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Cultura | En Guadalajara el trabajo del productor gana terreno, pero las limitantes son muchas

El teatro no logra subir el telón

En Guadalajara el trabajo del productor gana terreno; sin embargo, las limitantes son muchas en una ciudad con pocos escenarios y presupuesto

Por: EL INFORMADOR

En 2012 se presentó en Larva 'La ópera de los tres centavos', cuya producción contó con apoyo de la SC de Guadalajara & Concerttante P.  /

En 2012 se presentó en Larva 'La ópera de los tres centavos', cuya producción contó con apoyo de la SC de Guadalajara & Concerttante P. /

GUADALAJARA, JALISCO (25/AGO/2014).- La producción escénica, como ejercicio y oficio, responde a las necesidades de un determinado espectáculo artístico que para su realización requiere gestión y planificación, además de recursos que se inviertan con miras a obtener una rentabilidad.

Se trata de una labor multifacética y variable que depende de la fase en que se encuentre cada proyecto, pero —de cualquier forma— un productor debe conocer y dominar un sinfín de tareas, porque su desempeño actualmente contempla las cualidades del empresario y el técnico, aunque para el caso de nuestro país, su evolución se ha dado conforme a los diferentes escenarios, la tecnología, los medios de comunicación e incluso el público a quien se destina un espectáculo.

Por una parte, desde la gestión cultural, el productor es un creador que colabora con el equipo de creativos artísticos, consciente que su objetivo es propiciar un proceso que respete en su integridad cualquier proyecto en su resolución escénica y sin menoscabo de la dimensión empresarial del proceso (que, idealmente, se busca que sea cultural y competitivo); es por esto que se requiere de conocimientos de empresa, de administración y gestión contable, marketing, luz, sonido, maquillaje, etcétera —es, en esencia, un oficio interdisciplinar—; sin olvidar que lo que debe realizar será un producto dentro del rubro de las artes y la cultura, cuya rentabilidad se medirá con parámetros diferentes.

Así, un productor no es quien dirige —para ello está el director artístico—, sino quien coordina todos los elementos que integran cada proyecto; ahora, debe contar asimismo con un equipo creativo profesional y capacitado.

Con todo, en el ámbito local estas características definen a una figura que, en la realización de un proyecto escénico, va cobrando mayor importancia día con día, pero sigue lejos de ser una disciplina que pueda “aprenderse” sin una práctica constante y prolongada.

Seguir apostando y buscando

Con 15 años de experiencia como iluminador y responsable de la producción técnica para numerosas instituciones y empresas, Enrique ‘Chester’ Morales es un ejemplo de que “se puede vivir” de esta profesión; sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas y, cuando inició en este ámbito, fue porque “no me gustaban los modelos de producción en la localidad, se me hacían poco profesionales”.

Destaca Morales que antes “el director lo hacía todo”, pero hoy día es imposible, “la tecnología nos ha comido y ha diversificado las tareas, obligó a modificar modelos caseros de producción pero sin que termine el proceso de profesionalización, y de eso se da cuenta el público”.

Asimismo, lo anterior se agrava por la falta de “escenarios construidos ex profeso para desarrollar artes escénicas, algo que favorece a que se tenga poco tiempo para preparar una producción (desde los ensayos hasta el estreno)”.

Para el iluminador, se necesita “atraer a la gente a los escenarios; porque sigue gustando de la danza y el teatro, sólo hay que ver cómo los acercamos y promovemos las producciones (porque competimos con los medios electrónicos), siempre hay que entender el mercado y tener claro a qué nicho nos vamos a dirigir”.

En su opinión, el productor debe “ser creativo, saber cómo gestionar recursos y espacios y lidiar con todos los involucrados; además, tener don de mando y una tarjeta de crédito (porque sin solvencia no hay chamba) pues, sin ser administrador, necesita de sentido común para llevar las cuentas. Asimismo, requiere de ser cómplice del director y saber decir ‘hasta aquí’, no hay que olvidar que es la piedra angular del proyecto porque toma decisiones y, después de todo, gran parte del éxito dependerá de él. En micaso, estoy convencido de que debemos seguir apostando, creer en Guadalajara y buscar nuevos modelos de producción. En mi experiencia, las cosas han cambiado y van mejorando”.

Una visión integral del proceso


Desde otro punto, Marianné Alarcón, bailarina y maestra en la disciplina, fundó hace 26 años la Academia de Danza de Guadalajara A.C., y desde su experiencia, asegura que cuanto sabe de producción lo aprendió “como el burro que tocó la flauta”, a partir de la práctica continua que ha significado producir no sólo funciones de fin de cursos, sino espectáculos que trascienden las fronteras de la Entidad.

