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“Somos memoria” León Plascencia Ñol. Entrevista

El escritor jalisciense divide su tiempo entre la poesía y la pintura. En las librerías de la ciudad ya circula su nuevo libro: Revólver rojo

Por: EL INFORMADOR

VOCACIÓN. León Plascencia reparte su creación entre la poesía y la pintura.  /

VOCACIÓN. León Plascencia reparte su creación entre la poesía y la pintura. /

GUADALAJARA, JALISCO (17/JUL/2012).- La memoria, el viaje y el erotismo tienen imágenes, ésas son las que persigue el escritor León Plascencia Ñol (Ameca, Jalisco, 1968). Son sus obsesiones, la génesis y la materia prima de sus libros.

León ya no vive en Guadalajara, ahora tiene sus estudios en la Ciudad de México y en Oaxaca.  En el primero, escribe y en el segundo, pinta. El poeta y narrador habla con este medio sobre sus procesos creativos y la historia de su trilogía literaria: Zoom, Satori (que presentó hace unos días en el DF) y Revólver rojo, su más reciente entrega, editada por el sello Bonobos.

El autor explica que los poemas de Revólver rojo son “una construcción de imágenes, como si fueran pequeñas películas”. Cada una de las escenas está hilada a la experiencia del viaje y del recuerdo. “Es una poesía muy cercana a la construcción de un paisaje, que se rehace a partir de la memoria”, expresa León, quien publicó su primer libro a los 17 años, desde entonces ya han pasado varios como Enjambres, El árbol la orilla y Apuntes de un anatomista de ciudades.

Además, el poeta fue director del sello Filodecaballos y de las revistas Parque Nandino y La Zona.  

Y por su trabajo ha recibido distintos reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2005 y el del Álvaro Mutis en 1996.

—¿Qué detonó su necesidad por escribir?


—Uno no decide volverse poeta. Hay una vocación y un poco de azar, la vida guía a distintas cosas, yo no decidí escribir, simplemente surgió como una necesidad. Lo que sí puedo decir, de manera muy puntual, es cuándo surgió: yo era un niño, preadolescente, le dicen ahora, tendría entre 11 y 13 años, cuando empecé a escribir mis primeros poemas.  

A la par que escribía, pintaba, pintaba mucho, siempre pensé que iba a ser pintor, hacía las dos cosas y las disfrutaba mucho. Escribía estas cosas, que no sabía que eran poemas, textos que rimaban como si fueran canciones, me entusiasmaba mucho. Leí un libro en esa época que definió todo, descubrí un nuevo lenguaje, un ritmo sorprendente y creo que eso le ha pasado a la mayoría de los que escribimos. Es un libro que ahora no me dice nada, pero que en ese momento me sacudió por completo. Estaba en cama, tenía fiebre y le pedí a mi madre que me comprara libros en la papelería que había en el pueblo. Ella agarró varios libros y revistas, entre esos estaba este libro de Neruda —Veinte poemas de amor y una canción desesperada—, cuando lo leí fue como un sacudimiento porque me estaba descubriendo nuevas cosas a través del lenguaje, del ritmo y de la musicalidad.  Eso me llevó a preguntarme si podía escribir así, la fiebre que tenía se aunó a la fiebre emocional que tuve con el libro, fue muy sorprendente. Ahí estaba el germen, que después, me llevó a escribir poemas.

—¿Por qué ya no es significativo el libro de Neruda?, ¿lo ha releído?  

—Hace muchos años que lo releí, la última vez, tendría 17 o 18 años. Me parece que es un libro importante para determinada edad, que le funciona muy bien a los adolecentes. Y en este momento, tengo otros intereses completamente distintos.

—¿Cuáles eran los temas que le interesaban en la adolescencia?

—Los mismos que sigo manejando ahora, en eso no he cambiado mucho. Me interesa establecer un diálogo con la memoria, son poemas que tienen mucha relación con la imagen, poemas que hablan sobre el deseo y el erotismo.

—¿Por qué su obsesión por el viaje y la reconstrucción de la memoria en sus poemas?

—Porque, ante todo, somos memoria. Decía José Ángel Valente, un poeta que admiré durante muchísimos años de mi vida,  que la poesía es ante todo memoria. Me marcó esta idea de Valente, de que la poesía es ante todo memoria, la construcción de la memoria perdida. Y bueno, mi poesía trata de reconstruir eso que quedó ahí, por eso mi idea de la memoria, del desplazamiento, del viaje.

—¿Tuvo un momento de revelación estética que definiera su trabajo literario?

—No sé. Me parece que en cada libro escrito hay una búsqueda estética muy importante y hay, a su manera, momentos epifánicos con la escritura. En el proceso de creación hay momentos epifánicos, momentos de iluminación o lo que a mí me gusta decir: revelación o satori.

—¿Poesía o novela?

No me planteo en un inicio que voy a escribir, poemas, prosa, una crónica de viaje, no me lo planteó, simplemente, la misma respiración del texto va llevándote de un lado a otro. En este momento, lo que me interesa es escribir, si de pronto lo que escribo parece prosa o poesía o que sé yo, me tiene sin cuidado. Me gusta mucho el género anfibio, donde puedo mezclar todo la crónica con el poema, el ensayo con el relato.

—En su búsqueda estética, ¿qué tipo de imágenes le atrapan?


—Casi siempre, escribo a partir de imágenes. Supongamos que tú y yo estamos hablando y, de pronto, pasa una mujer que me llama la atención. Entonces, trato de indagar qué pudo haber pasado, de dónde viene, hacia dónde va, qué está haciendo, qué está pensando…

No sé, siempre, es a partir de una imagen o de un sonido. 

FRASE

"“Mi poesía trata de reconstruir eso que quedó ahí, por eso mi idea de la memoria, del desplazamiento, del viaje”

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