maquinarias, y que, como mucha gente del campo, fueron instruidos por sus propios padres agricultores. 

Ficha de búsqueda de Ulises, por parte del colectivo "Entre cielo y tierra". CORTESÍA

El verano en el que inició la pesadilla 

Ya estudiando la licenciatura en agrobiotecnología, Ulises también tenía contemplado convertirse en abogado. El verano del 2017, “en esas nefastas vacaciones”, según Marleti, queriendo conocer más sobre el campo para poner en práctica lo que veía en la escuela, Ulises decidió entrar a trabajar a la granja de un agricultor bien establecido en la región. Ulises, de acuerdo con su forma de ser de relacionarse y respetar a personas mayores, le profesó al agricultor confianza y lealtad.

El miércoles 2 de agosto del 2017, Ulises recibió una llamada en la que fue informado que el hijo de su patrón, un joven unos años mayor que él, había sido detenido. Tanto Ulises como Marleti estuvieron al pendiente de la situación, pues el muchacho no aparecía en ninguna delegación, sus padres lo buscaban desesperados, y finalmente se les informó que el joven estaba preso en Ocotlán.

Bajo su lógica de no juzgar a las personas, y que se puede cruzar un pantano y no mancharse, Ulises quiso acompañar a su patrón y a su esposa, para “ver qué se les ofrecía”, pues habían pasado días difíciles intentando localizar a su hijo, y su búsqueda los había llevado incluso hasta Guadalajara. A Marleti no le pareció buena idea: nada tenía que hacer Ulises ahí, y se ofreció a acompañarlo.

“Yo iba a ir con él”, suspira. Pero el destino tenía otros planes escritos para ellos, pues Marleti debía cuidar a su propia madre, la cual estaba en cama y no había quien la atendiera. Ulises dejó a Marleti en casa de la abuela, y tras despedirse de su madre, se marchó a Ocotlán. Era un mediodía de agosto, como cualquier otro. Las horas pasaron hasta que llegó la noche, sin noticias de su hijo. Sobre La Barca cayó una tormenta que mantuvo a Marleti despierta toda la madrugada. Ulises no regresó a casa.  

Desaparecidos en Jalisco: El calvario de una madre 

Martha Leticia García (Marleti) se ha convertido en una referente en materia de desaparecidos en Jalisco. EL INFORMADOR/ARCHIVO 

Así empezó el tormento de Marleti. Cuando las horas pasaron, y acostumbrada a que Ulises avisara en todo momento de dónde se encontraba y qué hacía, Marleti empezó a preocuparse cuando los mensajes se quedaron en visto y no fueron contestadas las llamadas. El teléfono pasaba de estar prendido a apagado. Los patrones le indicaron que Ulises, en efecto, llegó a la sala de juicios orales en Ocotlán, pero nunca regresó a su hogar. La mañana arribó después de una eternidad de angustia. Marleti, desesperada, se comunicó con el director de la preparatoria de Ulises, pues había sido un alumno querido, para saber si por casualidad sabía algo de su hijo. 

El director, después de hacer unas llamadas con sus conocidos, le indicó a Marleti que Ulises había sido detenido, pero sin precisar razones válidas. La tranquilizó, pues le dijo que por esas épocas los negros -policías estatales- “andaban bien puercos” levantando muchachos tan sólo por verlos a deshoras o por orinar en la calle, y pidió a sus camaradas que mantuvieran al muchacho sano y salvo. A su vez, Marleti, por recomendaciones, se contactó con un abogado que “estaba bien conectado”, y el cual le informó que Ulises se encontraba detenido en Guadalajara, y que lo habían golpeado aunque no se le encontró nada que pudiera comprometerlo, en primer lugar, a una detención.

Los desencuentros constantes con la Fiscalía 

Marleti llegó a Guadalajara a la delegación que le precisaron, pero ahí no le permitieron ver a su hijo, bajo el argumento que no había ningún detenido registrado bajo el nombre de César Ulises Quintero García. Pero los contactos de Marleti le aseguraron que su hijo se encontraba en la ciudad, cautivo en el área de secuestros aunque no había justificación alguna para mantenerlo prisionero. Marleti se dirigió a Derechos Humanos, donde volvió a preguntar por su hijo, y donde le confirmaron que había un detenido con su nombre, pero las edades no coincidían.

