Domingo, 12 de Octubre 2025
Cultura | Domingo Lobato señala la necesidad de más orquestas

Fiebre de música a los 92

Pilar de la formación musical en Guadalajara, compositor reconocido y maestro en activo, Domingo Lobato señala la necesidad de más orquestas y busca en el baúl los recuerdos

Por: EL INFORMADOR

''Soy muy dado a escribir música sobre temas populares'' explica Lobato.  /

''Soy muy dado a escribir música sobre temas populares'' explica Lobato. /

GUADALAJARA, JALISCO (05/JUN/2012).- “La composición no tiene término, se desarrolla según las circunstancias y necesidades”, responde Juan Domingo Lobato (Morelia, 1920), cuando se le pregunta qué es eso de hacer música, ese acto de formular y crear una pieza, una obra que —en su caso— aterriza en la sonoridad, en los ritmos y los compases: eso que ha sido la materia de su larga vida.

Domingo Lobato es compositor e instrumentista. Desde niño se entregó al órgano y al piano. Desconoce cuántas obras compuso. Sentado, desde un sillón de su casa en la colonia Chapultepec Country, en Guadalajara,  abre el baúl de los recuerdos y se aviva con su presente; a sus 92 años de edad habla firme, con lucidez y asegura, sigue activo enseñando. Sus pasos —que recorrieron México y parte de Europa— ahora se apoyan de un bastón que le permite seguir sus funciones de docente en la Escuela de Música Sacra, cada jueves por la mañana, para impartir la clase de composición.

El hombre originario de Michoacán, pero hijo de Jalisco por adopción, hace pausas mientras charla. Por momentos le cuesta trabajo recordar nombres y fechas específicas. Piensa con tranquilidad. Respira hondo. Vuelve a respirar y desvía la mirada al pasado. Diez segundos le bastan para hacer memoria y soltar todo su conocimiento adquirido desde la infancia, desde aquel instante en el que Miguel Bernal Jiménez (compositor y organista) lo llevó al coro de la Catedral de Morelia para ponerlo de frente a su destino: la composición.

“Algo me debieron haber visto, que posiblemente yo iba a desarrollar música”, comenta entre risas Domingo Lobato, que tras ese descubrimiento a la vida musical ingresó al Conservatorio de las Rosas (en Morelia) y de “ahí pa’l real”, no paró en nutrir sus conocimientos y perfeccionar su talento para maniobrar a placer las cuerdas del piano y el viento en el órgano.

En los años 50 llegó a Guadalajara, ciudad desde la que se convirtió en piedra de toque de la composición musical nacional, desde Jalisco. Figuras como el padre Manuel de Jesús Aréchiga (fundador de la Escuela de Música Sacra), José Rolón Alcaraz (compositor y director de orquesta) y Ramón Serratos Pérez Sandi (compositor y pianista) abrieron las puertas a Domingo Lobato a tomar importantes puestos en la vida cultural de la metrópoli tapatía, como la dirección de la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara (UdeG), de 1956 a 1973.

El big bang musical

Entre pregunta y respuesta Domingo Lobato muestra la constancia profesional que lo ha convertido en un referente de la composición mexicana; es de personalidad terca y aferrada. Antes de seguir contando su historia insiste en que se escuche la música creada por él; pide a su hijo mayor que consiga un aparato para reproducir las pistas. No quiere esperar a concluir la entrevista.

Su esposa lo acompaña. Mariadela Camargo, no conoce técnicas de música, pero disfruta del sonido cosechado en la mente de Domingo Lobato.

El compositor juguetea con los recuerdos. Viajó y traspasó las fronteras mexicanas para contarle al mundo que en este país existe talento y hambre por la música, por el arte.

Al actual Museo Regional (Hidalgo y Liceo) —, lo recuerda como un bin bang. Un caos. Ahí convivían las artes: la pintura, escultura, teatro, modelado: “Todo estaba ahí metido, aunque era muy incómodo”. Hasta que finalmente, a poco tiempo de tomar la batuta de la Escuela de Música de la UdeG, cada disciplina se independizó en espacios distintos.