De este modo, afirma que la producción requiere de “mucha planeación y, aunque se conozcan y dominen diferentes herramientas, todo se prueba finalmente en el escenario”; esto, sentencia, después de enfrentar numerosas dificultades como el “desinterés” del sector privado (que busca sólo el negocio) y la “falta de opciones y escenarios” en el ámbito público.

Por todo ello, insiste, “la producción debe plantearse siempre de manera integral, con los objetivos del proyecto sustentados y las necesidades muy claras, siempre entendiendo que se trata de una labor colectiva en la que, con frecuencia, se navega a contracorriente. A pesar de que en la actualidad contamos con más y mejores herramientas, no debemos dejar de buscar más allá y trabajar para acercar a los públicos. Podemos hacer muchas cosas y aunque no hay perspectivas de que los procesos formativos en esta área mejoren, las instituciones culturales deben mantener su apoyo, especialmente ahora que se habla tanto de empresas culturales”.

Mejor escenario a futuro

Para Juan Vila —que cuenta con una maestría en Teatro y Producción cursada en el extranjero—, actual director de Promoción Cultural para el TEC Campus Guadalajara, en este país es costumbre que un productor realice “diferentes funciones”, aunque en los últimos años la figura ha ganado protagonismo.

Sin embargo, aclara, no debe olvidarse que necesita “dominar aspectos de orden administrativo para manejar los recursos y el talento, una visión de mercado y la capacidad de asumir riesgos en cada proyecto, a lo que se suma tener metas claras, liderazgo, honestidad y manejar bien las relaciones públicas”.

Además, a pesar de la falta de espacios a nivel local (y la enorme diferencia de oferta cultural respecto del DF), “está surgiendo un movimiento teatral que antes no había, que está realizando trabajos dignos a pesar de tener las cosas en contra”.

En su caso particular, reconoce que trabajar en el ámbito universitario privado reperesenta “una burbuja” porque puede contar con presupuesto, lo mismo que realizar y ejecutar su planeación “con profesionalismo” (desde las audiciones hasta la renta de un escenario adecuado y pagar a quien se contrate para distintos ámbitos de la producción).

Sin embargo, es consciente de que “este trabajo nunca termina” y, asimismo, se requiere de una mayor oferta cultural que favorezca la profesionalización, desde los cursos que impulsan las instituciones culturales hasta programas ambiciosos que se encaminen a ello; todo esto, detalla, “sin desear hacer magia con el presupuesto y siempre contando con un equipo que responda. Lo esencial para un productor es no perder la capacidad de asombro ni la pasión; no hay que bajar la guardia porque, creo, el escenario será mejor en el futuro”.

Una figura apenas dibujada

Para Lourdes González el camino de la producción inició en el Instituto Cultural Cabañas (ICC) durante la administración de Sofía González Luna al frente de la Secretaría de Cultura de Jalisco (SC); de ahí se sucedieron las responsabilidades hasta encabezar la Coordinación de Producción y Difusión de Artes Escénicas y Literatura de la Universidad de Guadalajara (UdeG), un lapso que le sirvió para comprender que cada instancia “requiere de procesos de producción distintos, trátese del ámbito público o privado, son diferentes planeaciones, tiempos y espacios”.

En este aprendizaje, refiere, “he tenido la posibilidad de producir teatro, ópera y cabaret, entre otras cosas; en la medida que se hace esto se aprende, porque cada una implica retos distintos, sólo cosas básicas se repiten. Hay detalles en esta formación que la teoría no ve venir y es necesario que se teorice más al respecto, especialmente en los estados debe generarse reflexión acerca de este quehacer”.

La figura del productor, desde la istitución pública, se suele ver “como un ejecutor de lo que dice el director; pero desde la esfera privada esto es diametralmente opuesto. Hay muchas definiciones de lo que es un productor, puede o no ser creativo, o ser meramente ejecutivo. Creo que lo que debe ser es conciliador entre las partes, sin dejar de proponer en este diálogo y buscar el diálogo entre los involucrados”.

Así, la idea es tener claro la clase de producción que requerirá cada proyecto, sentencia González, “pero en los últimos años las figuras del director y productor han cambiado, dependiendo del caso uno u otro puede ganar protagonismo, pero la figura como tal de quien produce apenas se dibuja en el ámbito local”.

González explica que en Latinoamérica está cada vez más presente, pero en Guadalajara “no se ve claro un camino para la profesionalización en la producción; porque implica saber sobre muchas cosas y tener una oferta cultural que, hoy día, en la ciudad no existe”.

La productora puntualiza que hace falta avanzar hacia lo que plantean nuevas propuestas escénicas que se realizan en otros lados, “porque la escena contemporánea en la Ciudad de México o el extranjero está cuestionando las maneras de hacer las cosas”.

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