A Marleti no le permitieron verlo siquiera para cerciorarse de que era él y estaba a salvo, pues según los dependientes esto violaba los derechos de los otros internos. Los días fueron transcurriendo con una lentitud insoportable. La nueva información que le llegó le indicó que Ulises estaba siendo trasladado de vuelta de Guadalajara a Ocotlán.

Muchas veces las familias de desaparecidos se enfrentan a solas con la problemática ante la falta de apoyo gubernamental. EL INORMADOR/ARCHIVO 

Marleti esperó por horas fuera de la delegación, pero nunca vio llegar a su hijo. Sus contactos le aseguraron, no obstante, que ahí se encontraba, mientras que los servidores públicos de la delegación le pidieron que se dirigiera mejor a la Fiscalía de Ocotlán, donde había más posibilidades de encontrarlo. Ahí en la Fiscalía, Marleti fue atendida por un miembro del Ministerio Público, el cual le preguntó el nombre de su hijo. Su cambio de actitud repentino les hizo creer que Ulises se encontraba ahí.

El dependiente compartió unas cuantas palabras secretas con un segundo dependiente, quien, a su vez, le hizo a Marleti un recuento pormenorizado de Ulises. Este dependiente ya sabía dónde estudiaba, dónde había trabajado, e incluso qué marca de celular tenía, como si lo conociera desde siempre. Preguntó que si trabajaba en una granja. Marleti contestó afirmativamente a todo. “Pues no”, dijo el dependiente. “Aquí no lo tenemos”. Pero hasta el día de hoy Marleti se pregunta por qué aquel hombre sabía tanto de su hijo.

Desaparecidos en Jalisco: Las investigaciones nulas 

La mandó a levantar una denuncia urgente por caso de desaparición. Marleti desconocía el proceso, creyendo que el fin de semana lo imposibilitaba, y el dependiente le indicó que este era un servicio abierto las 24 horas, todo el año. Pero la mujer que atendía le negó la denuncia justificándose con el horario, y le pidió con desgano que realizara el trámite en La Barca; Marleti nunca dijo que venía de ahí. No obstante, levantó la denuncia en su tierra.

Tres meses después, Marleti recibió un informe oficial por parte de la Fiscalía de La Barca con todos los progresos en el caso de su hijo, que simplemente era un documento pasado a máquina de las indagaciones e investigaciones que había realizado ella misma, y a solas. Pasó el expediente a Ocotlán en espera de un mejor seguimiento, pero los resultados fueron los mismos, y entonces lo mandó definitivamente a Guadalajara.

"Si nosotros no nos movemos para buscar a nuestras familias las autoridades no lo hacen"

A Marleti se le marchitó para siempre la confianza en la Fiscalía. En su constante ir y venir la vida la llevó a dar con personas en su misma situación, y a conocer de la realidad de los desaparecidos como pocas personas en el mundo. La existencia de diversas familias varadas en la incertidumbre de sus seres queridos las llevó a integrarse para consolidar sus propósitos en común, y fue así como poco a poco se conformó su colectivo de búsqueda “Entre Cielo y Tierra”. “Dios me ha puesto en esto, donde he podido ayudar a bastante gente”, dice Marleti. “Hemos ayudado a encontrar gente desaparecida con vida”.

Tan sólo en Jalisco, de acuerdo con datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), 14 mil 944 personas actualmente se encuentran en calidad de desaparecidas en la Entidad. EL INFORMADOR/ARCHIVO

Las familias trabajan la mayor parte del tiempo a solas, desconocen los procesos a seguir, y no son conscientes que incluso el Estado ofrece una Comisión de Búsqueda para personas desaparecidas, las cuales no son oficiales sino hasta que el estado mismo las reconoce y crea su respectivo expediente individual. “Si nosotros no nos movemos para buscar a nuestras familias las autoridades no lo hacen”, dice Marleti.

Esta realidad ha llevado a Marleti a adquirir una experiencia que jamás pidió, pero que es necesaria. Ya conformada su propia agrupación, ha ayudado a que se conformen diversos grupos independientes de familiares de desaparecidos, a los que incluye a las mesas de trabajo directo entre familias y gobierno, y a quienes se orienta y capacita para que conozcan los procesos requeridos para iniciar una investigación formal. Es un arma de doble filo: los familiares de los desaparecidos se enfrentan con la delincuencia organizada, pero también con la delincuencia institucional.