“No me arrepiento de todo el trabajo que he desarrollado en Guadalajara”, explica mientras lleva su mano a la bolsa de su pantalón y mueve unas llaves en su interior. Cruza la pierna. Se acomoda en el sillón y escarba más en el pasado.

A su mente viene la academia de piano de Aurea Corona, así como la invitación de José Guadalupe Hernández (titular de la extinta Bellas Artes del Estado) a colaborar en la docencia y en la formación de nuevos talentos.

“He visto crecer, tanto a la Escuela de Música de la UdeG, como a las academias particulares, y en especial a la Escuela de Música Sacra, que a la fecha voy una vez a la semana, dos o tres horas por la mañana. Lo que puedo, nada más, porque son cosas que no están al alcance de uno”.

Domingo Lobato retrocede 20 años, cuando perdió la visión de un ojo. “Dizque cataratas. Pero nada de cataratas, perdí el ojo, así que estoy medio viendo por el ojo derecho (…) con todo y esto, la fiebre que traigo por la música no la puedo dejarla”.

En 2005, la Universidad de Guadalajara lo nombró Maestro Emérito por su labor de enseñanza y difusión musical, no sólo en México, sino en Alemania, Italia y Francia.

—¿Cómo transfiere el sentimiento al instrumento?

—Soy muy dado a escribir música sobre temas populares. Si tengo, supongamos, cuatro sonatas para piano solo y entre ellas hay una sobre temas jaliscienses, tomo algunos ritmos propios de los sones, corridos, canciones de Jalisco y sobre ellas compongo (…) Se va vaciando lo que antes era una idea y después se transforma en una composición de concierto.

—¿Qué le significa la música?

—Mi vida. Con eso digo todo.

—Si no hubiese sido compositor ¿A qué habría pasado?

—Quién sabe.

—¿Jamás pensó en dedicarse a otra cosa?

—Pues no. Así como estudiar comercio, medicina o cualquier otra cosa, no. No hubo tiempo. Yo creo solamente en la música, pa’ qué le buscamos.

—¿Cuál fue el mejor momento en su carrera?

—Difundir mi música en Europa. Después de haber compuesto me invitaron a las instituciones de escuelas de música, sobre todo en Alemania. En México, por gracia de Dios, he visitado y tocado mis obras desde Chiapas hasta Monterrey. Donde haya orquestas.

—¿Qué recuerda más de Europa?

—De eso no hace demasiado tiempo, quizá hace 50 años que fui a Europa en ese plan— comenta entre risas—. Fui invitado por el Instituto Goethe y llegué siendo director de la Escuela de Música de la UdeG. La relación de la universidad fue muy intensa, poco a poco se dio la posibilidad de que yo fuera Alemania, y llevar la pieza "México creo en ti" y otras obras en los principales centros de Hamburgo hasta Munich. Fue un viaje de trabajo, no de placer. En mi archivo tengo planes y programas de estudio que desarrollé para la Escuela de Berlín, Hamburgo, Hannover. Siempre llevaba una grabación en alemán y español. Fue un trabajo interesante, grande y creo que valió la pena.

—En sus funciones de director de la Escuela de Música ¿cómo fue el crecimiento que tuvo a la par de la institución?

—Me tocó llegar a Guadalajara en un periodo (1950) en que había una ambición por la música, con muchas academias. Eso probaba que la gente tenía interés por la música. Por eso, fácilmente se pudo montar algunas obras que yo traía en mente. La primera obra que monté al aire libre fue en la Plaza de la Liberación, se llamaba "In Xochitl in Cuicatl", basada en poemas náhuatl y traducidos por el padre Garibay. Eso muestra de que Guadalajara siempre tiene una disposición natural y voces muy buenas, como la soprano que grabó mucha música mía, Dolores Moreno Azpeitia.

—¿Hace falta apoyo a la difusión de la música?

