Miércoles, 15 de Octubre 2025
Cultura | La escritora mexicana presenta su primera novela, Los ingrávidos

Valeria Luiselli: el jugo de la vida

En su obra conviven una joven editora habitante de Nueva York y los fantasmas de Gilberto Owen y García Lorca

Por: EL INFORMADOR

Valeria Luiselli publicó, antes que Los ingrávidos, el libro de ensayos Papeles falsos. ALFREDO PELCASTRE  /

Valeria Luiselli publicó, antes que Los ingrávidos, el libro de ensayos Papeles falsos. ALFREDO PELCASTRE /

GUADALAJARA, JALISCO (23/OCT/2011).- Valeria Luiselli vive en Nueva York. Allá imparte clases y prepara el doctorado, pero sobre todo, escribe, aunque mejor sería decir reescribe. El éxito ante editores en otras lenguas, distintas al español,  la tiene metida en un proceso creativo que ella misma se impuso para gozo propio: cambiar en la traducción al inglés algunos aspectos de los personajes de Los ingrávidos, que a la vez implican ciertos ajustes en la novela. Lo mismo hará con las traducciones al francés, italiano y portugués.

Por lo tanto, Los ingrávidos (Sexto Piso, 2011) en realidad no ha terminado de escribirse, si bien en español es una historia donde una editora mexicana, casada con un guionista de cine, recuerda su juventud en Nueva York , donde convivía con los fantasmas de los poetas Gilberto Owen, Federico García Lorca, y cobraba vida el estadounidense e influyente  Louis Zukofsky. Escenas que de pronto recuerdan las improbables  parrandas del protagonista de Midnight in Paris, de Woody Allen, con Picasso, el propio Lorca, Ernest Hemingway, Gertrude Stein, entre otros.

Como una experta en la vida cotidiana, lo que denota una aguda mirada, Luiselli (Ciudad de México, 1983) es también hija de embajador, gracias a lo cual le ha tocado prácticamente vivir sólo por temporadas en México, lo cual hace que el lector de su primera novela se plantee preguntas profundas. La vida conyugal, la educación de los hijos, los amores adultos y los furtivos, el placer de los descubrimientos y el que puede tener como fuente la propia vocación.

Al mismo tiempo que novela culta, por las referencias literarias e históricas que forman parte esencial de la trama, las voces narrativas le recetan al lector grandes frases:   “Era un hombre inteligente, pero enredado. Owen habría dicho que hablaba con faltas de ortografía”. O “No era fácil, nunca es fácil, ser una persona que produce leche”. O “Ella decía que tenía pezones filosóficos”. Y también sobre el propio ejercicio de escribir: “Si te dedicas a escribir novelas, te dedicas a doblar el tiempo. Creo que más bien se trata de congelar el tiempo, sin detener el movimiento de las cosas, un poco como cuando uno va subido en un tren, viendo por la ventana.”

Ahora mismo, además de su participación activa en las traducciones de su ópera prima –antes había escrito el libro de ensayos Papeles falsos (Sexto Piso, 2010)–, trabaja en la versión de teatro de Los ingrávidos, que será montada en México. Los responsables serán Fernando Bonilla, dramaturgo. Karina Gidi, y Joaquín Cosío (El Cochiloco de El Infierno), quien hará a Owen.

Desde hace tiempo hace notas para una novela cercana al ensayo. “Quisiera escribirla al mismo tiempo en inglés y en español desde al principio. Tendría sentido escribirla así, porque hablaría de mi infancia en Sudáfrica de los años 90. Mis recuerdos de esa época son en inglés. Me interesa problematizar esto mismo en la novela”, explica en una entrevista sostenida por vía telefónica con este diario.

  – Los ingrávidos tiene toda una serie de referencias culturales. ¿Cree que es  indispensable que el lector las conozca para  entenderla?

– No, creo que el lector culto, pero como sucede en casi cualquier obra literaria, que tiene referencias culteranas, se beneficia mucho más. Lo hace mucho más interesante para alguien que conozca a Owen, o que sepa quién es Wittgenstein… encontrárselos como personajes de una novela. Ya hay una previa personalidad.

– ¿Y quien no tenga esas referencias, disfruta la novela en otro plano?

– Yo creo que sí. Además hay referencias también muy pop en la novela. Así como está la referencia a Jean Seberg (la protagonista de À bout de souffle, la primera película de la Nouvelle Vague, dirigida por Jean-Luc Godard), no sé, menciono a los Moldy Peaches, una banda bastante hipster. Creo que hay una serie de referencias culturales no de una cultura masiva, porque tampoco lo son, pero sí compartidas con un grupo amplio de gente.

– ¿La estructura de la novela, fragmentada, está pensada así por las voces de los fantasmas que aparecen?