Carreteras que son consideradas "peligrosas" de acuerdo con denuncias. EL INFORMADOR

Deben fiarse del mismo gobierno que les aplaza el diálogo, que retira las fichas de búsqueda de las calles de Guadalajara, y que niega la existencia de retenes ilegales aun cuando han sido denunciados por las autoridades eclesiásticas. “Sabemos que hay servidores públicos que están coludidos con la delincuencia” dice Marleti. “También que hay buenos servidores públicos que de repente no nos dejan trabajar porque hay amenazas, factores que a ellos tampoco los dejan trabajar”. Tiene testimonios de muchas personas que van a levantar denuncias, y en el momento exacto en el que llegan a la Fiscalía, reciben llamadas anónimas: les dicen cómo están vestidos, les preguntan qué fueron a hacer a la Fiscalía. Los amenazan. Pero del mismo modo sabe que hay dependientes empáticos y responsables, que saben lo que tienen que hacer y lo hacen, que los apoyan.

"Jalisco, como todo México, es una fosa" 

Semanas atrás vino a la Ciudad de México un Comité de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) especializado en desapariciones forzadas, y el cual entusiasmó a Marleti por creer que su llegada implementaría un cambio verdadero en cómo el gobierno mexicano maneja la situación. No obstante, sintió que algo se le desmoronaba dentro al saber que el Comité sólo se limita a brindar recomendaciones para los gobiernos en materia de desaparecidos. Marleti cuestionó sin miramientos al alto comisionado representante de la ONU, después de su discurso solemne. “Pero qué pasa si el gobierno no sigue las recomendaciones” le preguntó. El comisionado se encogió de hombros. “Es que no se les puede obligar a seguirlas”, respondió.  

Se hizo viral en redes sociales la imagen de policías municipales retirando fichas de búsqueda, aun cuando el gobierno negó hacerlo. ESPECIAL

El pasado 16 de mayo del 2022 México rebasó la cifra de 100 mil personas desaparecidas. 100 mil familias desmoronadas, varadas en la incertidumbre, despojadas de una parte de sus vidas. 100 mil hijos, madres, esposos, hermanos y amigos que no han regresado a casa. Pero para Marleti esta cifra corresponde tan sólo a los desaparecidos contabilizados, y a su juicio, son mucho más que 100 mil. Porque hay gente que por miedo no denuncia, y condenan su duelo al temor y al silencio. “Jalisco, como todo México, es una fosa”, expresa Marleti.

Desde cualquier lado en el que se mire, la situación con los desaparecidos presenta problemáticas. En Jalisco, de acuerdo con estadísticas de la Universidad de Guadalajara, cerca de siete personas son víctimas de desaparición forzada al día. Mientras algunos colectivos de madres buscadoras reciben llamadas anónimas con coordenadas específicas, y su labor se centra en desenterrar cuerpos en fosas clandestinas, en las dependencias del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses ya no se dan abasto con los cadáveres. “No cabe un cuerpo más”, dice Marleti. 

 El colectivo "Entre cielo y tierra" se ha encargado también de labores de reconocimiento, y una vez identificados los cuerpos, se contacta a las familias. A veces los cuerpos pertenecen a extranjeros, lo que implica otro trámite con los respectivos consulados. A veces los cadáveres pertenecen a personas que ni siquiera son buscadas. A veces es imposible dar con las familias de los cuerpos identificados. Son cientos y cientos de cuerpos sin nombre, apilados como costales de cemento en los frigoríficos solitarios de las dependencias estatales.  

El fenómeno social de los desaparecidos impacta en todo sentido en las familias de los afectados, y esto lo ve Marleti a diario. Desde la economía, pues la gran mayoría de los familiares de desaparecidos en México carecen de la solvencia para buscar a los suyos hasta las últimas consecuencias, y deben lidiar también con el lento deterioro físico y mental. Hay personas que no pueden salir a buscar. Carecen de cualquier tipo de apoyo. Particularmente sufren las madres, con las que Marleti tiene mayor contacto. Las madres de desaparecidos, al buscar a sus hijos, ya no pueden mantener sus trabajos y se meten en conflictos con sus esposos, con sus otros hijos, que reclaman la presencia materna ausente en una búsqueda que no termina, en un duelo que no concluye. 

