* “Con amigos así...”

Al parecer, el Atlas, la tarde del miércoles, se reconcilió con sus complejos.

Quizá sin proponérselo, la prensa mexicana hizo causa común con la argentina a la hora de meter el cucharón al tarro para sepultar de crema —de elogios desmesurados, pues— los tacos del Boca Juniors. En todo caso, una de las crónicas —la de “Clarín”— da en el blanco al subrayar que los “xeneizes” avanzaron a semifinales de la Copa Libertadores a costillas de “un rival del que se esperaba mucho más”...

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El Atlas del miércoles, en efecto, sólo se pareció al que había sorprendido gratamente a propios y extraños por el orden defensivo, la combatividad, la vergüenza deportiva, la agresividad bien entendida, la inteligencia y adicionalmente por la suerte que suele ser la cereza en el helado cuando se conjugan todos los demás factores, en una cosa: en los uniformes. (Y en un descuido ni en eso, porque el Atlas de los partidos anteriores había utilizado tres uniformes alternativos antes de sacar del baúl, olorosos aún a naftalina, los tradicionales).

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Sería interesante —si fuera posible hacerlo— determinar en qué medida socavaron el ánimo e influyeron en la actitud apocada de los rojinegros los reiterativos mensajes de su técnico, Miguel Ángel Brindisi, en las semanas anteriores. Tanto incienso ofrendado al rival en turno, amén de resultar antipático, probablemente hizo el deplorable efecto de infundir entre sus jugadores no precisamente un complejo, sino una conciencia de inferioridad.

Lejos de ponderar el mérito que tuvo el empate del Atlas, una semana antes en Buenos Aires, y el triunfo por 3-1 en la fase de grupos, en el Jalisco, e incluso el buen futbol y la hombría demostrada por sus jugadores cuando cayeron por 3-0 en “La Bombonera”, para reforzar, sin inflarla, la autoestima de los rojinegros, Brindisi —acaso sin proponérselo, subrayémoslo— repartió de antemano los roles: el de verdugo, para el Boca; el de segura víctima, para el Atlas.

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Además, el manejo de partido: la incapacidad de advertir que Riquelme era el director de la orquesta boquense; la despreocupación de ponerle un gendarme que lo trajera a mecate corto; el atentado contra los intereses del equipo propio que significa hacer cambios —que, en teoría, siempre se hacen con la intención de mejorar— en beneficio de nulidades absolutas como Danilo y Centurión...

(En efecto: “Con amigos así...”).