Sábado, 11 de Octubre 2025
Cultura | Arte realizado con piezas de reciclaje

Soldadura, metales e inspiración, generadores de ''vida”

El escultor Florentino Trujillo crea arte por medio de piezas de metal de uso mecánico, una máquina de soldar y un concepto derivado de alguna inspiración

Por: SUN

Caballos, animales en general,la anatomía humana, son conceptos que Trujillo desarrolla en cada una de sus obras. EL UNIVERSAL  /

Caballos, animales en general,la anatomía humana, son conceptos que Trujillo desarrolla en cada una de sus obras. EL UNIVERSAL /

CIUDAD DE MÉXICO (15/AGO/2010).- Piezas de metal de uso mecánico, una máquina de soldar y, sobre todo, un concepto derivado de alguna inspiración, son suficientes para que el escultor Florentino Trujillo “genere vida” a través de sus obras.

Sentado entre las piezas que se exponen en el Jardín del Arte, ubicado en el céntrico cruce de las calles Sullivan e Insurgentes, en esta ciudad, a donde cada domingo se dan cita pintores y escultores que ofrecen sus obras, el artista recuerda el proceso de años de aprendizaje que hay detrás de cada creación.

Caballos, animales en general, pero sobre todo, la anatomía humana, son conceptos que desarrolla en cada una de sus obras, a las cuales da un toque especial inspirado en diversos aspectos como la naturaleza y las vivencias diarias, con el único fin de lograr una respuesta en el espectador.

Con piezas de reciclaje de uso mecánico, láminas, partes de automóvil, máquina de soldar, soplete y martillo, puede llegar a interiorizarse consigo mismo por más de un mes, para al final salir con una nueva obra terminada, que tiene “vida propia”, en técnicas que denomina “tecno”, “cáscara de manzana” y “geometría”.

Las bases conceptuales de lo estético las obtuvo al estudiar Artes Plásticas en San Carlos, en la zona centro del Distrito Federal, pero en realidad ese proceso comenzó desde que creció en el seno de una familia campesina del estado de Chiapas, parte de su inspiración.

“Soy de origen campesino, y tengo como primeras vivencias las labores del campo, y paralelamente las labores de la herrería, porque mi papá era herrero de forja, donde se realizan instrumentos de labranza, barretas, machetes, arados, pienso que todo influyó bastante en que me haya inclinado a construir con este material”, indica.

También recuerda que su mamá era panadera y le ayudaba. “Estaba uno moldeando el pan y desde ahí me surgió la inquietud de crear”.
Comenzó a laborar desde muy joven en el taller de un escultor, donde trabajaba con lámina. Tras estudiar Artes Plásticas en San Carlos decidió dedicarse por su cuenta y fue descubriendo nuevos materiales.

Todos estos aspectos de su vida se pueden ver expresados en cada obra que concluye y su mayor satisfacción es ver que sea admirada, valorada y adquirida.

Florentino Trujillo reconoce que en ocasiones el arte puede ser elitista, pues está conciente de que el precio de cada obra llega a ser inaccesible para muchas personas, pero tiene la satisfacción de que en el Jardín del Arte puede ser admirada sin distinción.

“Hay personas que no tienen la posibilidad conceptual de comprender la obra, pero sí la posibilidad de valorarla y admirarla. Hay quien sólo quiere decorar una pared, un espacio”, comenta.

Sin embargo, lamenta, si no hay educación, una difusión cultural, si no hay una enseñanza, el espectador tiene sólo la posibilidad de apreciar la obra de una forma instintiva. “Quiere decir que cuando alguien me dice qué bonito está esto, en ocasiones no puede decirme el por qué”.

Es decir, “no me pueden hablar de composición, de tensión espacial, de expresividad, y por ello para nosotros el Jardín del Arte se ha convertido de un espacio de contacto con el espectador, pero también de exposición y venta de obra”.

Considera que la principal aportación del artista en cada obra es precisamente su sello personal, y en su caso se preocupa de dos elementos básicos, uno es la anatomía y otro es la naturalidad del movimiento.

“Basándome en esos dos elementos es donde creo que puedo construir algo que realmente puede constituirse en una obra de arte y no en una artesanía, porque aunque están hechas todas del mismo material y abordan similar temática, cada una conserva su propio carácter”, agrega.

Estar cada domingo en el Jardín del Arte, refiere, es rico por la conjugación entre los sonidos de la naturaleza, la música de fondo, las experiencias con otros artistas, pero sobre todo, por una convivencia familiar que se genera en torno al arte.

Este espacio, asegura, “lo percibo como un sitio que me permite hacer que la obra cumpla con una función social, una estética que independientemente de que si somos concientes o no, nos afecta, y puede darse un mensaje lúdico”.

Cuando concluye una obra y debe entregarla a otra persona experimenta sentimientos encontrados. Por un lado, es motivo de satisfacción, y por otro, dejará de ver una creación que “siento tiene vida propia”.

Por ello, “después de terminar una obra me detengo a mirarla por muchos tiempo, para hacerme a la idea de que me tengo que desprender de ella y que tal vez no voy a volverla a ver, aunque al final me quedo siempre con una sonrisa”.

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