El cansancio, la soledad y la incertidumbre van acabando poco a poco con las madres. EL INFORMADOR/ARCHIVO 

La familia, después de un tiempo, logra superar el duelo por el hijo, por el hermano perdido, pero las madres no. Las madres siguen buscando hasta el final. Marleti, desde su lucha, ha sido apoyada por su esposo, Jesús Quintero, sin el cual la búsqueda de Ulises, ni todo lo que se ha logrado al día de hoy, hubiera sido posible. Pero también ha presenciado  cómo se desmoronan matrimonios, cómo se desintegran las familias, cómo los hijos vivos se quedan sin sus madres, cómo la vida se turna en una lucha perpetua contra la soledad donde sólo queda aferrarse a la esperanza. Las festividades como el 10 de mayo o los cumpleaños de los hijos son una tortura insoportable. Marleti lo aterriza consigo misma: “Habemos muchas madres solas. Perdí mi empleo, perdí todo por andar en esto. Yo no puedo reanudar mi vida como si no pasara nada. No es un calcetín lo que yo perdí”.

"Entre el cielo y la tierra"

Imagen oficial del colectivo "Entre Cielo y Tierra". CORTESÍA

Marleti regresaba de una búsqueda infructífera. Desde las ventanas del avión contempló las sierras inmensas en la lejanía del horizonte, colosos eternos rozando con sus cumbres el azul del firmamento, y pensó, “Ulises, yo te voy a buscar entre cielo y tierra”. Porque si no encuentra a su hijo en este mundo, lo encontrará en el otro. Entonces el colectivo no lo integraban más que seis mujeres; ahora es un referente entre las asociaciones de familiares de desaparecidos en Jalisco.

Marleti capacita y apoya a otros colectivos, asiste a universidades y preparatorias y da conferencias para que los jóvenes se concienticen de la problemática, que caigan en la cuenta de que el México contemporáneo está cimentado en la ausencia de cien mil personas que no han regresado a casa. “Esto es una realidad y nos puede pasar a todos”, dice Marleti. En lo que Dios me preste y me abra caminos para ayudar gente yo lo seguiré haciendo”.  

"Que los llantos de las madres nunca los dejen dormir"

Marleti, junto con su hijo Ulises. CORTESÍA

Hace tiempo Marteli tuvo un sueño premonitorio en el que volvió a ver a su hijo, y lo único que se recrimina a sí misma, y con angustia, es que en el sueño no corrió a abrazarlo, sino que lo regañó. Que lo regañó por no dar santo y seña de su paradero, por no regresar a casa. Años atrás, cuando Marleti nunca creyó que la vida había de depararles esto, finalizadas las labores cotidianas, ambos platicaban en la noche de las anécdotas del día. Si Ulises llegaba muy tarde, entonces Marleti se acostaba y dejaba encendida la luz de la cochera.

En el momento en que esta luz se apagaba de pronto, ella sabía que su hijo ya había llegado, que estaba de vuelta en casa, y que todo estaba en orden. Que era hora de dormir. Marleti lo sigue esperando; no pierde la esperanza de volver a ver a su hijo a los ojos, de volver a escuchar su voz, de verlo llegando quizá con un animal oculto bajo el brazo, para platicar con él de todo lo que ha pasado en estos años, de todo lo que transcurrió en esta fracción de vida en la que no estuvieron juntos. El próximo 4 de agosto se cumplirán cinco años desde que Ulises no regresó a casa. La luz de la cochera, hasta el día de hoy, sigue encendida.

Martha Leticia García -el diminutivo Marleti es obra de su hijo Ulises-, desde el fondo del corazón, lanza la consigna de las miles de madres que buscan a los suyos, dirigido a las autoridades, a la delincuencia organizada, a la sociedad indiferente: “que los ojos de los desaparecidos les sigan a donde vayan, y que los llantos de las madres nunca los dejen dormir”.

Puedes seguir al colectivo "Entre cielo y tierra" en sus páginas oficiales de Facebook y Twitter. 

Con información de Gobierno de México y Universidad de Guadalajara. 

FS