* Ránking

En mala hora les dio a la FIFA y organismos tangenciales por copiar a otros deportes —el beisbol, muy señaladamente— y meterse en la casa del jabonero (en la que, ya se sabe, “el que no cae, resbala”) de las estadísticas...
Si se trata de las clasificaciones mensuales de los países, México, hasta el Mundial de 2006 en Alemania, cuando se modificaron los criterios, era uno de los ejemplos más perfectos de los dislates de los burócratas a quienes se encomendaba confeccionar las clasificaciones. Lejos de resultar honroso o estimulante que se le incluyera, casi invariablemente, en el “top ten”, e incluso que alguna vez se le asignara —para soponcio de Mr. Ripley— el cuarto lugar, la distinción resultaba chocante: la sorna con que la prensa internacional manejaba el tema, confirmaba la veracidad de la sentencia evangélica: “El que se ensalza —o, se diría modernamente, el mentecato que cree merecer la crema que los necios le echan a sus tacos—, será humillado”.

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Ahora acaban de difundirse otras listas, oficiosas, por cuenta de la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Futbol (IFHHS por sus siglas en inglés). En ellas aparece, por ejemplo, Manuel Lapuente, por sus merecimientos con el Necaxa de la última década del siglo XX, como el mejor técnico mexicano de la historia. Y aparece el América como el mejor equipo mexicano, en el peldaño número 80 entre los mejores equipos de todos los tiempos.
Si en el grupo de los diez mejores equipos (Barcelona, Manchester United, Real Madrid, Juventus, Milan, Inter, Bayern Munich, River Plate, Chelsea y Liverpool) hay espacio sobrado para las discusiones, no se diga en los escaños subsecuentes, por los que desfilan los Porto, Roma, Ajax, Boca Juniors, Valencia, Parma, Sao Paulo y demás.

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Por lo que hace a los merecimientos de los equipos mexicanos (América, en el escaño número 80; Guadalajara, 110; Morelia, 125; Cruz Azul, 172; Atlas, 182) y a las omisiones —u otras formas de discriminación— de los Toluca, Pachuca o Necaxa, que tienen, incluso, cierto renombre en el terreno internacional, queda claro que la tal IFFHS quedó como el cohetero: mal con todo mundo.
Menos mal que el futbol tiene criterios que permiten colocar, objetivamente, los puntos sobre las íes y las estrellitas en las frentes que las merecen: las competencias internacionales.
Las únicas que, en efecto, dan y quitan.