* Triste papel

A ver, a ver...: ¿cuál es la prisa?... ¿Por qué la premura de tantos medios porque se designe al nuevo técnico de la Selección Nacional?... ¿Qué se supone que haría el elegido durante los tres meses y medio que faltan para que terminen el año, la competencia doméstica --el Torneo de Apertura-- y los torneos de los países en que México tiene jugadores “de exportación”?

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El Campeonato Mundial de Sudáfrica está aún demasiado cerca; el de Brasil, de 2014, demasiado lejos. Y así como es recomendable ayudar al organismo a digerir la comida antes de pensar en la cena, sería conveniente que la llamada “familia futbolera” dedicara cierto tiempo a reflexionar acerca de qué se hizo y qué dejó de hacerse  para que la calificación en el examen más reciente se quedara por debajo de las expectativas de los aficionados, del técnico y de los jugadores que prometieron pasar del ciclo del “sí se puede” al “ya se pudo”, y de los dirigentes --de cuyos nombres no vale la pena acordarse-- que tuvieron que pasar del triunfalismo de sus declaraciones previas, a la enésima prueba de que “del plato a la boca, suele caerse la sopa”.

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La única explicación --que no justificación-- para la premura con que se insiste en acabar de deshojar la margarita entre José Manuel de la Torre y Víctor Manuel Vucetich (hasta ahora los únicos candidatos a recoger el arpa que Javier Aguirre virtualmente había tirado desde antes del Mundial de Sudáfrica), estriba en la necesidad de tener un personaje del cual hablar y con el cual hablar para llenar espacios en los medios. Punto...

No hay competencias próximas que obliguen a tomar una decisión. Para compromisos como los recientes partidos contra España, Ecuador y Colombia y como el próximo ante Venezuela, da lo mismo que se designe como timonel a Juan Cuerdas o a Perico de Los Palotes. En todo caso, es de dar pena que se invite a fungir en ese papel a personajes tan respetables como Enrique Meza y Efraín Flores, a sabiendas de que las limitaciones para convocar jugadores y preparar el equipo, amén de la intrascendencia de tales compromisos, hacen nugatorio tanto el “homenaje” al primero como el “interinato” del segundo... y les dejan un rol muy triste: similar al papel que suele colocarse colgado de un palito, a un lado del inodoro.