– La forma fue la que fui encontrando. Más que yo haya decidido escribir así fue algo que encontré, que así me servía. Tenía que poner sobre la misma página cuatro temporalidades distintas con dos voces narrativas distintas y que fuera comprensible. Esa forma me sirvió para jugar con el tiempo y los espacios con mucho más libertad.  Y por otro lado, creo que ahí hay una cosa connatural a la manera en que uno reflexiona y puede crear. Yo siento que cuando quiero alargar una narración de alguna manera pierde vitalidad y fuerza. No es que esté como más en control del fragmento, pero siento que las cosas que escribo en distancias cortas tienen siempre más vitalidad.

Me han preguntado si tiene que ver con mi generación, pero creo que no. El fragmento existe desde siempre. De hecho, creo que no muchos de mi generación escriben así. Pascal escribía en fragmentos, Dickenson, Wittgenstein, Pessoa, en fin, no es una cosa nueva.

– Por la manera de recrear aspectos de la vida cotidiana a través de los personajes, uno diría que es una experta en ese terreno. ¿Cómo alimenta su literatura?

– Me interesa la vida cotidiana, es la materia prima en mi trabajo. Por supuesto transfigurada en ficción, en una ficción un poco sórdida en el caso de esta novela. Pero no sabría sobre qué más escribir. No me interesan los personajes épicos, tampoco me interesa lo que está  sucediendo mucho en la narrativa de jóvenes en México, que tiene que ver con personajes sólo en situaciones límite. Hay una obsesión con las prostitutas, los padrotes, los borrachos, la violencia. Digo, hay un momento particular en el país, pero me asusta pensar que la única cara de la literatura mexicana fuera esa. Aquí es Estados Unidos, ha pasado mucho tiempo que no está de moda la literatura mexicana. Como que en los departamentos de literatura de las universidades hay muy pocos mexicanistas. Aunque últimamente, digamos, los últimos dos años, está habiendo un pequeño resurgimiento de México en el panorama académico, pero por supuesto todo tiene que ver con la frontera, el Norte, la violencia. Parece que es lo único que hay. A mí no me interesa eso.

– ¿Una escritora tiene que experimentar  en la vida lo que escribe o tiene que saber mirar?

– Tiene que saber mirar, por supuesto. Yo creo que en todo caso uno escribe también para experimentar cosas que no ha experimentado.  Como decía al principio, la materia prima es la experiencia, pero transfigurada. Hay cierta sabiduría de vida, básica, que uno va adquiriendo a fuerza de chingadazos, pero vamos, no, la labor del escritor no es calcar su experiencia. Por supuesto que hay cierta vivencia, pero más importante es la imaginación. Sacar de las vivencias todo el jugo posible.

– El tema de la falibilidad masculina permea la novela. ¿Para las mujeres los hombres son totalmente transparentes, como decía Saramago?

– ¡No creo, son un misterio! Las personas son un misterio siempre. Yo no escribo desde la feminidad o desde la masculinidad, aun cuando he tratado de pararme en los pies de un personaje femenino o masculino.

Esto surge, estos temas surgen después de leer la novela, pero no cuando se está escribiendo, porque si no sería escribir con moldes. Ahora, es curioso porque la novela se ha leído mucho también desde ahí y creo que está muy bien que tenga una lectura de género.

– En la novela, un personaje suele “emborracharse modestamente”. ¿Considera que eso es mediocre, o elegante?

– (Risas). En el caso de Owen todo apuntaba a una profunda decadencia. En todo caso, emborracharse modestamente es incluso un gran eufemismo.  Él está escabulléndose de su realidad; se está quedando ciego, pero él dice que está desapareciendo.

– A pesar de vivir tantos años fuera de México hay una intención clara de ser una escritora mexicana, no de otra parte…

–Me interesa, sí, pero tampoco sé si me hagan mucho caso en México, ¿eh? No es que no esté habiendo eco con Los ingrávidos, pero comparativamente con Papeles falsos, ha habido una recepción mucho mayor en el extranjero que en México. Tampoco sé cuánto voy a poder dialogar con México, a pesar de prácticamente nunca haber vivido en México mucho tiempo. He vivido por temporadas. Lo que está sucediendo ahora con Los ingrávidos me confirma que quizás el diálogo está  en otra parte, como desde fuera. Es un poco raro, no lo sé muy bien. En España le ha ido muy bien a la novela, el entusiasmo de los editores extranjeros ha sido muy motivante.

No quisiera perder el ancla, pero incluso lo que escribo no es representativo de México, como incluso los lectores extranjeros quisieran que fuera.

PERFIL
Viajera

Valeria Luiselli nació en la Ciudad de México en 1983. Es colaboradora en Letras Libres y ha publicado en la revistas Etiqueta Negra y Review, así como en los diarios The New York Times y Reforma. Ha trabajado como libretista para el New York City Ballet, como editora, guionista y docente.

''No quisiera perder el ancla, pero incluso lo que escribo no es representativo de México, como incluso los lectores extranjeros quisieran que fuera.''
Valeria Luiselli, escritora.

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