Cultura | Exposición en el Trompo Mágico Más que un diálogo en la oscuridad Últimos días para vivir la experiencia de “mirar” con los otros sentidos Por: EL INFORMADOR 27 de febrero de 2010 - 01:27 hs GUADALAJARA, JALISCO.- Daba lo mismo abrir o cerrar los ojos, desde ese momento dependíamos de nuestros otros sentidos. El recorrido a oscuras comenzó alrededor de un círculo, lo primero que escuchamos al cruzar la cortina fue la voz de Maggy, nuestra guía. Ella nos preguntó nuestros nombres y luego dio instrucciones para que nos recargáramos en la pared. Cruzamos una puerta. “¿Qué escuchan?”, preguntó Maggy. “Agua, como una fuente”. “El viento”. “Gente hablando, estamos como en un parque”… Fueron las respuestas que de inmediato dimos. “Este lugar ya lo conocen”, dijo, y pidió que encontráramos las bancas y tomáramos asiento. Utilizando nuestro bastón a modo de radar comenzamos a recorrer el cuarto oscuro. Se escuchó un golpe firme; alguien había dado con el objetivo. Con la ayuda de Maggy, el resto logramos tomar asiento y comenzamos a descifrar aquel lugar. Nuestra guía nos hizo sentir sobre qué caminábamos, qué tipo de árboles había y qué era la caída de agua que escuchábamos. “Estamos en el parque Los Colomos”, dijo. Yo ya lo conocía, pero esta vez era totalmente diferente. Nos levantamos y cruzamos “el bosque” hasta llegar a un pasillo. Maggy abrió una puerta, el sonido fue aturdidor, estresante y fácil de adivinar: estábamos en la calle, en el centro de la ciudad. Voces, gritos, bicicletas, autos, muchos autos y su peculiar acompañante, el claxon. El reto era cruzar al otro lado, las opciones eran dos: esperar a que menguara el ruido de los coches e intuir que el semáforo estaba en rojo, bajar el escalón y apresurar el paso para llegar al otro lado. Hubo quien se aventurara. Mi acompañante y yo optamos por la segunda opción: esperaríamos el semáforo auditivo. Como es normal en la ciudad, pasaron varios minutos hasta que entre el ruido logramos identificar la singular alarma y emprendimos marcha descendiendo la rampa para discapacitados. Apenas dimos cinco pasos y nos topamos con un automóvil. Sentí ganas de gritarle. ¡Qué pensaba! ¡Cómo se va a quedar bloqueando el camino! Reaccioné, pues tenía que llegar al otro lado y se me acababa el tiempo, así que intenté darle la vuelta. Mi avivado acompañante, tras toparse con el mismo obstáculo, decidió regresar el camino e intentarlo más tarde; yo seguí tratando de encontrar el fin del auto y un espacio para llegar al otro lado. Se me acabó el tiempo, nuevamente los coches comenzaron a circular… “Esto pasa todos los días en la ciudad”, dijo Maggy y nos guió para cruzar la calle. Nuevamente nos pidió caminar hacia un pasillo, donde se encontraba otra puerta. Al avanzar era fácil reconocer que caminábamos sobre una estructura de madera, un puente; se escuchaban gaviotas, pero no olas, lo que nos hizo saber que no era la playa. Abordamos una lancha, podía sentir el movimiento del agua; el capitán nos dio la bienvenida y luego encendió el motor. Nunca pensé que así conocería el Lago de Chapala. Al bajar de la lancha, Maggy y el capitán nos pidieron posar para la foto, nadie lo notó, pero yo sonreía. Esperábamos a que nuevamente nuestra guía abriera la puerta, pero antes susurró: “Me gusta hacer esto, guarden silencio”. Se escuchó cómo abría la puerta y al mismo tiempo el intenso olor a café nos invadió. Al otro lado había un grupo de personas en la cafetería, por la ternura en el tono de sus voces adiviné que eran niños. “Ya quiero volver a ver”, dijo uno de los pequeñines antes de que se escuchara que su guía los llamaba para seguir el recorrido. Había buena música, pedimos en la barra algo de café y luego seguimos la voz de Maggy hasta una mesa, nos sentamos alrededor. La conversación se basó en ese estado de oscuridad, los retos de todos los días, el sentir sin ver. Estábamos sentados compartiendo el café, no había diferencias entre nosotros pese a que Maggy es médicamente ciega. La exposición Diálogo en la Oscuridad finaliza este domingo 28 de febrero. No hay que perder la oportunidad de descubrir la ciudad privado temporalmente de la vista. Para asistir, es necesario apartar lugar en el Trompo Mágico al teléfono: 30 30 00 03. El costo es de 20 pesos por persona más el ingreso al museo, 25 pesos niños y 40 pesos adultos. Además, el próximo 23 de marzo habrá una cena en la oscuridad. EL INFORMADOR/ Ana López Temas Artes Trompo mágico Cultura Lee También El lugar donde se celebra el Día de Muertos con huesos de los difuntos Así se celebrará en Guanajuato el Día de Muertos Esta es la milenaria receta de yogur enriquecido con hormiguitas vivas ¿Por qué se pone un altar a los muertos en México? Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones