* Desgracia

El lado positivo de la desgracia: la solidaridad de la familia futbolera en pleno con la fatalidad sufrida esta vez por la gente del Guadalajara. Al margen de las rivalidades deportivas, que, estimuladas por el fanatismo, ocasionalmente llevan a extremos de violencia indignos de seres racionales, el abrazo unánime de condolencia. Como externó un simpatizante americanista en la página web de un diario capitalino: “Pésame americanista; cruzamos de esta vida a la otra sin camisetas”.

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El punto de equilibrio en esa información: querer culpar a los dirigentes del Club Guadalajara por el accidente y por las lamentabilísimas consecuencias —el fallecimiento del doctor Ricardo Alejandro Herrera Flores—, a partir del argumento de que “mandan a los muchachos a viajar de noche, en camión, por no pagar hotel”, es injusto... Todos los días circulan por todo el mundo autobuses con futbolistas profesionales, semiprofesionales y amateurs. Viajar no sólo es un riesgo profesional: es un riesgo, sin calificativos, para todos los que tienen que hacerlo. Además, las fatalidades no ocurren sólo en las carreteras o en los aviones: hasta en la cama suceden.

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El punto más deplorable, independientemente de la muerte del doctor Herrera y de las lesiones que sufrieron otros jugadores e integrantes del cuerpo técnico del equipo Sub-17 del Guadalajara en el accidente ocurrido la madrugada de ayer en la carretera San Juan de los Lagos-Tepatitlán, fue la insensibilidad, la torpeza y la prepotencia de los “responsables” de comunicación social del club, al ocultar  y al tratar de obstruir el acceso de los reporteros a la información.

No se trata, entiéndase, de establecer confrontaciones entre el club y los medios. Se trata de puntualizar que el beneficiario supremo del derecho a la información y la libertad de expresión no es el periodista; éste es sólo el medio que permite hacer llegar la noticia a quien tiene derecho a conocerla; ese derecho corresponde, por tanto, esencialmente, al público; en el caso, corresponde primordialmente a los familiares de los muchachos que se accidentaron cuando venían de regreso de Torreón, y, a continuación, a los seguidores del Guadalajara...

Esa obstrucción sistemática abona muy poco a neutralizar los desplantes que sistemáticamente contribuyen a hacer antipáticos a quienes tan torpemente manejan la imagen del que es —pese a las actitudes de quienes se sienten dueños de lo que es del pueblo— el equipo más popular de México.