—Claro. En la vida musical de Alemania, me tocó verlo durante mi estancia, allá hay orquesta sinfónica para tocar ópera, exclusivamente, ellos no pueden tocar conciertos, el concierto lo toca otra orquesta, así también hay una orquesta para tocar ballet. Cada una está especializada. En una misma ciudad llega a haber tres o cuatro orquestas sinfónicas (…) en Guadalajara ya estarían con esa capacidad de tener dos o tres orquestas, y sobre todo tan cerca, como en Zapopan y Tlaquepaque. Cada ciudad puede tener su propia vida musical.

—¿Cómo percibe a la nuevas generaciones?

—Creo que las circunstancias han cambiado mucho. Ahorita el individuo, el estudiante, el profesionista y/o el profesor, quiere cubrir sus necesidades que van creciendo según crece la ciudad y le interesa mucho ganar (dinero). El primer grupo que integré cuando llegué a Guadalajara fue un quinteto para las misas de la Iglesia de Jesús María (Contreras Medellín y Morelos). Era una especie de sala de concierto gratuito a la una de la tarde los domingos, a cada uno nos pagaban cinco pesos (…) Ahorita, olvídese, ni para el camión (alcanza). Han cambiado los tiempos y las circunstancias.

—¿Qué piensa de la Orquesta Filarmónica de Jalisco?

—A veces creo que no puedo ni abrir la boca (para opinar).

—Su papel de maestro ¿cómo fue?

—Ese ha sido uno de mis éxitos. Tratar a los jóvenes con mucho entusiasmo y comunicación. Veo que aprovechan mis enseñanzas. En la música soy muy exigente, pero mi manera de tratar es con tranquilidad y poner modelos superiores a mí, para que vean hasta dónde se puede llegar como pianista, orquestador, músico o compositor.

—¿Se considera un icono o referente en la composición musical?

—No. Ícono, no. Soy una persona que ha dado lo que ha podido con mucho gusto. Yo espero en que los años venideros haya cambios radicales. Que venga una generación de músicos de gran altura.

No hay que echarle la culpa de todo a los músicos. México debe evolucionar. Conforme se vea que la música tiene una validez y proyección, es que la nación ya esta dando una nueva idea, porque es un resultado de una cultura.

HUELLAS DE VIDA
Pilar de la formación musical


Domingo Lobato Bañales nació en Morelia, Michoacán el 4 de agosto de 1920. Comenzó sus estudios musicales en su ciudad natal. Ingresó a la Escuela de Música Sacra de Michoacán, de donde en 1943 obtuvo el magisterio en composición y dos años más tarde el de canto gregoriano. Fue discípulo de Miguel Bernal Jiménez en composición y órgano, y de Ignacio Mier Arriaga en piano. Profesor de la Escuela Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. En 1946 fue invitado por la Escuela de Música Sacra de Guadalajara para impartir la cátedra de composición. Después enseñó en esta misma institución las materias de armonía, fuga, morfología musical, contrapunto, improvisación y orquestación. Miembro docente de la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara desde 1949, de la cual fue director de 1956 a 1973.  En 1951 por invitación personal de José Guadalupe Zuno, colaboró en la Escuela de Bellas Artes, que dirigía el maestro Arturo Rivas Sáinz. Obtuvo el Premio Jalisco 1958 por su labor como investigador de la música colonial. Fue patrocinado en 1969 por el gobierno de Alemania Federal para ofrecer en ese país conferencias sobre música mexicana, así como becado por el Gobierno de Jalisco en institutos musicales de Italia, Francia y Austria. Dentro de sus obras más importantes sobresalen Canta Morelos (Premio Jalisco 1966) e In Xóchitl in Cuícatl (ballet sobre la mitología azteca, Premio Jalisco 1967). También ha compuesto importantes misas, motetes, misterios, obras corales y piezas para piano y órgano.

"En Guadalajara ya estarían con esa capacidad de tener dos o tres orquestas, y sobre todo tan cerca, como en Zapopan y Tlaquepaque. Cada ciudad puede tener su propia vida musical "

"
Yo creo solamente en la música, pa’ qué le buscamos "

Domingo Lobato,

músico y compositor.

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